La ventana indiscreta…

Estos días de ostracismo, en los que todos nos sentimos un poco James Stewart en La ventana indiscreta, he pasado de la claustrofobia de los primeros días a la agorafobia de los últimos. Dicen que como en casa no se está en ningún sitio, y doy fe, siempre que la reclusión no sea obligada; entonces, como escribía la semana pasada, estaríamos hablando de arresto domiciliario, y la casa se puede convertir en una jaula, con los barrotes de oro, pero jaula, al fin y al cabo. Volviendo al cine, en un ejercicio de masoquismo, he recuperado estos días el mítico mediometraje de Antonio Mercero, La cabina. Un soberbio José Luís López Vázquez interpretaba a principios de los 70 un señor normal y corriente que se queda encerrado en una cabina, enfrentándose al horror de la claustrofobia. A pesar de la antigüedad de la pieza, no haré spoiler, pero vale la pena ver el desenlace final. Salvando las distancias, muchos nos hemos sentido estos días algo López Vázquez.

Y ahora que ya toca empezar a airearse, pasamos a la fase agorafóbica. Entre mascarillas, guantes y la falta de costumbre, salimos a la calle como quien se enfrenta a un safari amazónico, pero con fauna autóctona. El referente cinematográfico agorafóbico que me viene a la cabeza es Copycat, un thriller estadounidense en que Sigourney Weaver -la de Alien, pero sin alienígenas- interpreta a la famosa psicóloga Helen Hudson, experta en asesinos en serie y autora de triunfadores bestsellers, que sufre agorafobia después de que uno de sus pacientes intentara matarla a la salida de una conferencia. Salvando igualmente las distancias, unas onzas de aquella angustia también las podemos apreciar en el post confinamiento.

Pues, con todo esto nos ha tocado convivir. Pertenezco a la generación X, la de después del baby boom, la de la música Indie Rock, una generación que poco se pensaba que viviría nada importante, y ya ves… Deseo encarecidamente que todo acabe sirviendo para algo, pero visto como llevamos los desastres, me temo todo lo contrario. La gente se nos muere a borbotones y nuestros políticos se empeñan en continuar peleándose por un puñado de votos. Después, pasará lo que explica José Saramago en su Ensayo sobre la lucidez, la gente se confinará el día de las elecciones, y los políticos no entenderán el por qué y lamentarán sin darse cuenta qué la culpa es suya y sólo suya. Hace tiempo que la política entró en la cabina de Mercero y no sabe salir y cuando prueba de llamar a los ciudadanos, estos o no responden o comunican.

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