Echaremos de menos a Obama

El analista internacional venezolano Moisés Naím, autor de «El fin del poder», describía en la entrevista de la contra de la Vanguardia los límites del poder con una acertada metáfora: «Los gobernantes son hoy como Gulliver, atado al suelo por miles de pequeños enanitos con sus hilillos«. La referencia al viajador de Liliput viene a cuento del relevo presidencial en los Estados Unidos. Gulliver viene a ser Donald Trump y como le ocurre al héroe de Swift, al magnate también le atarán de manos y pies innumerables actores con demandas judiciales. A las limitaciones presidenciales de la primera potencia mundial, Naím las llama el síndrome de Guantánamo, recordando como Barack Obama intentó sin éxito cerrar la vergonzante prisión norteamericana. Aunque, como en el caso de Guantánamo, los límites del poder pueden ser incomprensibles, en general y previniendo el desastre Trump, son bienvenidos.

A pesar de Guantánamo, pienso que Obama habrá sido uno de los mejores presidentes que ha tenido Estados Unidos. Como ocurre con algunos cuadros, que la belleza sólo se aprecia cuando te alejas, el trabajo hecho por el primer presidente negro estadounidense será bien valorado cuando pase más tiempo. Por otro lado y por desgracia, nadie duda de que los desastres de Trump puedan hacer aún mejor a Obama.

Obama llegó al poder cuando el país estaba empantanado en dos guerras y sufría la peor recesión desde la de 1929. Pues bien, Obama sacó al país de aquellas dos guerras y de la recesión, consiguiendo 75 meses seguidos de creación de trabajo, la mayor etapa de crecimiento de los Estados Unidos en su historia. Estos serían los titulares, en la letra menuda hay otros éxitos logrados en el mandato Obama, pero y también grandes decepciones.

Algunas de estas desdichas nos devuelven a Gulliver. En Estados Unidos el presidente tiene mucho poder, pero no todo el poder del mundo y Obama ha tenido que aceptar que todo lo que quería hacer no era posible. De hecho, el hasta ahora presidente estadounidense no ha contado nunca con la mayoría de ambas cámaras y se ha visto obligado a hacer filigranas para sacar adelante algunas de las medidas que había anunciado en campaña. Inicialmente, Trump dispondrá de este control, siempre y cuando sepa entenderse con los que teóricamente son sus aliados, los republicanos. De hecho, si alguien hace caer a Trump éste será republicano. El nuevo presidente tiene cara de sufrir un impeachment y de no terminar su mandato. Tiempo al tiempo.

Volviendo a Obama, aparte de sus luces y sus sombras, por las que se le acabará juzgando, intuyo que la historia lo convertirá en uno de los presidentes más empáticos que ha tenido la primera potencia mundial. Una calidad que ha sabido trabar gracias también a la ayuda de la primera dama, Michelle Obama –figura que irá adquiriendo notoriedad cuando se acerquen las próximas elecciones presidenciales.

Como decía Obama en su despedida: «Sí pudimos, sí podemos«…

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