«Jugaron con Europa, pero les ha girado la espalda»

Entrevista Enric Llorens
Llorens

De larga trayectoria política, es autor, junto con Jaume Moreno, de Con ases en la manga, que intenta explicar la aplicación de las técnicas de la magia a la política. Es uno de los fundadores del Club Cortum, un espacio de diálogo y debate desde un prisma de izquierdas.

Manifiestas tu preocupación por las relaciones personales en la Cataluña del 2019. ¿Por qué motivo?

Yo tenía una relación con mis amigos de toda la vida, los amigos del colegio, en que hablábamos poco de política. Si de caso, de política general, no tanto de la del país. Manteníamos un respeto. Muchos votaban lo mismo que yo. Y con esto del proceso se ha despertado, si no un rechazo, sí una advertencia, un apartarse para no pelearse con el otro. Se han roto las normas implícitas para no entrar en según qué temas, que podrían ser conflictivos. Y esto, a la larga, ha hecho que con muchos de estos amigos de siempre dejes de tener la relación que tenías. Una llamada cada tres meses… ¿Hola, como estás? Y esto, en el fondo, duele. A mí me pasó una que me dejó aturdido. Estábamos en una cena en casa de unos amigos, mucho antes de octubre del 2017 y, hablando del proceso, una compañera de mesa dijo: "¿Pero no os dáis cuenta que estamos en guerra?". Y a partir de aquí, todo va cambiar.

¿Cómo se explica que, justamente cuando más hay que hablar, se acabe imponiendo el silencio?

¿Por qué este bucle, que no sólo se ha producido a escala individual, sino en los partidos políticos, los movimientos sociales, que han callado ante cosas que no los gustaban? Para evitar el conflicto, quizás, como es seguro que pasa con las amistades. No me quiero pelear con mis amigos. Pero el problema es que, al final, no te has peleado, pero te has alejado. Creo que hemos ido a la comodidad de la no confrontación, a cerrarnos en nosotros mismos y, entonces, hemos dejado un espacio para que lo ocupen otros.

Esto no es exclusivo de Cataluña. La historia está llena de hechos similares…

En Alemania pasaba exactamente lo mismo, y ya sabemos quién iba ganando espacio y envalentándose, hasta llegar a la locura a que se llegó. Pero lo que también pasa es que,  con el tiempo, nadie había sido nazi. Tengo familia alemana, que fuimos a visitar cuando yo tenía unos 13 años, y salvo un señor (que había perdido un brazo en la I Guerra Mundial y el hijo del cual murió a finales de la II Guerra), que se declaraba abiertamente nazi, nadie reconocía nada, nadie hablaba de aquello.

¿Este espacio que ocupa el proceso responde a un canon que se tiene que cumplir para ser un buen catalán?

El canon existe, pero ha ido cambiando. Al principio era mucho más generalizado y, en consecuencia, más asumible y compartible: "Catalán es quien vive y trabaja en Cataluña". Era el catalanismo que hemos defendido todos. Después se ha ido acotando: si hablas castellano, según qué… Tengo amigos que desconocen que hay barrios en Barcelona que no necesitan el catalán absolutamente para nada. Quizás lo que no se ha hecho bien del todo es mezclar más las culturas, pero, claro, este también es un tema de clase.

Pujol también era parte de aquel catalanismo, ¿o sólo lo aparentaba para utilizarlo en beneficio propio?

Han ido improvisando con el tiempo. Pero cómo que se mezcla la corrupción económica con el catalanismo, no se sabe muy bien qué es primero, si el huevo o la gallina. ¿Qué fue Banca Catalana? Un proyecto de banco catalán en qué mucha gente, catalana de toda la vida, se lo creyó, puso su dinero y los perdió. Cosa que a Pujol y otros no los pasó. 23 años de la era Pujol en que, más o menos, se fue capeando… Siempre ha habido un sentimiento independentista, minoritario, en la población, dentro de un orden democrático, respetando las normas. En el momento que aparece el 3% y empiezan a aflorar agujeros y más agujeros, recurren a la magia, a la misdirection. Despistan la mirada hacia otro ladi para hacer el truco. Aquí es donde hay que buscar una de las explicaciones del proceso.

