Anarcoeconomía, burgereconomía, medicoeconomía i pandemia

En El político y el científico (1919) Max Weber indicó que el sentido de la responsabilidad, la medida y la pasión son las cualidades decisivas de un político. "En este mundo no se consigue nunca loque es posible si no se intenta lo que es imposible una y otra vez". La reflexión del sociólogo alemán se inscribe en la línea de la filosofía política tradicional.

Nuestro próximo invitado inicia un giro de consecuencias incalculables: se trata de El cálculo del consenso. Fundamentos lógicos de una democracia constitucional (1962). Sus autores, James M. Buchanan y Gordon Tullock, contraponen política y economía;
esta segunda como paradigma de racionalidad. Buchanan fue el artífice de la teoría de la elección pública (public choice), un sintagma que bajo el pretexto de un análisis económico lo que pretendía era invertir el esquema tradicional de objetivos (bien común: política) y medios (beneficios privados: economía).

El enfoque de Buchanan ha sido avalado por el llamado anarcocapitalismo, que pretende liberar el mercado de las constricciones del gobierno. En este contexto el interés público, como la elección pública, no tiene nada que ver con el bien común de la tradición clásica. Las colusiones de Buchanan con los superricos ultraderechistas hermanos Koch, que financiaron su centro para convertirlo en puntal propagandístico del neoliberalismo, ilustran su manera de entender la democracia constitucional. Buchanan sostiene que "no hay ningún conflicto entre la filosofía del mercado […] y la del cristianismo".

El filósofo Harold B. Acton (Moral of markets, 1971) va un paso más allá y convierte la mano invisible del interés en instancia moral: "Podemos afirmar que las virtudes cristianas […] encuentran más posibilidades de ejercitarse en el mercado que en un sistema de economía políticamente dirigida". Estamos ante lo que puede denominarse el evangelio de Wall Street. No tienen que sustraer a sus beneficios cosas como la educación, los cuidados médicos y la vivienda.

El oráculo de Wall Street es el semanario TheEconomist . Tres piezas aparecidas en sus páginas lo avalan. La primera es el Big Mac Index o Burgernomics . Lo propuso Pam Woodall en sus páginas en 1986. Que este producto de Mc-Donald's se haya convertido en patrón universal de medida ilustra el progreso realizado por el apostolado de Wall Street y el orden de sus valores.

Pero el verdadero giro en el patrón que colonizaría la política sanitaria fue un artículo anónimo con un título metafóricamente afilado: "A survey of health care: surgery needed" (06-07-1991) (cuatro resultados en Google). Se sostiene que "el de los cuidados médicos es un negocio peculiar. Para empezar, es colosal. Es el mejor situado entre muchos para aspirar a ser la industria más grande del mundo. Muchos países ricos gastan en ella casi una décima parte de su renta nacional". Es la medicoconomics que se encuña en el artículo. El primer mandamiento de esta religión es la competencia (treinta y dos veces invocada), que, entre sus innumerables efectos positivos, produciría dos de supremos: la eficiencia y la transparencia, por el lado de la oferta; y el hecho de cumplir con la máxima del soberanismo individualista de la libre elección, por el lado de la demanda.

Pero ¿como hacer negocio con este 10% de la riqueza pública si está fuera de la esfera del mercado? La respuesta vendría en otra pieza –¡también anónima a pesar de su valía!– de inequívoco título buchananiano: "Desinventar el gobierno" (20.05.1995) (ningún resultado en Google). Se ilustra con ejemplos: Thatcher y Reagan. Es decir, la cirugía del Estado como condición para el trasvase, el negocio colosal de la transfusión de recursos. Concretamente, en los centros públicos donde llegaron los apóstoles con MBA se cerraron camas, se externalizaron servicios y se impusieron salarios competitivos: cirugía política sanitaria. Reforzada después con la disciplina austericida.

Y así estábamos cuando llegó la pandemia, que nos obliga a una opción totalmente pública: la vulgata privatitzadora de Wall Street o la regla de oro del interés colectivo. La city de las egoístas abejas mandevillianas o la polis de los ciudadanos solidarios.

(Este artículo no habría sido posible sin la ayuda de Cristóbal Pasadas. Mi agradecimiento a través suyo a las plantillas, también recortadas, de las bibliotecas).

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