El 1 de octubre hace dos años que dura…

Titulaba con acierto el fotoperiodista Jordi Borràs su libro gráfico del 1 de octubre "Días que durarán años". A fe de Dios que tenía razón. Sin ir más lejos, hace dos años que el 1-O dura, y espera. Hay cosas de ese día que quedaron grabadas a fuego ardiente en la memoria colectiva de los ciudadanos y que difícilmente podremos borrar, fuéramos del bando que fuéramos. Por ejemplo, los porrazos de la policía todavía duelen; duelen a 'indepes', equidistantes y unionistas. Costará olvidar los despropósitos de aquel delirio. Nadie o pocos esperaban que el referéndum del 1-O, que en teoría tenía el mismo valor que la consulta del 9-N, es decir, ninguno, o meramente simbólico- acabaría como el rosario de la Aurora. ¿Por qué el 9-N sí y el 1-O no?

Me he referido en más de una ocasión y en este mismo espacio en la mítica película 'Groundhog Day', más conocida como 'El Día de la Marmota' -la del meteorólogo que, sin saber el por qué ni el cómo, cada día se levanta repitiendo el mismo día, el de la marmota. La película que interpreta Bill Murray me recuerda el ‘procés’ en general y el 1-O en particular. Cada día, cuando en el despertador siempre suena la misma melodía ('I Got You Babe' de Sonny & Cher), siempre estamos cerca de ser independientes y el día acaba sin concretar nada y al día siguiente vuelve a sonar la misma música y así día tras día. Es más, cada día cobra más fuerza la necesidad de repetir el 1 de octubre, esta vez de manera acordada para que desde el exterior nos pueda contar mejor. 9-N, 1-O … el día de la marmota. Como cuando era pequeño y mi padre me tiraba la pelota de baloncesto de nuevo; "hasta que la entres", me decía, y repetíamos tantas veces como eran necesarias. Pues ahora parece que haremos el referéndum tantas veces como convengan, hasta que nos lo aprueben (hasta que, como la pelota, entre en la canasta). Cabe decir que este 'Groundhog Day' también se repite en España, con las elecciones generales.

Recuerdo la víspera del 1-O de 2017; estábamos preocupados por si Europa y el mundo en general nos miraría. El 9-N no nos hicieron mucho caso y la esperanza 'indepe' era que esta vez sí, que todas las miradas se depositaran sobre Cataluña. El final fue así, los ojos de medio mundo enfocaron hacia aquí, pero no fue tanto un mérito 'procesista' como un demérito del Estado, que desempeñó un exceso desproporcionado de violencia. Un precio muy alto por un anuncio publicitario. Tengo la sensación de que si el 1-O el Estado nos hubiera ignorado la atención internacional se hubiera dispersado y todo habría quedado en un 9-N.

Cuando el independentismo pierde fuerza, y el alargamiento del proceso lo está dividiendo y debilitando, siempre sale algún espontáneo dispuesto a echar una mano; el último empujón la encontramos en la detención de los siete activistas de los CDR. Una buena inyección de pan con tomate, ahora que el proceso mostraba altos síntomas de agotamiento. Y el despertador volverá a sonar y el 1 de octubre continuará celebrándose día tras día, como en la marmota.

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