Morir matando

A dos semanas de su más que probable inhabilitación, el presidente Quim Torra ha decidido morir matando. Él, o quien le mueva los hilos. El jueves, con alevosía, se pulieron de una tacada todo lo que, por razones diversas, les molestaba. Miquel Buch aparecía, a menudo con razón, en todas las quinielas de crisis de gobierno. La pública y publicada mala relación del consejero de Interior con el presidente vicarial tarde o temprano tenía que pasar factura. Además, Buch osó contradecir el mandato de la ley de Torra que dice 'desobedecerás sobre todas las cosas'. Así, dejó que los Mossos hicieran de Mossos durante los altercados de después de la sentencia del ‘procés’, contradiciendo la voluntad de Torra.

El caso más claro de purga es, seguramente, el del cese de Ángeles Chacón. La consejera de Empresa y Conocimiento es culpable de no haber roto el carné del PDECat, y eso se castiga con penas de defenestración. También se la acusa de postularse como candidata del Partido Demócrata en las elecciones catalanas. Ya se sabe, Carles Puigdemont no hace rehenes. Así, no han querido que una posible rival se promocionara ejerciendo de consejera. No, mandando ellos. La política ha pagado en primera persona los destrozos de la pelea posconvergente. Ella misma lamentaba el jueves el final abrupto del cargo y calificaba de dolorosa la destitución. En defensa propia, el PDECat acusaba Torra de hacer "purga política". El último capítulo de esta historia está por escribir.

Finalmente, el caso de María Ángeles Vilallonga pasaría la prueba del algodón de lo que debería ser una crisis de gobierno. La titular de Cultura, que relevó la omnipresente Laura Borràs en el cargo, ha hecho una pésima gestión de su departamento, dejando a la intemperie a un sector claramente castigado por la pandemia. Vilallonga pasa por Cultura con más pena que gloria y la destitución parece acertada.

Tras el desbarajuste, salía Torra y circunscribía los cambios a la pandemia y negaba "otros objetivos" (purga política). En definitiva, hacía lo que tanto le gusta hacer: tomarnos a todos por tontos. Puestos a decir las cosas por su nombre, ¿tanto cuesta decir a Buch me lo cargo por desleal, a Chacón por venganza y a Vilallonga por incompetente? En la anterior crisis, Torra (Puigdemont) envió Borràs a Madrid y Elsa Artadi al Ayuntamiento de Barcelona. Dos políticas clave en el entorno de Puigdemont. Queda claro que la prioridad ha sido siempre electoral y que mantenerse en el poder pasa por encima de la calidad en la gestión, por encima del Govern. El jueves, destacados miembros del sector empresarial del país se preguntaban, por ejemplo, si en plena crisis del coronavirus es aconsejable hacer saltar del tren, en marcha, a la titular de Empresa. Se preguntaban si esto podría afectar planes como el de la reindustrialización de Nissan.

Queda claro que lo que necesita este gobierno no son repuestos, sino unas elecciones.

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