¿A qué barrios tienen que irse los fascistas?

La escena se está repitiendo mucho en los últimos tiempos. Primero, las víctimas fueron miembros y simpatizantes de Ciudadanos y Sociedad Civil Catalana. Desde hace unos días se han sumado los de Vox. Montan una paradita o un acto en alguna población y se organiza una acción de protesta contra ellos, con dos lemas repetidos reiteradamente: "Las calles serán siempre nuestras" y "fuera fascistas de nuestros barrios".

Las imágenes de la acción de estos manifestantes antifascistas contra una paradita de Ciudadanos en Vic, el pasado sábado, dan miedo. En las elecciones al Parlament de Catalunya del 21 de diciembre de 2017 hubo 2.899 hombres y mujeres de Vic que votaron al partido de Inés Arrimadas. ¿Pueden pisar las calles de la ciudad? ¿Tienen que irse del barrio de Remei? ¿Del de Ronda Ausetans? ¿Del de Santa Anna? ¿A qué barrio pueden ir sin que les amenacen con echarlos?

En nuestros barrios, en los de medio mundo, hay gente de todos los colores e ideologías. Sería maravilloso que no hubiera gente en Vic, Barcelona o cualquier rincón de Catalunya con pensamiento ultraderechista. Que nos pudiéramos ahorrar sus comentarios xenófobos o machistas. Pero el castigo por hacerlos o por votar Ciudadanos o Vox ¿puede ser expulsarlos del barrio donde viven?

Se supone que esta expresión se refiere a que los fascistas llegan de fuera, que no son de aquí. Pero Ciudadanos fue el partido más votado a las últimas elecciones al Parlament. Uno de cada cuatro catalanes les votó. Lo hicieron 1.109.732 electores. Recolocar a un millón de personas con las dimensiones que tiene Catalunya no es una tarea sencilla. No me imagino una Catalunya fragmentada en regiones donde los de Ciudadanos y Vox vivan en unas y los que les tildan de fascistas en otras. Y que cuando los primeros se atreviesen a ir a territorio enemigo les gritasen "fuera fascistas de nuestros barrios" y cuando estos fueran al territorio de los primeros salieran escopeteados con una multitud abucheándolos al grito de "fuera independentistas de nuestros barrios". En Bélgica va poco más o menos así. Exagero, sí, pero la división entre los belgas flamencos y valones es de lo más deprimente. Y no es el tipo de convivencia que querría por mi país.

En medio de tanta pasión, hay que valorar el gesto de un joven que pasó con su hijo por delante una paradita de Vox en Sant Vicenç dels Horts, este mismo sábado, y llamó "fascistas" a las personas que repartían propaganda. Al cabo de un rato volvió y pidió disculpas. Les dijo que no estaba de acuerdo con ellas y que se había "calentado" pero que se arrepentía del ataque de arrebato e hizo apretones de manos y abrazos con los ultraderechistas.

Al fascismo hay que echarlo. Pero a gritos no lo conseguiremos.

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