Las meditaciones del emperador

Marco Aurelio (121 d. C.-180 d. C.) es todavía hoy un ejemplo de gobernante sereno, de sólida formación intelectual y firme a la hora de defender el Imperio de los enemigos exteriores. El historiador Ausonio dice de él: “Solo en esto causó daño a su patria, al haber engendrado”, en referencia a su hijo Cómmodo, príncipe infortunado que le sucedió.

Marco Aurelio, de ancestros en Ucubi, en la Bética (Hispania), gobernó Roma desde el 161 d. C. al 180 d. C., y a pesar de sus principios morales, tuvo que combatir la sublevación de los partos en Oriente, la invasión de las tribus germánicas en el Danubio y la de los mauritanos en Hispania. Precisamente, las legiones que regresaron de la guerra contra los partos (161-166 d. C.) llevaron a Roma la primera gran epidemia (la peste antonina), que asoló el Imperio del 165 d. C. al 180 d.C.. Todos hemos admirado su magnífica estatua ecuestre al Museo Capitolino de la Ciudad Eterna.

Sus preceptores fueron M. Cornelio Frontón, retórico, y Juno Rústico, filósofo que lo introdujo al estoicismo, como se sabe, una doctrina que bebe de Heráclito, Platón y Séneca, y que enseña que el hombre se tiene que adaptar a la naturaleza y vivir de acuerdo con ella, así como buscar el bien y la virtud (areté). Sus “Meditaciones” son un formidable compendio de reflexiones de carácter ético, que iluminan todavía con fuerza nuestro tiempo.

Unas pinceladas nos pueden ayudar a comprender su altura moral. Nos dice que de su abuelo Verus aprendió la impasibilidad; de su madre Domicia Lucila, la frugalidad; de Rústico, el escribir las cartas sin afectación y “el no dar consentimiento rápido a los que dicen tonterías”; de Sexto de Queronea, el vivir según la naturaleza, y la dignidad sin artificio; y de Alexandro, el platónico, el actualísimo “no decir muchas veces y sin necesidad a nadie: «Estoy ocupado». Un buen número de sus pensamientos tienen plena vigencia a principios del siglo XXI:

–“Buscan para ellos retiros en el campo, en la costa y en la montaña. Pero todo esto es de lo más tonto, siéndote posible en la hora que quieras retirarte en ti mismo”.
–“Breve es lo que cada uno vive. Pequeño, el rincón de la tierra que habita. Pequeña también la fama póstuma larga”
–“Aunque vivieras 3.000 años y otras tantas veces 10.000, recuerda, no obstante, que nadie pierde otra vida que esta que vive, y no vive otra que la que pierde”
–“Plegaria de los atenienses: «Llueve, llueve, estimado Zeus, en los campos labrados y en las llanuras de los atenienses». O no se tiene que rezar, o hay que hacerlo así, con sencillez y libertad”
–“¡Qué cosas hacen! No quieren hablar bien de los hombres que conviven con ellos en la misma época, pero dan enorme importancia a ser elogiados por los que tienen que venir después, a quienes no han visto ni verán nunca. Esto es como si te entristecieras porque tus antepasados no tuvieron buenas palabras para ti”.
–“¿No es chocante que el arquitecto y el médico respeten más la razón de ser de su propio oficio que el hombre su propia razón de ser, que le es común con los dioses?”
–“Coge sin orgullo. Abandona sin esfuerzo”.
–“Poco es lo que te resta. Vive como de viaje, pues poco difiere aquí o allá, si se vive en todas partes como en la ciudad que es el mundo”
–“Cuando tropieces con el error de alguien, ponte al instante en su lugar y calcula en qué cosa parecida yerras tú”
–“Recuerda que al ciudadano natural nada daña que no dañe a la ciudad, ni tampoco perjudica a la ciudad el que no perjudica a la ley”
–“Sócrates denominaba a las opiniones de la mayoría “lamias”, monstruos devoradores de niños”
–“En la escritura y la lectura no iniciarás a nadie antes de que te inicies tú (proverbio griego). Con más razón en la vida”.
–“No hay ladrón del libre arbitrio (Epícteto)”
–“Qué corrupto y falso es el que dice: «He preferido jugar limpio contigo». La afectación de la sencillez es una arma de doble corte. Nada hay más vergonzoso que una amistad de lobo”.
–“Qué grande es el parentesco del hombre con todo el linaje humano, pues no es comunidad de sangre o de semilla, sino de inteligencia”

El emperador Marco Aurelio es ejemplo de gobernante adornado con principios éticos que a lo largo de su trayectoria persiguió el bien común. No es verdad que todos los políticos son iguales.                                    

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