«Muchos movimientos persiguen ahora los objetivos abandonados por la socialdemocracia»

Entrevista a Mark Aguirre
Mark Aguirre

“Mark Aguirre (Félix Lasheras, Zaragoza 1954) ha vivido largas temporadas en distintos países, en los que ha trabajado como periodista, estancias de las que han sido fruto distintos libros. Antes, fue profesor de Sociología Política de la Universidad Veracruzana de México. Doctor en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Nacional Autónoma de México, fue corresponsal del periódico El Mundo en Beijing y en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York. Colaborador habitual de El Viejo Topo, es autor de seis libros y docenas de artículos. Actualmente reside en Addis Abeba”. Así nos presenta El Viejo Topo a Mark Aguirre en la solapa del último libro que le ha publicado y del que hablamos con el autor: Socialdemocracia. Cómo y cuándo ha dejado de ser de izquierda.

Desvelemos su conclusión: ¿Cuándo y porqué dejó la socialdemocracia de ser de izquierda?

Ha sido un proceso histórico que empezó a principio del siglo XX pero que ha culminado en estas últimas décadas, sobre todo cuando la socialdemocracia aceptó el neoliberalismo y se olvidó de sus propios programas y proyectos. 

¿Es un proceso reversible? ¿Puede volver a ser de izquierdas la socialdemocracia y los partidos que la representan?

Hay que distinguir entre lo que es el proyecto socialdemócrata y lo que ha llegado a ser el aparato o los partidos que se reclaman de la socialdemocracia. En la última cumbre de la Unión Europea vimos dos socialdemocracias, por llamarlo de alguna forma. La del norte, Suecia, Finlandia, Dinamarca, se oponía incluso a una política solidaria con los países más afectados por el coronavirus, uno de ellos España, gobernada por la socialdemocracia. Es la expresión de que los partidos socialdemócratas que hoy existen, como el PSOE, es dudoso que puedan retomar los principios en que se fundó la socialdemocracia. Están muy perdidos y parece que cada uno tira por su lado. Los objetivos históricos por los cuales la socialdemocracia fue establecida –crear una sociedad igualitaria, sin explotación, sin discriminación, donde las decisiones se tomasen racionalmente- siguen más vivos que nunca. El problema es qué actores o sujetos políticos van a retomar esos principios que siguen vivos con la crisis del neoliberalismo. Desde 2008 ha sido muy claro como se ha desatado la desigualdad, el desempleo, las situaciones precarias, de discriminación racial o por género. ¿De dónde se va a generar un movimiento que retome esos principios? Es una buena pregunta, pero, por otra parte, desde 2008 hemos visto que se han generado muchos movimientos que están persiguiendo estos objetivos, parcialmente o en su conjunto.

Históricamente se ha vinculado la socialdemocracia con modelos del norte de Europa. ¿Siguen sirviendo como modelos o también se han contaminado por el neoliberalismo imperante?

Han hecho concesiones al neoliberalismo. Lo ves en las políticas que siguen. ¿Dónde está la solidaridad, que es una de las bases de la socialdemocracia, con los países que más la necesitan? No hay solidaridad. Simplemente defienden los intereses de sus empresas o de sus ciudadanos. Es difícil encontrar una relación común entre la socialdemocracia actual del norte de Europa y los principios con que se estableció. La socialdemocracia, con la Tercera Vía, pensó que la narración, el relato del neoliberalismo era cierto. Pensó que no habría más crisis, que la sociedad iba por un camino más igualitario, con más clases medias, que se podía hacer algo con el medio ambiente. Lo que ha mostrado la crisis desde 2008 es que el sistema no da lo que promete. La desigualdad es más grande, quizás, que la que había cuando se fundó la socialdemocracia. El desempleo es cada vez mayor. La crisis del coronavirus es alarmante. El cambio climático hace insostenible un crecimiento de acumulación como el que ha habido en las últimas décadas. Esa es la paradoja que se vive. Mientras la socialdemocracia acepta el neoliberalismo o las premisas de la revolución conservadora, la realidad ha ido por otro lado. Al final, obviamente, la socialdemocracia tendrá que tomar una posición, pero dudo que de los partidos y organizaciones socialdemócratas surja una discusión sobre lo que estamos hablando. Ellos tienen otro calendario, otra agenda, que es intentar salvar el sistema tal como ha sido. Es una ilusión pero en eso están trabajando.

