¿Saben (sabemos) qué es una democracia?

Escucho y leo demasiado a menudo declaraciones, proclamas y opiniones que me causan inquietud y preocupación. Políticos y politólogos, economistas e historiadores, sociólogos y sobre todo una multitud de analistas políticos y contertulios, articulistas y opinadores, sentencian sobre qué es y qué no es una democracia, y en muchos casos lo hacen tergiversando o despreciando la esencia de este sistema político. Porque en ningún lugar del mundo se ha llegado a conseguir una democracia perfecta, y muy probablemente no se llegará a lograr nunca este ideal democrático, pero hay elementos bàsicos sin los cuales no hay ni puede haber una democracia digna de este nombre.

Quizás todo ello se debe a la losa de nuestro legado histórico colectivo, un legado impuesto no sólo por la carencia de tradición democrática derivada de los casi cuarenta años de dictadura fascista del franquismo, sino porque en la historia de España los periodos democráticos han sido escasos y breves, hasta el punto que este tan injustamente criticado régimen del 78 actual es la etapa más prolongada de democracia en nuestro país, pero lo cierto es que demasiado a menudo me sorprende -y a veces me escandaliza e incluso me indigna- el desconocimiento o la ignorancia con qué demasiada gente osa hablar de democracia y se atreve a darnos lecciones.

Del mismo modo que la democracia orgánica del franquismo no fue nunca una democracia auténtica, tampoco lo llegaron a ser en ningún momento las conocidas como democracias populares de los regímenes comunistas de la URSS y de los otros estados del Europa del Este sometidos a los dictados de Moscú, y continúan sin serlo China, Corea del Norte, Cuba o Nicaragua. Tampoco era una democracia aquel sistema político denominado democracia corporativa que Oliveira Salazar impuso en Portugal, ni lo es la actual democracia bolivariana que Maduro heredó de Chávez en Venezuela.

Una democracia puede ser indistintamente republicana o monárquica, y de hecho en todo el mundo hay auténticas democracias tanto republicanas como monárquicas, del mismo modo que en todas partes encontramos también regímenes no democráticos que son republicanos o monárquicos. Nadie cuestiona el carácter esencialmente democrático de estados como Reino Unido, Suecia, Bélgica, Dinamarca, Noruega, Holanda y tantos otros, como la misma España, todos ellos basados en monarquías parlamentarias. Tampoco nadie puede poner en entredicho que estados como Francia o Alemania, Portugal o Suiza, Italia o Grecia, Estados Unidos o Panamá, Argentina o Brasil, Suráfrica o Uruguay, Senegal o Túnez, entre tantos y tantos otros, son regímenes republicanos democráticos, basados también en unos sistemas parlamentarios, que pueden o no ser presidencialistas. A la inversa encontramos también ejemplos tanto de monarquías -Arabia Saudí, Marruecos, Jordania, Tailandia, Qatar, Kuwait, Dubai…- cómo de repúblicas -Argelia, Irán, Siria, Iraq, Afganistán, Filipinas, Sudán, Egipto…- que no son democracias auténticas. Y eso sin entrar a debatir la bondad o la maldad del régimen político de cada uno de estos estados, y todavía menos sobre la calidad efectiva de su propio sistema democrático.

Esto, que parece tan fácil de entender, parece que es de traslación imposible a España para muchos políticos, politólogos, analistas de todo tipo y sobre todo articulistas, contertulios y opinadores.

La democracia es, en primer lugar, el gobierno del pueblo. Esto requiere que el pueblo -es decir, la ciudadanía- elija de una manera periódica y libre a sus representantes legales para que legislen desde los parlamentos y gobiernen desde los gobiernos bajo el control parlamentario permanente, con una separación clara entre los tres grandes poderes del Estado -el legislativo, el ejecutivo y el judicial-, con la supeditación de todos ellos, y evidentemente también del conjunto de la ciudadanía, al Estado de derecho democrático, que es la base en que se fundamenta y tiene todas sus defensas la propia democracia.

¿Que en ningún lugar del mundo existe una democracia que cumpla a la perfección todas estas condiciones? Cierto. Y posiblemente nunca se logrará en ningún país esta democracia ideal y perfecta. Pero afortunadamente ya hay muchos estados de todo el mundo, y sobre todo en Europa, que cumplen de manera bastante razonable todas o casi todas estas exigencias. España, el Reino de España, es uno e ellos

Conviene tenerlo en cuenta.

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