«Las generaciones que mandan nos roban el futuro»

Entrevista a Guillermo Chirino
Guillermo Chirino
Guillermo Chirino

Forma parte del movimiento Fridays For Future (que comenzó en agosto de 2018, por iniciativa de Greta Thunberg), que propone no acudir los viernes a clase para alertar sobre la emergencia medioambiental. Estudia desarrollo de videojuegos en la Universitat de Barcelona (UB), y ha prologado ¡Ahora!.

¿Por qué está de tan rabiosa actualidad el ecologismo?

Tiene mucho que ver con que los jóvenes hayamos salido a las calles para lanzar un grito diciendo que las generaciones actualmente en el poder nos están robando el futuro. Y si los jóvenes se han movilizado es porque el año pasado salió el informe del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de las Naciones Unidas, en el que se alerta que tenemos tan solo 11 años para reducir drásticamente las emisiones y limitar el cambio de las temperaturas, sino queremos llegar a un punto de no retorno. El hecho de disponer de solo ese tiempo quiere decir que nuestra generación será la última que podrá resolver esta catástrofe. 

¿Es suficiente la toma de conciencia de los problemas para que puedan solucionarse?

Creo que es el primer paso. Es necesario disponer de una masa crítica suficiente, de una ciudadanía que tiene que ser el músculo que impulse las acciones necesarias para que se produzca un cambio.

Pero, por ejemplo, luego la gente vota a Trump

Lo que se vota tiene mucho que ver con el papel que juegan los lobbys y las multinacionales, Al final vemos que en el caso de Trump o del Brexit, Cambridge Analytica, que es un lobby muy potente, tuvo muchísima presencia en manipular a la ciudadanía para que votase una cosa y no otra. Es cierto que, si como ciudadanos, somos muy manipulables, hay que admitirlo para poder considerarnos seres críticos. Precisamente para que la ciudadanía, por ejemplo, el próximo 10 de noviembre aquí en España, tenga la emergencia climática en consideración a la hora de votar, es necesario generar más masa crítica. Al final, se concienciará la ciudadanía de que este es el primer paso.

¿En el discurso ecologista dominante, no se hecha en falta una acción política más incisiva?

Por un lado, las grandes multinacionales que han provocado esta emergencia tratan de convencernos de que los ciudadanos, de forma individual, tenemos que responsabilizarnos de la crisis. Sin embargo, sólo 100 empresas son las responsables de la emisión de más del 70% de los gases de efecto invernadero. Las soluciones no pasan únicamente por las acciones individuales. Por otro lado, sin embargo, nosotros, como movimiento, queremos incidir en la política. Por eso, por ejemplo, nos reunimos la semana pasada con la alcaldía aquí, en Barcelona. Para demandar al Ayuntamiento que sus políticas tengan una perspectiva medioambiental. También sabemos, desgraciadamente, que muchos de los políticos que están en el poder no tienen en cuenta esto. Pero estamos avanzando en la toma de conciencia. El otro día, salimos a la calle más de 100.000 personas, solo en Barcelona, por la emergencia climática. Cuando una gran mayoría de la ciudadanía se sume a esto, los políticos tendrán que cumplir.

¿Además de los intereses sociales, políticos…, no hay también intereses sociales, a veces muy significativos, que se resisten al cambio medioambiental?

Somos conscientes de que tenemos que saber combinar la lucha contra el fin del mundo contra la lucha por el fin de mes. Hace poco nos reunimos son sindicatos obreros y sacamos la conclusión que una amplia mayoría de los trabajadores están concienciados con la emergencia climática, independientemente de si se es camarero, minero o si estás en la industria petrolera. Al final, la gente lo que quiere es trabajar para poder salir adelante. Lo que debemos entender, como sociedad, es que más allá del trabajo que hagamos, que puede estar dañando a la naturaleza, tenemos que hacer una transición justa hacia actividades más sostenibles. Sin culpar en ningún caso a los trabajadores. La emergencia climática no es responsabilidad de los mineros, sino de las empresas y los intereses económicos que hay detrás.

¿Arrastramos los humanos un supremacismo respecto a la naturaleza y la vida, que ha cultivado la religión y hasta el propio marxismo? 

