España, vista a través de un espejo cóncavo

Ramón María del Valle-Inclán deformaba la realidad como pocos, la hacía grotesca, elevando a los altares el esperpento. El dramaturgo lo resumía así: "La imagen más bella es absurda en un espejo cóncavo". Ochenta y tantos años después, España se sigue mirando en el espejo valleinclanesco. Lo pensé el otro día, cuando reapareció el autor de "Luces de Bohemia" en el Congreso. El diputado de mayor edad del Parlamento y, por tanto, presidente de la cámara en su constitución, el socialista burgalés Agustín Javier Zamarrón Moreno, concuerda en cuerpo y verbo con el escritor gallego. Por otro lado, parte de lo que pasó en la sesión constitutiva de la cámara baja también tiene mucho de esperpento; de hecho, la realidad del país tiene muchas de las obsesiones del aclamado escritor.

Con la solemnidad propia del siglo pasado, Zamarrón entonaba en un principio el mea culpa en una inacostumbrada intervención donde lamentaba no haber formado gobierno la anterior legislatura: "Desde la dignidad institucional, que por casualidad represento ahora y aquí, pido perdón al pueblo español por el incumplimiento en la XIII legislatura del trascendente mandato constitucional de otorgar un gobierno a la nación", decía y flexionaba la cabeza para más majestuosidad y para reforzar el sentimiento de culpabilidad. Un gesto inusual que no ha hecho nadie antes, ni Pedro Sánchez, ni Pablo Iglesias, ni ninguno de los otros líderes políticos que podrían haber salvado la incorrección. Llama la atención que sea lo que llamaríamos un diputado de provincias, médico jubilado, quien se flagela en plaza pública, mientras los otros se dedican a sacudirse las culpas de encima, señalando el vecino como máximo responsable del pecado. No quiero ni imaginar como expiraría Zamarrón las culpas si la incapacidad política requiriera una tercera elección.

El 'Valle-Inclán' del Congreso no lo dijo, pero quizá lo pensó: el incumplimiento constitucional de otorgar un gobierno a la nación ha salido caro, muy caro; tanto, como 52 diputados de extrema derecha (VOX). Las izquierdas y sus egos han servido de alfombra roja para que los más fachas de la aldea entraran hasta la cocina de la democracia, y se sirvieran. La reiteración electoral ha salido cara y pronto lo iremos viendo. ¿A cambio de qué? De nada. Las izquierdas están más débiles, y ahora se esfuerzan por alcanzar el puñado de votos que les falta para investir Sánchez. El máximo éxito del operativo ha sido el hundimiento de Ciudadanos y la caída de Albert Rivera. En el espejo cóncavo, España sale más esperpéntica que nunca.

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