Rosalía, en la encrucijada

La artista conocida como Rosalía nació en Catalunya (en un pueblo de la comarca del Baix Llobregat) y canta flamenco. Ella canta un flamenco propio, original, innovador. Los ortodoxos del flamenco la acusan de apropiacionismo cultural por usar un código artístico que le suponen ajeno por no ser gitana, y de ser impura, de practicar el mestizaje.

Por otro lado, los buenos catalanes la rechazan por cantar en español y en flamenco, idioma y género musical que se les antojan extranjeros. La ignorancia no conoce fronteras, ideologías ni sabe de la vergüenza.

Ambos colectivos se exceden y pecan de inquisitoriales. Los acordes flamencos los han usado infinidad de compositores a lo largo de la historia de la música, y en Catalunya han cantado en español compositores que jamás fueron señalados por haberlo hecho. Hasta ahora por lo menos. El fenómeno (el doble fenómeno) debe ser explicable en clave contemporánea, cuando parece que hay un repliegue identitario furioso y muy irascible ante el empuje globalizador.

 

Miguel Poveda nació en Cataluña y nadie le reprochó cantar en español. Poveda se libró de los ataques del mundo flamenco porqué respeta con exquisitez sus palos, y también se libró de los embites del mundillo catalanista porqué, aún siendo catalán de origen, en realidad siempre ha sido considerado un charnego del que no cabe esperar nada en términos de catalanidad militante. En Catalunya solo hay una forma de ser catalán, y esa forma es practicar la catalanidad con el ademán impasible, actitud que hoy por hoy consiste en pedir la liberación de los “presos polítics”: todo lo demás es sencillamente invisible, cosa de español o de facha.

 

Rosalía ganó un premio Grammy, y poco tiempo después actuó en la gala de los premios Goya del cine. Los catalanistas acérrimos le reprocharon que en ninguna de los dos eventos dijese nada de los presos por la causa independentista. “Esta chica, que es catalana… ¡no ha dicho nada de nuestros presos!” -se lamentan. Algunos retorcieron el suceso, y aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid (sería más apropiado mencionar que el Brugent pasa por Amer) practicaron un sofisma verdaderamente fascinante:

Rosalía no nombró a los presos políticos cuando recogió el premio Grammy porqué en Catalunya hay un clima de terror pavoroso y los catalanes se autocensuran, por temor a ser represaliados, encarcelados o torturados en oscuros calabozos de España. Ese argumento se escuchó en medios de comunicación del régimen catalán. Y todos tan panchos y luego,¡ ala!, a ponerse una cancioncilla de Llach. Ese chico si que vale.

 

Quizás no caen en la cuenta, los indepes, de que a Rosalía tal vez no le interesen las cuitas identitarias y victimistas de los soberanistas. Quizás no lo han pensado, pero es lo más pensable: si Rosalía no habla de los presos es porqué no le interesa el asunto, que es, sencillamente lo más plausible y también lo más normal. Al fin y al cabo, ella está en otra onda, es una artista muy grande y hay que pedirle que siga adelante con su carrera.

Quizás hay que ir pensando en rezar para que los puristas de un lado y los procesistas por el otro no la echen a perder. La cultura catalana no se puede permitir más pérdidas porqué está bastante malita, aunque ese sea otro asunto, pero es un asunto que no es ajeno a lo que cuento.

Puede que no haga falta pedir respeto por Rosalía y su obra: en Catalunya, al sujeto nacido aquí que no se comporta como debiera, se le suele obviar. No existiendo, no hay ofensa. El fenómeno es viejo. Se trata de un mecanismo tribal usado centenares de veces. Algunos lo tratan como una variante del ostracismo: al que no es como nosotros o no se comporta como nosotros pues lo borramos y listo, desapareció, no se hable de él. El mal catalán no existe y todos somos “un sol poble”.

A este paso y siguiendo esos mecanismos de exclusión, la cultura catalana está sufriendo un  proceso de valencianización: escaparate, algo de publicidad y nada de contenido. La cultura será definitivamente cultureta y se limitará a los Premis de Òmnium Cultural y al Concurso de Poesía Floral de Sant Prepuci de les Cebes.

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