Inicialmente, el proceso se disfraza de liberalidad, se reclama de Europa, apela a la democracia… y, en su metamorfosis, desliza por la pendiente de la identidad y acaba en un etnicismo áspero, que ejemplifica Torra…

Jugaron con el tema de Europa, pero Europa les ha girado la espalda. Entonces, tienen que buscar otras fuentes como la de la identidad, propia del nacionalismo, antigua o reinventada. Todo el mundo tiene derecho a pensar lo que quiera, pero lo que no se puede hacer es cambiar lo que ha pasado. La historia existe y no te la puedes sacar de encima. No puedes negar que Barcelona creció en un momento determinado gracias a Antonio López. Ahora hemos retirado la estatua, pero quizás habría sido mejor poner una placa delante explicando que este señor fue un esclavista.

¿Si esta tendencia continúa, el nacionalismo catalán se identificará cada vez más con el peor de los neonacionalismos que campan por el mundo?

Están perdiendo plumas. No hace mucho, en un homenaje a Heribert Barrera, cien personas con banderitas llamaban "Heribert tenía razón", refiriéndose a lo que decía sobre los inmigrantes. Se está haciendo un discurso que, si arraiga, no con los que vivimos ya hace tiempos en Cataluña, sino con los que acaban de llegar, será imposible la convivencia. Creo, de todas maneras, que esta deriva racista ya empieza a ser el lenguaje de algunos, no de la generalidad de las personas que estaban a favor del proceso. Gente que son independentistas empiezan a dejar de creer en las locuras de algunos. Las batallas internas en el nacionalismo, más allá de los acontecimientos inmediatos de la política, se entablan en el fondo ideológico del movimiento.

¿En este terreno, no sería muy necesario relanzar el debate, la discusión, la lucha en el terreno de las ideas, de la cultura, en el conjunto de Cataluña y, por supuesto, en España y también en Europa?

Es cierto que hay que recuperar el espacio que se ha dejado. La sociedad civil no existe en estos momentos y especialmente en el tema que nos ocupa. Y quienes tendrían que jugar un papel importante son los sindicatos, cosa que no están haciendo. CCOO todavía, pero UGT es terrorífica. Y están pagando el precio, porque hay mucha gente que abandona el campo. La pregunta es: ¿cómo abordamos la tarea? La realidad es que hay muchas sensibilidades a la izquierda (y ahora barro hacia casa en el tema del Club Cortum), pero hay muchas coincidencias, y en esto intentamos buscar el máximo común denominador. Y resulta muy gratificante encontrarte en una cena con gente diversa que sale contenta. El estímulo que implica no sentirse solo tiene mucho valor añadido.

¿La izquierda ha contribuido de alguna manera, sobre todo la autodenominada izquierda transformadora, a nutrir el argumentario processista y, en definitiva, a engrosarlo?

No tanto como organizaciones, a pesar de que algunas lo han hecho, sino a título individual de gente importante, con varios argumentos, no sólo han contribuido a legitimar el proceso, sino que han hecho mucho daño a la izquierda. La revolución no la harán nunca las clases burguesas. Y el processismo es fundamentalmente un movimiento burgués y carlista. De clases medianas. ¿Para qué? Para separarse del Estado. En el fondo, es un movimiento insolidario con territorios teóricamente más pobres y, por lo tanto, insolidario con los trabajadores, con los que tienen menos de todo. El proceso no es en Nou Barris. Gente que se reclamaba de izquierdas que se apunta al proceso es una cosa que chirría. No puedo hablar mucho de la nueva izquierda, pero conozco mucha gente de los socialistas que ahora están apuntados al carro del proceso.

¿Y esto por qué?

Supongo que cada cual tiene sus razones. Pero yo siempre he dicho a los que me rodean que, si alguna vez dejo mi militancia, decidme que calle y que me quede en casa. Después de estar años en un lugar, renegar y pasarse al enemigo máximo no tiene nombre. Y, en el caso de las grandes figuras, con el agravante que si son lo que son ha sido gracias al esfuerzo de sus excompañeros.

Cuando esto pasa en el terreno de la política digamos profesional, incluso se podría entender algún tipo de transfuguismo, pero cuando se produce en el terreno académico o en ámbitos muy lejos de esta política profesional, ¿cómo podemos calificarlo?

Quizás es consecuencia de la necesidad de estar con la mayoría.EnA la época de Aznar llamaba la atención la cantidad de gente que leía El Mundo en el metro. Se crea la burbuja en la cual algunos entran porque se lo creen y otros se apuntan a lo que se lleva.

 

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