¿Por qué nunca oímos hablar de socialdemocracia en África, en el Tercer Mundo? ¿Por qué no ha cuajado allí este concepto?

En las sociedades de África o de América Latina no había las condiciones estructurales para que naciera una socialdemocracia. La socialdemocracia nació con una clase obrera organizada en una sociedad industrial, donde las fábricas eran el centro del sistema, cosa que no ha ocurrido en los países dependientes o en desarrollo. Nunca han sido sociedades industriales en el sentido que lo han sido las europeas. La socialdemocracia está ligada a la clase obrera, a la industria, al desarrollo de la manufactura, de los nuevos sectores industriales, donde obreros y patrones negociaban, donde había un Parlamento donde se discutía un presupuesto donde invertir, había una negociación colectiva. Eso nunca ha existido en estos países, que son agrícolas mayoritariamente, con un sector industrial débil, donde las clases no están bien constituidas. Son sociedades más proclives a lo que se llamó populismo, en el sentido que no estaban ligadas al liberalismo, a una clase, sino a un pueblo, a un líder. Los discursos socialdemócratas no encajaban con la estructura social. Hay partidos progresistas pero no socialdemócratas ligados a la clase obrera. Por eso el partido socialista en España se llama Partido Socialista Obrero porque es su referencia histórica.

¿Por qué tampoco se abren camino las ideas socialdemócratas en Estados Unidos? ¿Nunca habrá un presidente socialdemócrata allí?

Creo que vamos en esa dirección o que, por lo menos, hay una posibilidad. Ya a principios del siglo XX hubo un candidato socialista, Eugene Debs, que ganó bastante apoyo. Con los cambios que hubo entonces no continuó pero tenemos ahora el movimiento de Bernie Sanders, que retoma un programa de sanidad para todos, salarios dignos, apoyo social a la gente que lo necesita, un discurso socialdemócrata. En las elecciones que ha habido en las últimas semanas, candidatos que defienden este programa, han hecho progresos. Además, la situación de Estados Unidos es realmente mala, ahora, porque la perspectiva de que iba a haber una crisis en forma de V se está alejando. El desempleo va a ser más grande de lo que ha sido normalmente en Estados Unidos. La recuperación va a ser lenta. Está el movimiento en las calles en defensa de los afroamericanos que muestra que hay una gran preocupación en la sociedad norteamericana, entre los trabajadores, sobre su futuro. Pueden plantearse por qué no van por esa vía más socialdemócrata donde los intereses de la gente cuenten más que los intereses de Wall Street. ¿Por qué no?

A raíz de la pandemia se ha revalorizado el sector público. Se ha demostrado la necesidad de potentes servicios públicos sanitarios y sociales. ¿Eso puede facilitar el regreso de una socialdemocracia de izquierda?

