El estilo de vida europeo

Este domingo, salgo de casa para ir a almorzar. Son las 9 de la mañana y tropiezo con un montón de cartones bajo los cuales se supone que duerme alguien. Unos metros más allá hay una tienda de campaña azul, en forma de iglú, de la que sale un hombre que se prepara para desmontarla y para ir a buscar chatarra o lo que sea con un carro de la compra de supermercado que ya tiene medio lleno. Hay gente que vive así en Europa. Mucha gente. Cada vez parece que hay más.

Esta forma de vivir es parte del 'estilo de vida europeo'. La nueva presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, no debió pensar en las personas que viven así cuando puso el nombre de 'Protección del estilo de vida europeo' a la vicepresidencia de su equipo encargada de tratar temas como la emigración, la seguridad, la educación, la cultura, la juventud y los derechos sociales. El cargo recae en Margaritis Schinas, que había sido portavoz del presidente saliente, Jean-Claude Juncker. Después de las muchas quejas que ha recibido por su referencia al estilo de vida europeo, von der Leyen ha anunciado que rebautizará esta vicepresidencia. Incluso, el propio Juncker lo encontró desacertado.

En Europa conviven varios estilos y niveles de vida. Hay unas bases comunes, de respecto a los derechos humanos fundamentales, la democracia y la promoción del estado del bienestar (a veces más teóricas que reales), pero que no son exclusivas de los países que forman la CE. ¿De quien hay que 'proteger' ese 'estilo de vida europeo'? ¿De los inmigrantes? Por lo que hemos visto en los últimos años la defensa de los derechos humanos y de la sociedad del bienestar la ponen en cuestión algunos dirigentes europeos. Cito al italiano Matteo Salvini y al húngaro Viktor Orban, pero hay una pandilla más. Cuando estalló la crisis financiera en 2017 y 2018, algunos países europeos habríamos necesitado que nos 'protegieran' de las decisiones políticas que tomaban en Bruselas los representantes de ese 'estilo de vida'.

Nuestro 'estilo de vida europeo' está lleno de defectos e injusticias que hay que corregir. No tenemos que protegerlo sino mejorarlo y repartir sus beneficios entre todos los que viven en Europa -con un hogar en condiciones o durmiendo en la calle- y los que quieren venir a hacerlo. Nadie ha dicho que sea una empresa fácil. Pero encerrarnos dentro de nuestro caparazón es la peor solución de todas. Y la más incompatible con la defensa de los derechos humanos que decimos que es fundamental en nuestra forma de entender la vida y la política.

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