La infodemia…

No fue el Messi de las grandes ocasiones; desengañémonos, el 'catenaccio' italiano cuesta de romper, especialmente si concentras casi todas las expectativas y energías en un único jugador, aunque sea el mejor del mundo y de los tiempos. Sin embargo, sirvió de tregua. Llevábamos días, y especialmente horas, con una palabra en la boca: Coronavirus (Covidien-19). Antes del partido (Nápoles-Barça), muchos medios anunciaban poco menos que el apocalipsis, y la globalización introducía el virus de China desde Italia a Barcelona; la capital catalana situaba su nombre en el mapa epidémico del mundo. Así, con el culo apretado e intuyendo que las desgracias nunca vienen solas, deteníamos la crisis 90 minutos para 'viajar' a Nápoles y ver jugar al Barça. Suena a monólogo del Gila: "¿Es el enemigo?… ¿Ustedes podrían parar la guerra un momento?…". Exactamente así: ¿Es el coronavirus? ¿Usted podría parar la epidemia un momento? Es que tenemos que ver a Messi jugar. Y así fue, durante un partido de fútbol paramos el virus, y seguramente mañana lo volveremos a hacer.

Así, si podemos detener el miedo 90 minutos, ¿no podríamos intentar relativizarlo las 24 horas del día? Es difícil porque la infodemia (palabra candidata al neologismo de 2020…) que citaba la Organización Mundial de la Salud (OMS) para denunciar la sobrecarga de información no fiable que se extiende entre la población y provoca confusión y alarmismo, parece imparable. Ya se sabe que el ser humano presta más atención a las desgracias que en las alegrías, y los medios de comunicación viven de eso, de captar atenciones y, al parecer estos días, algunos de ellos están dispuestos a todo para pescar este interés.

Sin menospreciar los problemas de salud, especialmente teniendo presente la población de mayor riesgo, sería bueno que los profesionales de la información investigáramos sobre la vacuna que debería curar la infodemia. No vale todo por un mero clic o por algo más de 'share'. La población debe estar informada, evidentemente, pero no bombardeada ni alarmada; la sal es buena, pero el exceso puede hacer daño. Y esto sirve para el coronavirus y para tantas otras informaciones. No es normal, por citar un ejemplo reciente, que un exceso de desinformación alarme más a los familiares de los pasajeros del avión canadiense que hace unas semanas sobrevoló Madrid con problemas en el tren de aterrizaje, que al pasaje.

Ya lo dijo el sabio de turno, "cuando se descubrió que la información era un negocio, la verdad dejó de ser importante"

Esperamos que a la vuelta Messi pueda ser el de las grandes ocasiones y nos pueda ofrecer buenas noticias, y mañana también…

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