Por lo menos lo está planteando objetivamente. Una de las razones por las que la pandemia ha sido tan severa en España, en Brasil, en Estados Unidos o en el Reino Unido es porque se ha desmantelado la sanidad pública y se ha invertido menos dinero en los servicios sociales públicos, que es una de las doctrinas del neoliberalismo, que quiere privatizar, que el mercado resuelva. Invertir para evitar o luchar contra una pandemia no da beneficios. Por consiguiente, cuando llega la pandemia los sistemas de salud públicos de esos gobiernos que los han destruido no están preparados. Como ya pasó en la crisis de 2008, lo público empieza a estar más en boga que lo privado. Es una batalla de intereses, política. Si incides en gastar en lo público estás tomando decisiones con las que el neoliberalismo no está de acuerdo, que dice que esas decisiones las tienen que tomar los propietarios de los hospitales, los inversionistas, y no el sector público. La ventaja de los que defendemos lo público frente a lo privado es que ellos han demostrado que son inútiles, que han fracasado a la hora de resolver la pandemia, como fracasan en dar una vida digna a la gente. Hay hechos que podemos medir, cuantificar, que muestran que el neoliberalismo está fracasado y que si continúa no es por el bienestar social sino por los intereses privados de un grupo que controla las decisiones de los gobiernos y donde se hacen las inversiones. Ahí sí que se abre un espacio para una lucha política por recuperar una sociedad en la que cualquier ciudadano tenga una vida digna, no haya discriminación, no haya explotación y que dé seguridad médica, permita la educación y que combata el cambio climático que está detrás de esta pandemia. ¿Que la izquierda sea capaz de ocupar ese espacio en lugar de la derecha? Eso es la política, es un juego. Los que defendemos lo público estamos en mejores condiciones que el año pasado antes de que empezara la pandemia. Se ha demostrado que lo privado no funciona.

Cierra el libro con un párrafo en el que dice que “la izquierda necesita establecer alianzas para gobernar si quiere enterrar al neoliberalismo de manera democrática. En nombre de la igualdad”. ¿Qué futuro augura para la izquierda y para la socialdemocracia?

La socialdemocracia organizada ya lleva unos años en un vacío programático. Se ha puesto detrás de la Unión Europea, donde, como sabemos, los ciudadanos no decidimos nada y cuando hacemos un referéndum no nos toman en serio. Es una organización muy clasista, muy elitista, muy controlada por los banqueros, las grandes corporaciones y los intereses de las burocracias. Se han puesto detrás de ese carro pero los que lo manejan no saben bien por donde tirar. No le veo capacidad de hacer algo que nos separe de ese carro que nadie sabe dónde va. Lo que vemos es que hay más desigualdad, que los servicios sociales colapsan, que el cambio climático va a peor, la pandemia… No veo realmente una salida en el sentido de lo que hemos soñado. No tengo mucha esperanza en que estos políticos nos lleven al sitio que queremos. Pero los sectores de mujeres, afroamericanos, emigrantes, asalariados… están cada vez más excluidos y les va cada vez peor. Ahí se abre una posibilidad de discutir porqué un grupo pequeño tiene que decidir hacia dónde va el carro. Hacia donde ir vendrá más de abajo, de movimientos sociales, como se formó en su origen la socialdemocracia, que desde los palacios, Bruselas o Luxemburgo. Es un proceso abierto, que va a durar tiempo, pero ahora sabemos que hay posibilidades. Hace cuatro o cinco años mucha gente creía que el sistema iba bien, que no se podía hacer nada. Ahora sabemos que esa imagen con la que hemos crecido durante décadas no es tan cierta. Todo está en una situación de incertidumbre y ahí se puede hacer algo.

¿Veremos el libro Socialdemocracia. Cómo y cuándo ha vuelto a ser de izquierda?

Creo que sí que lo veremos. Si no lo vemos será realmente doloroso. Mejor pensemos que lo vamos a ver. ¿Quién nos iba a decir hace cinco o seis años que en Estados Unidos  un socialista como Sanders tendría opciones de ser presidente, de incidir en la política del país central del capitalismo. Ahí lo vemos. Las cosas van rápido. Si Estados Unidos avanza en esa dirección y saca a la derecha radical del gobierno eso abrirá muchas perspectivas. Si realmente la política por salvar el Planeta se abre camino, como muestran movimientos como el Great New Deal, o el de los chicos de los institutos en todo el mundo. Hay indicios de que es posible. Espero que veamos, al menos, un camino hacia un mundo mejor que el que tenemos, que es bastante deplorable. 

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