La semana sigue proveyéndome de absurdos diversos que superan mi imaginación. En el caso de los políticos, el tema da para hacer una interminable enciclopedia del esperpento mientras no les obliguen a pasar un psicotécnico sobre capacitación mental antes de ponerles en las listas, pero hoy prefiero escribir sobre una vaca. Nunca antes había pensado en este rumiante como en un ser peligroso, casi mortífero, pero gracias a un diario de gran prestigio he descubierto que detrás del bucólico paisaje del Pirineo «se esconden riesgos ocultos», aunque no aclare si son producto de la dieta a base de clenbuterol o de los efectos del cambio climático en las bestias.
La rocambolesca historia se sitúa en un prado de Ribes de Fresser. Una pareja paseaba con el perro cuando una vaca les embistió «por causas que se desconocen». La primera en recibir el golpe fue la pobre mujer que llevaba el can en brazos, pero el hombre se llevó la peor parte al intentar socorrer a su pareja. La vaca se lo llevó por delante, le tiró y revolcó por el suelo. No le mordió porque era una vaca vegetariana. La mujer acabó con contusiones y el hombre con diversas costillas rotas.No sabemos nada del perro ni tampoco si los Mossos de Escuadra han abierto alguna investigación para descubrir si la agresora era una vaca de verdad o un toro disfrazado de vaca. Tampoco se descarta que la vaca, independentista por descontado, actuara en defensa propia al confundir a la pareja con votantes de Unió.
Siempre he desconfiado de los bovinos por mucho que diga el poeta Joan Maragall y el episodio glosado en el diario más subvencionado de Cataluña confirma mis sospechas sobre su peligrosidad. Campan libremente y sin bozal, y cagan en el lugar más bonito para que caigas de bruces sobre la mierda recién hecha. Si se te ocurre montar la tienda de campaña en un lugar idílico dejado de la mano de Dios siempre aparecerá una vaca para comerse los vientos y los cordones de las botas. Y si tienes una urgencia intestinal y te escondes detrás de un árbol discretamente, tarde o temprano la vaca saldrá de la nada y se te quedará mirando fijamente mientras intentas infructuosamente plantar un pino.
En la facultad de Periodismo no me hablaron concretamente de vacas, sino de perros. No recuerdo que ningún profesor me dejase impresionada por su genialidad a la hora de compartir conmigo sus conocimientos, pero sí que me quedó grabado que la noticia no es que un perro muerda a un hombre sino que el perro sea el mordido por el hombre, un acto de barbarie sólo comparable al acuerdo de Bruselas con Turquía para que los refugiados se muerdan entre ellos. Reconozco que desde entonces ha llovido mucho y que el nuevo periodismo que está de moda en Cataluña poco o nada tiene que ver con los criterios clásicos que han dado sentido y prestigio a nuestra profesión.
En este país de los milagros donde cada vez hay más regidores y diputados sin actividad cerebral que ejercen como tales, este nuevo periodismo que se salta alegremente la legalidad vigente es protagonista de gestas memorables. Dejando de lado el episodio del trastorno de personalidad transitorio del rumiante del Ripollés, recuerdo el delirante caso del diario que publicó dos páginas en blanco durante una campaña electoral. Debía pensar el director que era una forma original de protestar porque el candidato se negó a concederles una entrevista cuando en realidad hacía un gran favor a los lectores porque les ahorraba un trauma.
A la espera de que la Generalitat publique la lista de los medios catalanes favorecidos por la lluvia de millones en subvenciones para que sigan publicando noticias de vacas enloquecidas y páginas en blanco para no pagar a periodistas, me concentro en el concejal popular de Palafolls que envió a Ada Colau a «fregar suelos» y pido a todas la bestias de Cataluña, sanas o perturbadas, que bajen de las montañas cagando leches como en Avatar y arrasen todo lo que encuentren a su paso. Ya lo arreglará después Artur Mas cuando regrese de su retiro espiritual.
