Lucro

Lo que empezó con la bolsa o la vida ha ido derivando, naturalmente, hacia la bolsa, pura y dura. A diario, somos ametrallados con mil y un mensajes de inquietud sobre la que nos espera. A la hora de hacerlo, se aduce a la economía, al empleo… Mucho menos, al lucro. Ley de hierro, que todo lo determina.

A mediados de junio, Sanofi, un florón de la economía francesa, aprovechando el resquicio de oportunidad que le ofrecía la covid-19, solicitó ayudas al Gobierno francés, haciendo valer las proclamas de soberanismo económico de Emmanuel Macron. Dos días más tarde, recibía un primer sobre de 200 millones de euros. Y una semana después, anunciaba la supresión de 1.700 empleos en Europa, de los cuales un millar en Francia. ¿Consecuencia de la crisis? De ninguna manera, se responde Laurent Joffrin, comentarista político de Libération. Todo se reduce a un plan estratégico orientado a potenciar los medicamentos más rentables, en detrimento de otros.

Sirva este ejemplo para ilustrar por dónde va el hilo conductor de los impulsos empresariales, en mayor o menor grado y con excepciones, desde luego, en esta fase de la pandemia. Como el octavo pasajero, Alien, lo que va más allá de las propias realidades y las determina, lo dominante, el sistema y con él los agentes que lo conforman, digamos, se adapta, metamorfosea, reinventa…, con una finalidad sencilla y perfectamente entendible: lograr el máximo beneficio. Lo otro, el empleo, por ejemplo, está supeditado al objetivo principal. Viene muy bien, desde luego, para legitimar las ganancias porque, ya se sabe, como el ying y el yang, no hay empleo sin riqueza. Es decir, en los periódicos hablamos de trabajo, y en la mesa del consejo de beneficios. 

Todo ello con la vista puesta sobre todo en la Bolsa y en los intereses inmediatos de sus accionistas, que exigen dividendos elevados en cualquier circunstancia. Para Sanofi resulta secundario el empleo. Y así sucesivamente. ¿No cabría, por ejemplo, preguntarse por qué las empresas no deciden algo tan fácil como aumentar sus plantillas, aunque fuera de manera simbólica, y contribuir así a generar empleo, no por lo que dice el mercado, sino por voluntad propia? Sería, sin duda, un pelotazo de RSC.

Para más información, no perderse La ruta del dinero, una serie de televisión danesa, dirigida por Jeppe Gjervig. Impecable narración del porqué la mundialización, las multinacionales y la lógica estrictamente financiera que domina el capitalismo planetario son tan impopulares. Solo hace falta ponerle los nombres de los CEO Paul Hudson (Sanofi), Alexander Södergreen (Energreen), la mayor compañía eólica del país en la serie danesa o, en fin, de cualquiera de sus colegas de aquí y allá. 

Sonará seguramente a chino, herejía o simple tontería pedir a las empresas que en esta coyuntura contraten a más gente. Que aproximen el trabajo y los trabajadores a sus prioridades. Algo imposible cuando el lucro manda, al menos desde que el puritano Smith, dijo, frente a Giordano Bruno, que “con frecuencia, y bajo muchos aspectos, es más tonto e ignorante decir las cosas según la verdad que según la ocasión y la oportunidad”. 

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