Teatro, cine, TV y música son algunos de los sectores donde el actor y director madrileño ha ido construyendo una obra siempre teñida de crítica social y de un compromiso político que lleva hasta sus últimas consecuencias.
En tu obra Mundo Obrero repasas lo que ha sido el proletariado a lo largo del último siglo, ¿crees que la clase obrera ha perdido fuerza a la hora de enfrentarse al orden establecido?
La conciencia de clase y la idea de una lucha a través de organizaciones colectivas empiezan a decaer a partir de los 80 con el comienzo del ciclo capitalista-neoliberal. Se vende entonces con tremendo éxito la idea de que todos podemos dejar de ser clase proletaria y pasar a ser propietarios de viviendas, de acciones, de productos financieros, etc. En definitiva se trata de la idea de que yo no soy de clase trabajadora, sino de clase media. No soy rico, pero vivo bien y por tanto mis intereses están más cerca de los intereses de los ricos que de los intereses de los pobres. En el caso de España, se difunde la idea de que somos una democracia próspera con una población que tiene en general un nivel adquisitivo alto y sólido. Esto revienta con la crisis y la idea de la clase media aparece entonces como una especie de ficción. Lo que nos queda de la clase media es la cultura de la clase media pero con dificultades para llegar a fin de mes o para ahorrar, con lo que tarde o temprano nos encontramos con problemas serios a la hora de afrontar los gastos básicos corrientes. Pero seguimos sin querer reconocernos como clase trabajadora y todavía menos como “clase obrera” porque lo asociamos a un hombre en mono azul que trabaja en una fábrica de plantilla grande, algo que ya apenas existe en España. Pero somos clase trabajadora: dependemos de nuestro salario para vivir.
Uno de los personajes de Mundo Obrero dice que hemos pasado de tratar de dignificar a la clase obrar a querer huir de ella…
Sí, y eso ha ocurrido pese a que la realidad nos ha demostrado que somos clase trabajadora. Creemos que somos propietarios de nuestra casa pero en realidad pertenece a los bancos. Se ha quebrado ese sueño y sí algunos lo han alcanzado, pero sus hijos no. ¿Qué tipo de solidez tenía aquello? El 15M y movimientos del tipo Occupy Wall Street, las primaveras árabes, etc. generaron la idea del 99%: somos el 99% de la población que está sometida a los intereses de un 1% que vive con una riqueza desmedida mientras los otros están en distintos grados de precariedad, desde los que viven en la miseria extrema hasta los que están en el filo y que pueden caer en cualquier momento.
Tu obra empieza con la escuela popular de Ferrer i Guardia y se subraya el poder emancipador de la educación. Ahora parece que la educación ya no sirve para emanciparnos sino ante todo para hacernos más competitivos.
Yo creo que la educación es la clave de todo y eso lo tienen muy claro todos los gobiernos autoritarios, ya sea la dictadura de Franco o la posdemocracia franquista de Aznar o el PSOE. Una de las primeras decisiones que tomó Franco como jefe de Estado fue purgar el sistema educativo republicano e instaurar una educación religiosa, autoritaria y cerrada al pensamiento crítico. Tuvo claro que era un frente en el que debía derrotar al enemigo. En la película La Lengua de las Mariposas, el personaje que interpretaba Fernando Fernán-Gómez decía: “Si conseguimos que una sola generación crezca en libertad, nadie les podrá nunca revocar esa libertad.”
¿Crees que los diferentes gobiernos no han apostado lo suficiente por la educación pública?
Una de las grandes batallas del consenso de la Transición fue el acuerdo entre PSOE y UCD, que quería garantizar la enseñanza privada y religiosa, y obligó al PSOE a dejar abierta la puerta de la financiación pública a la enseñanza privada con el argumento de la libertad de elección. Luego, los gobiernos del PP han acelerado muchísimo el apoyo a la escuela concertada y la privada, a la vez que abandonaron a la escuela pública. El objetivo parece ser segregar a la población, dirigiendo a los que no tienen medios económicos hacia una educación pública sin recursos ni calidad y a la población con posibilidades hacia escuelas privadas financiadas por el Estado.
