La enmienda 25

Con el permiso de Jair Bolsonaro, Boris Johnson, Lenín Moreno, e Iván Duque, Donald Trump ha sido el peor presidente en la gestión de la pandemia del coronavirus. Negó y aún niega la gravedad del virus, confinó tarde y mal, y todo ello ha arrastrado al país a cifras que ponen los pelos de punta, con más de dos millones de contagiados y unas 120.000 muertes. Sin embargo, el mandatario de la primera potencia mundial -¿o ya es China?- sigue desbocado, como un elefante en una cacharrería, arrasando con todo lo que encuentra. La última perla la soltó en el desértico mitin de Tulsa (Oklahoma), donde confesó haber mandado reducir las pruebas para detectar el bicho para rebajar así el volumen de nuevos positivos. "Ojos que no vende…". "Ha hecho broma", se han apresurado a decir sus asesores intentando corregir la enésima metida de pata presidencial.

Antes, el mismo Trump tuvo la 'genial' idea de recomendar a la población inyectarse desinfectante para curar la Covid-19. Regla de tres 'trumpista': si la lejía desinfecta las superficies, ingerida limpiará los interiores humanos. ¿Resultado de la ocurrencia? Más de cien ingresado intoxicados por ingerir detergentes siguiendo las recomendaciones de Trump. El mismo presidente estadounidense decía después que, de nuevo, había sido una broma.

El bromista de Trump también forzó la destrucción de una producción de test para detectar el coronavirus tras visitar y pasearse sin mascarilla en una fábrica que los fabrican, infectándolo todo.

Los Estados Unidos es capaz de lo mejor y de lo peor en un cerrar los ojos. Los americanos han pasado de votar y disfrutar de un presidente empático y capaz como es Barack Obama, a votar y sufrir esta especie de payaso circense -con perdón de los payasos circenses- de Trump. La popularidad del esperpéntico presidente se encuentra bajo mínimos y las encuestas indican que podría perder las elecciones, añadiéndose así al selecto club de los presidentes que no revalidan el mandato –Carter, Bush padre…-. Si fuera así, que lo dudo, sería por demérito de Trump, no por acierto de su rival, el desaparecido Joe Biden.

Desconfío de los políticos que dicen que el pueblo se equivoca cuando no les vota a ellos. El pueblo, soberano, no suele equivocarse en ninguno de los casos. Sin embargo, haría una excepción en el caso de Trump. Cuando sus americanos le votaron por primera vez, ya sabíamos que le faltaba un hervor y, a pesar de que Hillary Clinton no era una buena alternativa -tampoco lo es Biden-, no se puede alegar ignorancia -o justamente es el único que se puede alegar…-. Cuatro años y un cúmulo espeluznante de errores sobre la mesa después, Trump debería ser la última de las últimas opciones de voto.

Trump no debería haber sido nunca presidente de Estados Unidos, y en caso de error, como es el caso, se le debería haber aplicado la enmienda 25 de la Constitución, que permite su destitución por incapacidad a "ejercer las funciones y obligaciones de su cargo".

(Visited 96 times, 1 visits today)
Facebook
Twitter
WhatsApp

HOY DESTACAMOS

Deja un comentario