A hacer puñetas

A menudo, "una imagen vale más que mil palabras". Así, la foto de apertura del año judicial tomada a principios de septiembre, con el rey y trece hombretones vestidos de luto riguroso, una oscuridad sólo rota por las puñetas de los puños de las togas, dice mucho de la antigüedad de la élite judicial. Al margen del tufo a testosterona rancia, la funesta imagen anunciaba con acierto un mal año judicial.

La previa del juicio del ‘procés’, con los descréditos judiciales recogidos por Europa y el eternizado e incómodo encarcelamiento (¿provisional?) de los políticos catalanes, se ha convertido en una espada de Damocles y ha situado a la justicia española en el punto de mira internacional, justo en uno de sus peores momentos.

La gota que derramó el vaso judicial fue la de las hipotecas. Los jueces entraron en un jardín muy frondoso del que sólo se podía salir con rasguños, como así ha sido. Primero, el Tribunal Supremo determinó que debían ser los bancos quienes pagaran los impuestos de las hipotecas. Después, cediendo a las presiones, el mismo Supremo rectifica y dice que no, que serán los clientes quienes paguen. Para acabarlo de arreglar, sale el presidente Pedro Sánchez a enmendarle la plana al TS y, por decreto ley, modifica la norma para que vuelva a ser la banca la que pague.

Cuando ya creíamos que lo habíamos visto todo, el PSOE y el PP pastelean la renovación del Consejo General del Poder Judicial con el nombramiento del juez de la Sala Segunda del Tribunal Supremo, Manuel Marchena (conservador), como presidente a cambio de una mayoría progresista. Un intercambio de cromos que acaba de abrir la caja de Pandora. Entonces, respondiendo a las críticas, el portavoz de los populares en el Senado, Ignacio Cosidó, envía un whatsapp a sus compañeros. En el mensaje, el portavoz explica que "el pacto previo" con el PSOE daba al PP 10 vocales, mientras que el PSOE obtenía 11 (10 más la presidencia). "Con la negociación, el PP tiene 9 vocales más el presidente (10) y el PSOE 11", recalca Cosidó. "Con otras palabras", continúa el portavoz del PP, "obtenemos lo mismo numéricamente, pero ponemos un presidente excepcional, (…) un gran jurista con una capacidad de liderazgo y autoridad para que las votaciones no sean 11-10 sino cercanas al 21-0. Y, además, controlando la sala segunda desde atrás y presidiendo la sala 61". Todo ello ha acabado en nada después de que Marchena haya renunciado a la presidencia y, a continuación, el PP haya roto el acuerdo. Ha servido, sólo y no es poco, para terminar de poner en duda la independencia judicial y desgastar a la institución.

Salvando todos los jueces profesionales que haya que salvar, vistas las continuas desgracias desde foto de apertura del año judicial a esta parte, a uno le apetecería enviarlos a hacer puñetas. La explicación canónica nos dice que las puñetas eran los puños de las camisas de los abogados, magistrados y jueces, hechas con bordados y puntillas. Era un trabajo lento, delicado y difícil, en el que había que invertir muchas horas. Por eso, cuando decimos a alguien que se vaya a hacer puñetas, es como si lo enviáramos a un lugar apartado para que se entretenga con cualquier cosa y deje de molestar. Pues eso, que la cúpula judicial marche a hacer los puños de sus camisas y que deje de molestar de una puñetera vez.

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