China, el nuevo colonialismo

El Partido Comunista chino, se ha propuesto ser la primera potencia mundial. Es muy posible que de aquí a pocos años éso sea una realidad.

La lucha por la hegemonía mundial va mucho más allá de la economía. Después de la Segunda Guerra Mundial existían dos modelos de sociedad. El comunista representado por la URSS y el democrático liberal de los EE.UU. y los países occidentales. La caída del Muro de Berlín supuso el derrumbe del comunismo como ideología y la democracia liberal quedó como modelo triunfador.

El politólogo Francis Fukuyama en 1989 escribió un artículo, El Fin de la historia, en el que afirmaba que después de la derrota del nazismo y posteriormente del comunismo sólo había un modelo de sociedad: la democracia liberal a la que todos los países tendrían que tender.

En Occidente se creía que la creciente inversión extranjera en China la obligaría a hacer una apertura política y a la democratización del país. Esta visión fracasó y con las grandes inversiones hechas en China contribuyeron a que se convirtiera en una gran potencia, autocrática, mucho más eficiente que lo que ofrece el capitalismo democrático. El progreso económico y social conseguido por China está deslumbrando a algunos países, que quieren imitar sus pasos.

El presidente de China, Xi Jinping, ha marcado las líneas estratégicas para el año 2025, en las cuales quiere desarrollar su capacidad tecnológica, científica, militar, industrial y convertir muchas de las grandes empresas en campeones nacionales con presencia mundial.

El proyecto de La Ruta de la Seda, liderado por China, es un buen ejemplo de cómo está ganando influencia en el mundo. Es el proyecto de inversiones más grande de la historia. Pretende conectar por tierra y mar 71 países de Asia, Europa y África, con nuevas infraestructuras ferroviarias, terrestres, portuarias y oleoductos, con una inversión de 150.000 millones de dólares anuales.

China está invirtiendo también grandes sumas en África y Llatinoamérica en la compra de grandes fincas agrarias, explotaciones para extraer materias y minerales estratégicos y haciendo grandes inversiones en infraestructuras, financiadas con créditos a largo plazo. Es una manera moderna de hacer neocolonialismo, que le permite tener una gran influencia sobre estos países.

Esta creciente influencia de China en el ámbito mundial choca con los intereses de su gran rival, Esrados Unidos. La ven como una amenaza a su hegemonía. Para fortalecer el país el presidente Donald Trump quiere, entre otros cuestiones, reducir las importaciones, aumentar la producción nacional y disminuir el déficit comercial. En esta línea ha lanzado serias amenazas a China y le ha impuesto cuotas a las importaciones, ha aumentado los aranceles y ha prohibido venderle productos tecnológicos. El aumento del proteccionismo del EE.UU. y la rivalidad con China están trayendo un aumento del proteccionismo y la disminución del comercio mundial.

El progreso evidente de China también té muchas debilidades. La matanza en la plaza Tiananmen por pedir más democracia no se olvidará fácilmente. Y cómo se resuelva la crisis de Hong Kong, tampoco. China sigue siendo un régimen autocrático, que da libertad en temas económicos, pero niega las libertades cívicas y políticas y es muy poco respetuosa con los derechos humanos. Es un país muy endeudado, con posibles burbujas en el sector financiero e inmobiliario, condiciones de trabajo muy precarias, y elevada polución, entre otras cosas. También ha generado fuertes tensiones con los países vecinos, por reclamaciones territoriales.

China se ha convertido económicamente en la segunda potencia mundial y su influencia política está aumentando. No hay duda de que aspira a ser la primera potencia mundial y va camino de conseguirlo. Está desarrollando un nuevo neocolonialismo, que consiste en comprar propiedades y empresas y financiar las grandes infraestructuras con dinero propio. Una deuda que el país tendrá que ir pagando durante años.

Estamos en un momento con muchas incertidumbres. Una negociación sensata y un acuerdo razonable entre estos dos países enfriaría su nacionalismo y permitiría buscar las fórmulas de entente y de distensión globales que tanto se necesitan.

 

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