Fuego nuevo

La familia Monster ha sido la protagonista indiscutible de esta verbena. Más allá del reclamo turístico de borrachera que ensucia las playas del frente marítimo, las hogueras de San Juan tienen un efecto terapéutico sobre las poblaciones oprimidas porque sirven para quemar todos los demonios acumulados. Hacer fuego nuevo, que dicen. Y como sé que nadie encargará nunca una encuesta para saber qué o a quién hemos enviado a la hoguera este 2018 de pensamiento, palabra u obra (espero que no sea este el caso), ya me he encargado yo de hacerla. Por un lado, he preguntado a amigos y conocidos. Por otro, he hecho mi propio trabajo de campo visitando hogueras y, como decía al principio, los Monster han ganado por goleada.

La familia irreal también ha estado en mis pensamientos mientras contemplaba el fuego del Arco del Triunfo después de devorar un trozo de coca rellena de nata que ha enviado a la mierda los ocho meses de operación biquini. La verdad es que ha sido fijar la mirada en la hoguera y comenzar a enviar a las llamas a todo Dios sin contemplaciones. Me he sentido tan feliz como Cersei Lannister jugando con el fuego valyrio. Y si alguien se ha salvado de la quema ha sido porque me han distraído a menudo para servirme cava y controlar el desbocado fuego. Porque con tanta leña (real y metafórica), parecía que tuviese que tragarse el mundo empezando por el grupo de turistas zumbados que giraban a su alrededor como derviches a punto de levitar.

Este San Juan mi lista de candidatos a acabar bien achicharrados era larga. He enviado a la hoguera a los violadores de La Manada y a los jueces que los han dejado libres con unos motivos que demuestran que en este país las togas se regalan en la rifa como los másters. Por un momento he pensado que la decisión del tribunal escondía un mensaje subliminal de linchamiento público. Todas las mujeres de este país sabemos qué cara tienen y tenemos el deber de convertir sus cinco miserables vidas en un infierno. Después he pensado que estaba valorando excesivamente la inteligencia de los letrados y he optado por quemarlos preventivamente para evitar que sigan encarcelando a inocentes.

En mi hoguera simbólica he quemado también al ínclito Trump que separa criaturas de sus padres y los destierra a centros de internamiento para desinfectarlos como hacían los nazis. Y como he dicho antes, en el paquete iba también el tándem borbónico porque ha continuado con su visita oficial como si esta salvajada no fuera con él, cosa que demuestra de nuevo que las monarquías no sirven para nada. Este pensamiento ha ardido muy bien y la imagen del cuñado delincuente encarcelado en un harén mientras espera el indulto ha dibujado una bella llama.

Los políticos también han recibido lo suyo este San Juan. En la hoguera ha acabado la plana mayor de los populares. Comenzando por el ex-presidente que, desde que ha vuelto a Santa Pola a hacer ver que trabaja, se le ha quedado una cara de pasmado que espanta. Y acabando por los buitres que se disputan los restos del cadáver putrefacto. También han ardido los socialistas catalanes por haber pactado en Badalona con el fascista García a cambio de gobernar un miserable año y por haber votado en Barcelona contra la prohibición de las manifestaciones de extrema derecha. El fuego ha revivido con Carles Puigdemont, a quien responsabilizo del dolor crónico en la cabeza que arrastro desde el otoño, y a Quim Torra, a quien no le perdono tanta fanfarronería.

Los últimos en quemar han sido los republicanos barceloneses con Alfred Bosch a la cabeza. Los he condenado a la hoguera por intentar tratarme como si fuera idiota: montar deprisa y corriendo una falsa plataforma de independientes progresistas para contrarrestar los movimientos de los convergentes tuneados está ya muy manido. Están los republicanos tan sobrados pensando que ganarán de calle a la hAda Colau que ni tan solo disimulan que todos los miembros que presentaban el Moviment Barcelona o son de ERC o casi. Me ha sorprendido encontrar entre los presentes a Jordi Giró, el presidente de la Confavc. No sé si las federaciones vecinales catalanes verán bien que su presidente utilice la entidad de trampolín para hacer política. A mí me huele a chamusquina.

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