Lo leí un día en una pared de quién sabe dónde: "Dos monólogos no hacen un diálogo". El grafitero debía tomar la precisa frase de algún clásico. El recuerdo de la pintada viene a cuento del segundo encuentro entre Quim Torra y Pedro Sánchez. Ambos presidentes coinciden en que quieren dialogar. El primer quiere hacerlo sobre el referéndum; el segundo, sobre temas de intendencia -incluso hay un tercero (Pablo Casado) que quiere que hablen (sólo) del 155. El monólogo de Torra sobre el referéndum, sumado al monólogo de Sánchez sobre temas de gestión, no hacen un diálogo, hacen dos monólogos aquí o, como diría Josep Lluís Carod-Rovira, en la China popular. Pero, menos da una piedra…
De entrada, no se ponen de acuerdo ni en la definición del marco del encuentro. Para el Gobierno catalán se trata de una cumbre de gobiernos, y para el español no es más que un mero encuentro entre presidentes que aprovechan, como quien no quiere la cosa, la víspera de un consejo de ministros que ahora se quiere hacer itinerante, para hablar. Unos pretenden inflar el gesto y los otros rebajarlo y, así, unos y otros, tratan de contentar sus respectivas parroquias, sin perder más sábanas en esta nueva colada.
No obstante, aunque el diálogo llegue muy trabado a la mesa de negociaciones, después de tanto tiempo criticando con razón la falta de voluntad del gobierno de Mariano Rajoy de sentarse en una mesa para tratar de reconducir la situación, clamaba al cielo que el segundo encuentro entre presidentes debía celebrarse sí o sí, aunque acabe convirtiéndose en un estéril duelo de monólogos. La idea contraria, la de no dialogar, devuelve la jugada al punto de partida y enroca aún más un conflicto que va por el camino de eternizarse.
Ahora, en vísperas del juicio del 1 de octubre, con líderes independentistas injustamente encarcelados preventivamente y en huelga de hambre, los que defendemos que el proceso no debería haber salido nunca de la senda del diálogo político, se nos haría difícil entender una negativa al diálogo proveniente de la parte catalana, contrapuesta a la voluntad de hablar, poco y en voz baja si se quiere, por parte del gobierno de Sánchez. Resumiendo, mejor dos monólogos que nada.
