@KRLS contra KRLS

La clave identificativa que usa Carles Puigdemont en Twitter, red social en la que es muy activo, es el acrónimo @KRLS. Y KRLS es también la abreviatura de Karolus, que se usaba en la Edad Media para designar al gran Carlomagno. Pero entre @KRLS y KRLS no sólo hay un abismo de 1.200 años, también hay una visión geopolítica totalmente contrapuesta. Por eso, resta un misterio a desentrañar porqué Carles Puigdemont se considera reflejado en el acrónimo de este emperador católico.

Carlomagno, heredero de la dinastía franca, dedicó su reinado a ampliar las fronteras de sus dominios centroeuropeos, con capital en Aquisgrán. De este modo, conquistó Italia y se aventuró al otro lado de los Pirineos, arrebatando una parte del territorio controlado por los musulmanes, donde estableció la Marca Hispánica. Por estas gestas, Carlomagno, fundador del Sacro Imperio Germánico en el siglo IX, es considerado el «padre de Europa».

La entidad histórica de Cataluña tiene su origen en las postrimerías del siglo X, a causa, precisamente, de la descomposición del Sacro Imperio Germánico, víctima de las luchas intestinas entre los herederos de Carlomagno y de las incursiones externas de vikingos y musulmanes. Es decir, Cataluña surge y se consolida a partir de la secesión del territorio meridional del imperio carolingio y es en este sentido que @KRLS representa la antítesis de KRLS.

Si nos trasladamos al siglo XXI, podemos considerar que la Unión Europea (UE) es el antiguo Sacro Imperio Germánico adaptado a nuestros días, con un potente núcleo central formado por Alemania y Francia, como en tiempos de Carlomagno. Por consiguiente, la hipotética independencia de Cataluña, como pasó en el siglo X, sólo tendría su ventana de oportunidad para poder prosperar en el supuesto de una crisis estructural y la desmembración de la UE.

Es evidente que la fortaleza europea tiene unos potenciales enemigos exteriores muy poderosos: la Rusia de Vladimir Putin y los Estados Unidos de Donald Trump, que están objetivamente interesados en su debilitamiento económico y político. Y también interiores: los nacionalismos identitarios que no aceptan la dinámica homogeneizadora de la UE y los populismos que se oponen a la inmigración (fundamental para ensanchar la base demográfica de trabajadores, si queremos mantener el Estado del bienestar, que tiene en las pensiones públicas de jubilación uno de sus elementos estratégicos).

Como el Sacro Imperio Germánico, la UE también corre el peligro de irse a pique. El impacto de la crisis financiera del 2007 y el incremento de la presión migratoria han creado un cóctel explosivo que ha hecho tambalear los cimientos del edificio comunitario. El ascenso de los partidos populistas y xenófobos en las elecciones de Polonia, Hungría, Holanda, Austria… junto con la victoria del leave en el referéndum del Brexit (23 de junio de 2016) han encendido todas las luces de alarma.

Desde esta perspectiva, la independencia de Cataluña ha estado ciertamente al alcance… si Marine le Pen (Frente Nacional) hubiera ganado en Francia, Frauke Petry (Alternativa por Alemania) en Alemania y Geert Wilders (Partido por la Libertad) en Holanda. De mandar, todos estos políticos, anti-europeos y xenófobos, habrían provocado un descalabro en las instituciones comunitarias y la continuidad de la UE habría tambaleado, provocando una situación caótica que los independentistas catalanes podrían haber agravado y aprovechado para conseguir la anhelada secesión.

Pero en 2017, coincidiendo con la mejora de la situación económica, ha revertido esta sensación de decadencia y de inminente colapso de la UE. Las victorias electorales de Emmanuel Macron (7 de mayo) y de Angela Merkel (24 de septiembre) y, en especial, la reedición de la grosse koalition, aprobada por el SPD el pasado 21 de enero, suponen un fortalecimiento del eje francoalemán y un relanzamiento del proyecto europeo en un horizonte a cuatro años vista.

Por eso, Emmanuel Macron y Angela Merkel estaban serenamente exultantes en la última cumbre de Davos. La canciller alemana, en su discurso, hizo una referencia explícita al nacionalismo como uno de los enemigos que hay que desterrar para avanzar hacia la plena integración europea. Y el presidente francés se ha mostrado impermeable ante las reivindicaciones de los nacionalistas/independentistas corsos, que ganaron las últimas elecciones en la isla… ¡con el 60% de los votos! (mucho más que el 47,5% de los nacionalistas/independentistas catalanes el pasado 21-D).

@KRLS, que vive en la capital de la UE, tendría que saber por dónde sopla el viento. Pasado el susto del Brexit y amortiguada la oleada electoral de los populismos xenófobos, el eje francoalemán (KRLS) está más fuerte y decidido que nunca. Carles Puigdemont quería ser la reencarnación de Guifré el Pilós, pero se ha equivocado de siglo y de ciclo. Alguien tendría que ayudarle a bajar de la higuera y hacerle entender que su investidura es un error estratégico que Cataluña no se puede permitir si queremos recuperar el terreno perdido por la aplicación del artículo 155.

¿Sabéis qué piden los corsos y que el gobierno francés ha rechazado de manera tajante? Un Estatuto de Autonomía (que los catalanes tenemos desde1979) y la cooficialidad de su lengua propia (que los catalanes disfrutamos plenamente desde hace 40 años, con la promulgación de la Constitución española).

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