Cuando los árboles no nos dejan ver el bosque

Estamos atrapados, política y socialmente, en un extenso rifirrafe que no nos deja ver claro qué está pasando y por donde tenemos que echar a andar.

Imposibilidad de formar un gobierno en Madrid y repetición de elecciones, dificultades para aprobar unos presupuestos en Catalunya, dificultad para sacar adelante el procés, rifirrafes entre Catalunya y España, rifirrafes entre los independentistas, rifirrafes entre indepes y no indepes, rifirrafes en el seno de la izquierda… Y todo ello no nos deja ver que estamos en un momento muy y muy peligroso y con unos problemas graves a los que nadie aporta soluciones.

En el Estado, el aumento de la derecha extrema, la incapacidad del PSOE para tener una política mínimamente coherente, la insensatez de unas prisiones preventivas y unos juicios que no tienen ni pies ni cabeza (más allá de añadir leña al fuego independentista), nos deja en una situación muy preocupante, agravada por la convocatoria de nuevas elecciones y los posibles malos resultados de la sentencia del juicio.

Pero, en nuestra casa tenemos también mucho trabajo a hacer. La primera cuestión que salta a la vista es la incapacidad de los últimos gobiernos, emperrados en hacer república pero totalmente incapaces de resolver ninguno de los problemas sociales que tenemos. Es vergonzoso, por parte de los partidos gobernantes, ver las cifras de recortes sociales y su pervivencia. Es insultante que en medio del fervor nacional y la pretensdid superioridad de los catalanes (somos más de izquierdas, somos más democráticos…) una lea que "Cataluña es la Comunitat que mantiene más los recortes en sanidad, educación y atención a los más desfavorecidos", con la cifra más baja de todo el Estado en gasto social por habitante.

Y no son sólo recortadas, es también un modelo de país, donde la privatización de los servicios sociales parece formar parte de nuestra catalanidad. Catalunya ha destinado en 2018 a sanidad un 27,5% menos que en 2009 y el 25% de este presupuesto se ha destinado a la contratación de empresas privadas (muy por encima del resto de comunidades autónomas). Los conciertos educativos con centros privados (mayoritariamente de patronales religiosas) forman parte de una realidad que parece inamovible y que supera también la media del resto del Estado. Con el porcentaje más bajo de la historia dedicado a la educación, Catalunya destina más de 1.000 millones de euros al año de dinero público a los centros privados-concertados (450 millones desde 2001 sólo para los 16 centros del Opus Dei).

Y por si esto fuera poco, ahora el gobierno de la Generalitat ha presentado un nuevo proyecto de ley (la llamada LEY ARAGONÉS) que consolida y amplía las externalizaciones de todos los servicios públicos.

Los desahucios no se paran ni se resuelve el grave problema de la vivienda, tenemos los pensionistas en pie de guerra, el profesorado estresado, los manteros perseguidos, las mujeres agredidas (y asesinadas), los más pobres con graves dificultades para cobrar la Renta Garantizada de Ciudadanía (de 133.746 personas que lo han solicitado, sólo se han aprobado 4.268; una denegación masiva e injustificada, como están denunciando los promotores de la ley). El 24,7 % de la población de Catalunya vive en la pobreza (índice de AROPE 2018) y un 6,5 % en la pobreza severa (Índice INDESCAT 2018), unas 494.000 personas. Las listas de espera son cada vez más desesperantse y uno de cada tres dependientes está sin prestación.

A pesar de todo, estos no son los debates ni parecen las preocupaciones de los que nos gobiernan. Pero tampoco de la gran mayoría de la población. Parece ser que, para una parte de la ciudadanía de Catalunya, la famosa república que está por venir, lo arreglará todo, y por lo tanto, ya no hay que reivindicar nada. Y la otra parte de la población está tan indignada y precarizada que parece que no ose hacer oir su voz.

Parece claro que la apuesta independentista no nos ha traído ningún beneficio y sí muchos costes, entre ellos un debilitamiento de la convivencia, un alejamiento de todo aquello que forma parte de España, presos y exiliados, un discurso cada vez más distorsionado de la historia, pero, sobre todo, una agenda social totalmente marginada del espacio público y de las preocupaciones del gobierno.

Los partidos que nos gobiernan no han hecho más que intentar culpabilitzar a España del retraso social en Catalunya, y a los no independentistas de que su procés no haya salido adelante. Esto ha tenido una grave repercusión entre la gente de izquierdas: partidos, sindicados, organizaciones y personas. La izquierda de Catalunya, ya debilitada previamente, no ha sabido dar una respuesta clara y contundente, denunciando todo lo que se ha tapado con los lazos y las banderas.

Hace falta un replanteamiento de todo, o acabaremos teniendo una Catalunya desastrosa. Hace falta una izquierda fuerte que haga frente a las cuestiones sociales y que sea valiente para aportar soluciones, hace falta que la ciudadanía se movilice para hacer frente a tanta injusticia, hay que volver a hacer pedagogía para señalar los verdaderos culpables de la situación social, que no están todos en Madrid, sino también en el parque de la Ciutadella. Hay que fortalecer los movimientos sociales que se están reorganizando para poder reivindicar todo aquello que hace tiempo que ya tendríamos que haber conseguido.

Con República o sin ella, no podremos estar orgullosos de nuestro país si no conseguimos un reparto de la riqueza con un mínimo de decencia y de justicia.

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