Si España no ha resuelto del todo su pasado franquista, ¿es por la impunidad de la que gozaron los que participaron en la dictadura?
Fraga es uno de los padres de la Constitución y es el creador teórico del “centro” político. Decía que había que huir de los extremos pero él mismo no era el más indicado para encarnar el centro. Al final lo encarnó Suárez y también González al renunciar al marxismo y hablando del PSOE como de un partido de centro-izquierda. España es un país con una neurosis social muy importante, y seguirá teniendo un grave problema psiquiátrico mientras tenga cadáveres en el inconsciente y en el subsuelo. Hay mucho dolor que no se quiere reconocer.
¿Cómo te explicas que tantos obreros europeos voten a partidos de ultraderecha?
Bueno, parece que a Vox no los ha votado muchos obreros, sus votos vienen sobre todo de barrios ricos. A diferencia del Frente Nacional en Francia o de Amanecer Dorado en Grecia, Vox no tiene un componente anticapitalista en su discurso, aunque luego sea mentira. El propio Trump, que no puede ser más capitalista, decía en su campaña que había que recuperar el poder para el pueblo. Pero Vox defiende abiertamente al sistema, al Rey, a la Constitución, al ejército, etc. Entonces le falta el componente antisistema que tienen otros partidos de ultraderecha en Europa. Vox ha entrado en la política por Cataluña, concretamente por el uso que ha hecho el Estado de la cuestión catalana para desviar la atención. Teníamos la atención muy bien colocada, responsabilizando al poder económico de nuestras desgracias y a la servidumbre del poder institucional al poder económico, y así han conseguido convencer a una parte importante de la población de que el problema de España es el separatismo catalán. También creo que ocurre algo en Cataluña cuando se cree que el problema es el Estado español, como si PDCat no hubiera jugado un papel tan destructivo como el PP en Cataluña. Pensar que el problema es el Estado español me parece erróneo cuando aquí están tan instalados el ultraliberalismo y sus recortes sociales. Creo que éste es uno de los motivos de que haya una desconexión entre las fuerzas progresistas en Cataluña y en España.
¿No te parece que en cierta medida se están reproduciendo esquemas de los años 30 (precariedad, puesta en duda de las fronteras, exaltación del patriotismo…) y que podríamos acabar igual?
Quiero creer que no vamos a llegar a las manos pero hay que estar alerta a todo. En cualquier caso, PP, Ciudadanos, Vox y quizás PDCat están haciendo grandes esfuerzos para que haya violencia. No sé si lo conseguirán o no pero están echando gasolina, desde luego.
¿Se está imponiendo la idea del “cuanto peor, mejor”?
Son temas muy complejos pero me parece que mantener la apuesta de la unilateralidad significa abandonar la idea de una transformación social, más allá de la cuestión independentista. No va a haber independencia de Cataluña mañana, ni de coña. Otra cosa es que se siga trabajando para que más adelante haya un referéndum vinculante que la haga posible, pero esto no tiene solución mientras haya personas en la cárcel. La actitud represiva del Estado español es innegable y ha sido brutal, tanto por parte del poder judicial como del político. ¿Pero ofrecen algo más aparte de la independencia? Lo digo con cautela porque yo vivo en Madrid. En cualquier caso, entiendo perfectamente la lucha de Jordi Cuixart por el derecho básico a la disidencia y a la desobediencia civil, me parece algo fundamental en una democracia. Pero que esto venga de la antigua Convergència que ha colaborado tanto con el PP y con el PSOE… Me parece que también lo han utilizado para su supervivencia personal y al mismo tiempo entiendo que tienen gente en la cárcel y eso es algo muy serio.
