El ascensor ya funciona

Vuelven ruidos que habían desaparecido en los últimos días. El del ascensor de casa en marcha, por ejemplo. Hacía mucho tiempo que sólo lo escuchábamos esporádicamente. O ni eso. Había días en que no lo escuchaba en absoluto. Y el caso es que lo habíamos reparado no hacía mucho. Muchos vecinos vuelven a utilizarlo. Yo, no. Dicen que el virus se está un buen rato danzando por el aire hasta que decide bajar al suelo. No pienso ponerle fácil que me enganche.

Hay otro ascensor que hacía mucho más tiempo que el nuestro que no funcionaba bien. Es el ascensor social, aquel que se supone que tiene que permitir que las personas de clases humildes puedan subir en la escalera social y acceder a los lugares más elevados a nivel de retribuciones económicas, de prestigio público o de formación intelectual y profesional. Este ascensor funciona muy mal. Sólo ha sido útil para colectivos muy reducidos y en muy pocos países. El sistema no da por más. Mejor dicho, el sistema está concebido para que funcione lo justo para que los que aspiran a beneficiarse de él no tiren la toalla y se subleven y los que viven en los pisos de arriba de esta escalera no teman perder su lugar de privilegio.

La pandemia de la Covid-19 apunta directamente a estropear definitivamente este ascensor. A pesar de que el coronavirus que causa esta enfermedad no entiende de fronteras físicas sí que está en la base de una crisis económica y social que perjudica a las personas y las comunidades más vulnerables. Los niveles de paro y de precariedad laboral y vital se han disparado. El sistema que hemos tenido hasta ahora, incluido el ascensor que nos vendía, no servían para avanzar hacia una sociedad más justa. Recortaba servicios básicos como la sanidad y la atención social en vez de recortar las distancias entre el bienestar de los ricos y los pobres. Ahora, es evidente que no podemos confiar en él para hacer frente a los efectos terribles de esta crisis en la ciudadanía más expuesta a la pobreza y a las dificultades para acceder a un nivel de vida digno.

Para que el ascensor social funcione hay que darle la vuelta a la tortilla al sistema que tenemos. No tanto para que los pobres suban al ático y los ricos bajen al entresuelo. De entrada, quizás nos podríamos dar por satisfechos con viviendas con sólo tres o cuatro plantas hasta que llegue el día en que vivamos en unas nuevas donde no nos hagan falta ascensores de ningún tipo.

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