Artur Mas, nunca más

Una vez salvada su inhabilitación por condena judicial, Artur Mas protagoniza un fulgurante retorno al primer plano de la escena pública catalana. Con la excusa de la salida del libro Cap fred, cor calent, el ex presidente de la Generalitat ha realizado una intensa tournée mediática donde ha expuesto su análisis de la complicada situación política que padece Cataluña y ha propugnado fórmulas para encarar nuestro futuro colectivo.

Él se autodescarta para volver a optar a la presidencia de la Generalitat, pero, a la vez, se intenta erigir en el referente ideológico del espacio neoconvergente y, por extensión, del movimiento nacionalista catalán. Artur Mas hace como el bombero pirómano: él desató el incendio independentista, en el otoño del 2012, y ahora, después de la catástrofe vivida, se ofrece como voluntario para apagarlo.

A esto se llama oportunismo y cinismo. Artur Mas -siempre conectado con su mentor, Jordi Pujol– es el culpable de haber provocado un descalabro sin precedentes que ha destrozado la vida institucional y social de Cataluña.

En perspectiva, hemos visto que esta operación tenía por objetivo tapar el enorme escándalo de corrupción de Convergència -del cual él es responsable directo- y emprender, vía recortes presupuestarios, una descarada privatización de los servicios públicos de la Generalitat. Además, nunca se ha aclarado el episodio de las cuentas opacas de las cuales era beneficiario en Liechtenstein y en Suiza.

Con estos antecedentes, el retorno de Artur Mas a la primera línea es una provocación indigna y un insulto a la inteligencia. Quien ha demostrado ser el político más nefasto de Cataluña no puede pretender que le escuchemos y le hagamos caso.

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