Elecciones o no elecciones…

Mientras en Cataluña algunos, cada vez más, clamamos al cielo por unas elecciones anticipadas, en Madrid se lanzan a ellas de manera innecesaria. Cuando Carles Puigdemont ‘abdicó’ en Quim Torra y éste asumió su rol vicarial, el editor de Blanes decía que su "único mandato" era la república catalana. Un año y dos meses después, como diría Joan Tardà, "el més calent és a l’aigüera". Desengañémonos, como dijo Sabino Fernández Campo en otras circunstancias, la ansiada república catalana "ni está, ni se la espera". Entonces, si no avanzamos hacia el mandato único, ¿qué debemos hacer? ¿Cómo salimos de esta inacción? Cuando el tándem Puigdemont/Torra envió sus 'mejores soldadas' a las guerras electorales –Elsa Artadi a Barcelona y Laura Borràs a Madrid- o Oriol Junqueras hizo lo mismo con Ernest Maragall, ya quedó claro que gobernar la Generalitat no era una prioridad única, que la cosa va de ganar elecciones, o de intentarlo.

La provisionalidad en que se ha instalado el gobierno de Torra exaspera a propios y extraños. Por eso, cuando el presidente interino dice que tras la sentencia del proceso quiere un referéndum en lugar de elecciones, se entiende bastante y bien la desesperación republicana. ¿Otro referéndum? ¿A cambio de cuántos referendos te dan una república? Volvamos a Josep Tarradellas: "En política se puede hacer todo, menos el ridículo". Una máxima de la que la nueva política debería tomar buena nota. Torra, y quienes manejan los hilos del títere, está haciendo el ridículo, no hay que ser Tarradellas para verlo. Así, la convocatoria electoral -facultad que sólo tiene el presidente, ciertamente- clama al cielo. Esto, sin revolver entre la basura del Gobierno independentista, que huelen mal. El pacto en la Diputación de Barcelona entre Junts per Catalunya y el PSC hace de estocada final a un pacto que ya venía torcido antes de nacer. Sólo hay que ver cómo vuelan los cuchillos entre JxCat y ERC en los pueblos para intuir la magnitud de la tragedia.

Y mientras aquí no queremos oír hablar de unas elecciones que se intuyen necesarias, en Madrid no se habla de otra cosa. Lejos quedan los gritos de los simpatizantes socialistas en Ferraz la noche electoral: "¡Con Rivera no!", Y "¡sí, podemos!". La extraña pareja, Pedro y Pablo, no se entienden, o eso nos hacen creer. De momento, juegan a tensar la cuerda, y ésta ya presenta síntomas de rotura. Tentar la suerte demasiado a menudo tiene sus riesgos; una nueva cita electoral española puede llevar a una victoria aritmética de las derechas -cada vez más extremas todas ellas. Pedro y Pablo verán si se la juegan o no. Tras la moción de censura y a escasos días de las elecciones que ganaron los socialistas, repetirlas no parece la opción más acertada.

En cualquier caso, la convocatoria de unas y otras elecciones está sólo en manos de Torra y Sánchez, respectivamente.

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