Digestiones políticas

Mi abuelo, que dedicó toda su vida a su máxima vocación que era la medicina, siempre me decía en verano que no me bañara a la piscina si no había pasado un buen rato haciendo la digestión. Él consideraba que era clave digerir bien para poder hacer después ejercicio físico como correr o bañarse a la piscina. Estoy convencido que una parte importante de la ciudadanía española todavía no ha digerido los resultados de las elecciones generales cuando, de nuevo, la clase política les pide el voto para las elecciones municipales, autonómicas y europeas.

En menos de un mes, los electores tenemos que decidir el rumbo del país de los próximos cuatro años en los diferentes niveles territoriales. Lo ideal sería que los gobiernos municipales y autonómicos fueran de izquierdas para generar una fuerte entente entre las diferentes administraciones. Aun así, es muy posible que se produzca un juego de equilibrios entre los diferentes gobiernos, que podría complicar bastante la toma de decisiones importantes como la reforma del sistema de financiación autonómica.

Por otro lado, la campaña electoral ha empezado con la pérdida de Alfredo Pérez Rubalcaba, un actor político clave para entender la política española de las últimas décadas. Pocas horas más tarde que se anunciara la muerte del exvicepresidente del gobierno español, la organización política Arran hacía un tuit donde decía: «Hasta nunca más, Rubalcaba, ministro de los GAL y firme defensor del terrorismo de estado. ¡Nos vemos en el infierno!». En política, el debate y la discrepancia son una riqueza, la intolerancia y las faltas de respeto no lo son. La libertad de expresión, consagrada en la Constitución, tiene unos límites. Pero más allá de esto, que es imprescindible, hay que recordar que si no hubiera sido por dirigentes políticos como Rubalcaba o por el exlehendari Patxi López es posible que el terror de ETA hubiera continuado unos cuántos años más.

La situación de anormalidad política, social y democrática que vivió el País Vasco durante décadas se plasma en hechos como que Patxi López devino lehendekari con los votos del PP porque ETA mataba a aquellos que no tenían la misma idea de Euskadi que ellos. Parece mentira que a estas alturas de la película Arran todavía se erija como una organización antifascista; no sólo por el tuit citado sino por los litros de pintura amarilla que han lanzado contra las sedes de fuerzas políticas no independentistas o por el hecho de boicotear que Álvarez de Toledo participara en un acto en la Universitat Autònoma de Barcelona.

Es absolutamente legítimo que los simpatizantes de Arran discrepen e, incluso, se sientan antagónicos a las ideas de formaciones políticas como C's, PP o VOX. Pero ¿se imaginan que los militantes socialistas o de Adelante Andalucía boicotearan los actos de Vox en Andalucía día sí día también, después de ver que el gobierno de la Junta depende continuamente de los votos de la fuerza política de extrema derecha? Ciertamente, sería hacerle un flaco favor a la democracia. Tanto el PSOE cómo Adelante Andalucía son perfectamente conscientes de que a la extrema derecha se la combate con ideas y con argumentos y no tirando piedras, señalando o agrediendo a aquellos que no piensan como ellos.

Ante esto, lo que cualquier demócrata espera es que el Presidente de la Generalitat condene el mensaje de Arran. Pero, ¿quién puede esperarlo si parte de su familia está vinculada a los CDR, con una estrecha relación con organizaciones políticas como Arran o la CUP? No sólo estamos ante un gobierno catalán inactivo sino que estamos ante un ejecutivo que sólo condena lo que le interesa. Esto no es otra cosa que la consecuencia más clara de que la política catalana se hace con un mando desde Waterloo.

El tuit de Arran me hizo pensar en la importancia de escoger un buen alcalde o alcaldesa de Barcelona. Es posible que, ante la carencia de acción del gobierno catalán, el próximo alcalde de Barcelona adopte una posición institucional muy importante. Incluso, se podría convertir en 'interlocutor con otras administraciones ante un presidente catalán ausente. ¡Qué paradoja pedir continuamente más competencias cuando es incapaz de desarrollar al máximo las que tiene actualmente! Hará falta, sobre todo, un alcalde o alcaldesa que gobierne para todo el mundo y que no dependa ni socialmente ni políticamente de los votos de los extremistas, que lo único que hacen es debilitar las instituciones democráticas.

Antes, sin embargo, será necesario que la ciudadanía haga una buena digestión y vote por aquel candidato o candidata que considere que será el mejor alcalde o alcaldesa de la Ciudad Condal.

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