Democracia “aleatoria”, en primera persona

A juzgar por los hechos, Cataluña adolece de un abrumador déficit democrático. No solo en el ámbito institucional, en las prácticas de algunos partidos y en las actitudes de bastantes de sus líderes políticos. También en la calle, entre la “bona gent” que, interiorizando el discurso nacionalista dominante, considera la democracia como algo “aleatorio”. Es decir, como cosa instrumentalizable, según las circunstancias o el interés propio, con “aparente carencia de propósito, causa, u orden”, como reza Wikipedia. Y hasta algo de usar y tirar.

Sábado 29 de septiembre de 2018. Mediodía, en el cruce de Vía Layetana con Fontanella, en Barcelona. Los “mossos” han cortado el tráfico y no dejan pasar a los peatones hacia plaza Catalunya, donde acaba de empezar el mitin de Jusapol (Justicia Salarial Policial), plataforma que reivindica la equiparación salarial de policías nacionales y guardias civiles con los de las policías autonómicas. Algunas personas, ornadas de los atributos propios del independentismo catalán, se quejan de que no se les deje pasar. Un servidor les dice que, si los “mossos” no nos dejan pasar, esperamos a que nos lo autoricen o nos vamos por otro lado. Porque los “mossos” representan allí la ley, y que la ley en democracia hay que acatarla. “Eso es algo aleatorio”, responde, en tono académico, una señora de provecta edad e impecablemente vestida, que participaba de la contramanifestación que los CDR e izquierdistas de diversos linajes habían convocado en Vía Layetana, por donde debía discurrir la manifestación de Jusapol.

La democracia no cae, como las lluvias de otoño, del cielo. Es una construcción humana y como tal se concibe, se adopta, se aprende y se ejerce. No es, en consecuencia, nada esencial, ni tampoco la realización del cielo en la tierra como, asociada al libre mercado, proclama Vargas Llosa. Y con mayor realismo, cabría decir que más que de democracia, habría que hablar de democracias. Porque, como la gente, la naturaleza y las cosas, la democracia es asimismo diversa. Sabemos, porque fue motivo de gran controversia en la izquierda, que la democracia representativa es imperfecta. Pero, como decía Andreotti, refiriéndose a la política, sabemos sobre todo y muy bien que lo peor de la democracia es su ausencia. Por eso luchamos por ella en España y la conseguimos.

Suele recordar Jaume Reixach, desde esta misma página, que Cataluña siempre ha estado gobernada por reyes, a excepción de los breves períodos republicanos, asociados a la proclamación de la República en España. Del mismo modo, Cataluña ha vivido en democracia cuando en España ha habido democracia. Ni más, ni menos. Ni Cataluña es esencialmente republicana, ni es democrática por la gracia de Dios. Con la desaparición del franquismo (que desapareció, aunque a algunos les guste seguir diciendo que aún existe), españoles y, consecuentemente, catalanes, tuvimos que aprender a vivir en democracia, iniciar un camino escasamente transitado en nuestro país, aprender casi desde cero. Y eso, como el movimiento, se demuestra andando.

Tendría que empezar, como la educación sentimental, en la escuela, difundirse a través de los medios, operar desde la cultura, cuajar, en fin, a escala individual y colectiva. Porque la democracia no es solo, aunque también desde luego, una arquitectura institucional, sino una forma de ser, de entender las cosas, de comportarse. Cosa que, a la luz de los discursos torticeros que escuchamos, de la reproducción dinástica de los liderazgos, del sistema electoral que sufrimos, de la escandalosa mixtificación de los medios de comunicación públicos, etc. etc. etc., muy poco tiene que ver con lo que está ocurriendo en Cataluña, donde, a juzgar por las palabras de la señora contramanifestante, disponemos de una democracia “aleatoria”.

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