Esto es muy interesante, porque mucha gente, especialmente del espectro de la izquierda radical considera que con el socialismo o el comunismo ya resolveríamos la crisis climática. No es cierto. No solo necesitamos un cambio en nuestro sistema de producción, también necesitamos un cambio cultural. Especialmente, en Europa Occidental está muy arraigada esta idea de Platón o Descartes de que, al final, todos los seres vivos y la naturaleza están a nuestra disposición, y que estamos muy por encima de ellos. Hay que deconstruir ésta mitología falsa, entendiendo como lo han hecho otras culturas que, al final, somos seres inter-dependientes. Por mucho que hayan querido hacernos creer que somos seres individualistas, competitivos, etc. tenemos que entender que somos vulnerables, que necesitamos que nos quieran y nos cuiden, como nosotros tenemos que hacerlo con lo que nos rodea. Cuando Greta Thunberg denuncia la emergencia climática, se le ataca porque no se quiere admitir que en lo que se ha creído no funciona. Esta cura de humildad se libra en buena medida en el campo del conocimiento, las ideas, las querencias…

¿No está esta batalla cultural algo olvidada o supeditada a otras premuras?

Creo que es necesario un cambio cultural, que está también relacionado con el cambio generacional. Las nuevas generaciones empiezan a tener otra visión de las cosas. Hace poco participamos en una mesa intergeneracional en una radio, en torno a las vacaciones. Bastantes mayores decían que para ellos las vacaciones eran ir al pueblo, estar con la familia y los amigos. Los jóvenes, sin embargo, apuntaban que nuestro entorno social nos presiona para hacer viajes exóticos en avión, etc. En este caso, se trata de volver a las raíces, a redescubrir la magia de lo próximo. Los cambios culturales que necesitamos no son, en realidad, tan arriesgados o inalcanzables.

Hay quienes desde el ecologismo plantean un repliegue, una vuelta a las fronteras, al pasado, a las patrias…

La solución ha de ser global, internacional. La lucha por la justicia climática es una lucha internacionalista. Hay que tener en cuenta que si aquí podemos vivir de forma extralimitada es porque nuestro sistema se basa en expoliar y extraer los recursos del sur global que, además, es donde más se sufren los efectos de la emergencia climática. Las soluciones han de ser globales y en la perspectiva de una justicia global. Dentro del movimiento ecologista también hay derechas e izquierdas. La justicia climática no cuestiona la globalización sino la forma de entenderla. Lo que sí es importante es la idea del decrecimiento. Nuestro sistema económico se basa en el crecimiento ilimitado, cosa que está en contradicción con nuestro planeta. Al igual que nuestros cuerpos, es finito.

¿Ese reflejo de retirada es consecuencia del miedo?

Hay que admitir que estos movimientos existen y que hablar de ello, pero, en definitiva, el tiempo manda y si en unos pocos años no tomamos medidas drásticas, las crisis serán mucho mayores. Y es evidente que alguien acabará pagando las consecuencias. Desde los poderes se pretende que seamos los ciudadanos y las ciudadanas. Tienen que ser los países que más han contaminado, en definitiva, los más ricos quienes tengan que pagar más. Resulta ofensivo que se culpe, por ejemplo, a India de contaminar cuando nosotros somos los grandes culpables.

Se protesta a escala global y aquí, en casa, padecemos gravísimos atentados al medio ambiente, como el derivado, por ejemplo, de la industria porcina ¿Por qué se ocultan a la opinión pública?

Porque no interesa a los intereses económicos. Si en España producimos tres veces más carne que la consumimos es que lo hacemos para exportar. Hay lugares, como Binefar, donde se ha instalado el matadero más grande del país, que generará trabajos, pero muy a corto plazo, porque producirá tanta polución que el mantenimiento de la vida será insostenible. 

¿Es el petróleo el gran lobby universal contra la emergencia climática?

Sin duda. La industria que más gases de efecto invernadero emite es la petrolera. Hay que tomar medidas para que los políticos no puedan ser comprados por intereses petroleros, que es lo sucedió en el caso de Trump. En un mundo globalizado, es imposible ser soberano de un determinado territorio. Pero sí que es importante el control de las cosas. Nosotros movilizamos personas desde Suecia hasta la India. Compartimos los problemas y creo que nos merecemos un mundo mejor.

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