Covid-19: Mirando al CIS

Los que recuerden a Jorge Sepúlveda, identificarán la adaptación de un bolero: "Mirando al CIS soñé tú voto junto a mí". Describe la irresponsable negación de cooperación en la lucha contra el virus de los que votan aferrados a un bolero-calculadora. Los que están demasiado lejos de las víctimas, de las personas confinadas, de los que han perdido personas queridas y de los que han perdido la vida para proteger las nuestras. En definitiva, están demasiado cerca de escenarios electorales.

Se dice que la pandemia de la Covid-19 lo cambiará todo y que nada será igual, que habrá que hacer frente a nuevos retos y a una segura recesión económica de dimensiones y efectos desconocidos. Hemos visto nuestra propia vulnerabilidad, la evidencia del valor de lo que es público, hemos identificado lo que es esencial y la necesidad de un nuevo contrato social. Pero también, a pesar de todo, algunas cosas persistirán.

Somos más conscientes del riesgo imprevisto y de que el riesgo cero no existe. Se ha hecho evidente que cuando el aseguramiento colectivo contra el infortunio individual se privatiza -es decir, cuando se traspasa a los individuos- el riesgo es mucho mayor y la desprotección es total. Sólo la responsabilidad colectiva de lo que es público nos puede proteger. Por tanto, hay que valorar y defender lo público.

Hemos visto como agentes de los servicios esenciales para la supervivencia, además de los y las profesionales sanitarias, son el personal de limpieza, de mantenimiento, de transportes, de la recogida de basura, los bomberos, las fuerzas y cuerpos de seguridad, los cuidadores de la gente mayor. Son esenciales y también, en muchos casos, con condiciones laborales precarias, con salarios devaluados y con brecha de género (en 2016 directivos del IBEX35 tenían una retribución equivalente a 1.663 veces el SMI). Todos ellos con los derechos laborales y la sanidad pública recortados por los que ahora votan NO al estado de alarma.

La Covid-19 nos deja ante la necesaria e inevitable reconstrucción económica y social, que no será posible sin salud, y la dimensión y efectos de la cual desconocemos. Necesaria para evitar que el miedo al virus sea sustituida por el miedo a la exclusión social y la pobreza, para reducir las desigualdades, para que la economía sea inclusiva y equitativa y respetuosa con el medio ambiente. La fórmula es sencilla: sólo salvando a los ciudadanos con más riesgo social nos salvamos todos.

Es imprescindible la crítica a la acción de gobierno, pero se legitima con propuestas alternativas. Propuestas que no se han explicado. No querría pensar que no existen. Si así fuera, sólo quedaría un irresponsable ataque que no tiene en cuenta las consecuencias sobre la ciudadanía. Sólo quedaría el objetivo de destruir, donde el espacio de la confrontación y el del odio se confunden.

Es indecente el chantaje de situar la continuidad de la legislatura por encima de cualquier consideración, incluida la salida de la pandemia. Es ofensivo que la oposición al estado de alarma se avale con un presupuesto de la Generalitat de Catalunya en el que el gasto sanitario en 2020, en euros de valor constante, todavía sea el 10% inferior al del año 2010, hace diez años, y que, por otro lado, el gasto no vinculado al estado del bienestar ni a la carga financiera aumente el 48% respecto a 2010.

Si no se hubiera aprobado la prórroga habría normas amparadas en el estado de alarma que decaerían y, por tanto, la capacidad del gobierno de regular la movilidad en todo el territorio. Se podría regular en una comunidad autónoma pero no entre comunidades autónomas, con una limitación importante de la eficacia. Sobre las medidas económicas y sociales, ERTES y ayudas a autónomos y empresas las opiniones no son unánimes sobre cuáles serían las afectaciones, según estuvieran amparadas o no en el estado de alarma.

Es la absurda prevalencia de la confrontación, del yo y el otro, que muy bien describe Yaakov Raz: "Es él, el otro, quien siempre nos lleva a esta situación en que hacemos uso de la fuerza. Perdón, en que no queda más remedio que hacerlo. Al fin y al cabo, ha sido él quien ha empezado. Nosotros nos limitamos a responder". Es cuando la política decae y prevalece el odio. Odio descrito con precisión por Javier Cercas: "odiar a alguien es cómo beberte uno vas de veneno creyendo que así podrás matar a quien odias" ('Terra Alta'). Odio del cual sólo podremos salir, como dice Emilio Lledó, "si el virus nos hace salir de la caverna, de la oscuridad y de las sombras".

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