¡Gracias, Rivera!

Ya va siendo hora de que alguien agradezca al homónimo Albert Rivera (nos distancia una letra y una multitud de ideas …) la tremenda lección que nos ha dejado como ha legado. El fanatismo, la intransigencia, la falta de empatía, acaban pasando factura. Rivera, el niño consentido del Ibex que tocó el poder con la punta de los dedos, ha dilapidado su fortuna política a una sola carta: quería ser Vox y de Vox sólo hay uno (afortunadamente). Puestos a elegir entre un fanatismo de raza o su marca blanca, los electores han acabado votando la primera opción. Antes, recibió un montón de avisos que le indicaban el desastre, pero decidió desoírlos; así, destacados dirigentes de su partido desfilaron, agotados por la intransigencia. Desde el precipicio, Rivera decidió dar un paso adelante…

Un partido que nace con los principios de Marx (Groucho), a la contra del catalanismo de Maragall (Pasqual), ubicándose en tierra de nadie (ni 'rojos' ni 'azules'), estaba condenado al fracaso. Sin embargo, hay que reconocer que su ascensión fue vertiginosa, casi tanto como la caída. Hay un proverbio chino que dice que si quieres que algo caiga, simplemente antes lo pongas bien alto. El establishment español, que a lo largo de estos años le ha hecho crecer, con alimentación asistida si se quiere, ahora le ha dejado caer. Rivera incumplió parte del contrato: yo te elevaré, pero a cambio tendrás que complacerme cuando te necesite … Y cuando llegó la necesidad, cuando los naranjas debían votar Pedro Sánchez para ahorrar al país unas nuevas elecciones y al mismo tiempo evitar el pacto entre socialistas y populistas e independentistas, los delirios de grandeza de Rivera le hicieron mirar hacia otro lado. Como la película 'Pactar con el diablo', en la que el joven y ambicioso abogado que interpreta Keanu Reeves vende su alma al diablo, magistralmente interpretado por Al Pacino, Rivera vendió el alma al Ibex y este le ha acabado pasando factura.

Ahora, los buitres (diles charranes …) sobrevuelan Ciudadanos para ver qué pueden recoger. Mientras el PSC se afana en hacer suyos los votos catalanes de Cs, el PP lo quiere todo: los votos y los dirigentes salvables. En este impasse, Inés Arrimadas se ha erigido como albacea de Cs, e intenta cumplir sus últimas voluntades. Como cuando miras la película ‘El sexto sentido’ por segunda vez, en que ya todo el mundo sabe que el psicólogo que interpreta Bruce Willis está muerto (perdón por el spoiler), a Arrimadas le pasa algo parecido con Cs.

Volviendo al principio, a Rivera no se le agradecerá lo suficiente la lección que nos ha dado: en política no todo vale. Como decía el presidente Abraham Lincoln, "se puede engañar a parte del pueblo parte del tiempo, pero no se puede engañar a todo el pueblo todo el tiempo".

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