Entrevista a Joan Boada

Ex-diputado en el Parlament de Catalunya y miembro de la ejecutiva de Iniciativa per Catalunya Verds
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Profesor de historia. Miembro de la ejecutiva de Iniciativa per Catalunya Verds. Fue diputado en el Parlament de Catalunya y formó parte del gobierno de izquierdas presidido por José Montilla, como secretario general del departamento de Interior.

¿Cómo empezamos hablando de la izquierda hoy?

Diciendo que no existen políticas de izquierda. Las cosas han cambiado mucho y la izquierda no ha sabido situarse en el momento en que nos encontramos. Sobre todo, a partir de la brutal crisis económica, para la que una izquierda ya debilitada (sobre todo de la socialdemocracia) no tenía respuesta. La crisis desarma totalmente a una izquierda que ya estaba con las manos arriba y no era capaz de dar soluciones a los problemas del siglo XX, y a la situación en el XXI. Esa izquierda no intentaba siquiera domesticar al capitalismo, sino casi hacerle el juego, hacerlo un poco amable. Y el capitalismo o le destruyes con una revolución (y no está cosa para hacer muchas revoluciones) o lo domas. Ya hemos retrocedido, hemos renunciado a destruirlo, pero domarlo también es superarlo.

¿La crisis de la izquierda está ligada a la del Estado de bienestar?

Claro, pero a partir de los años 80 la socialdemocracia había entrado en crisis, porque en aquel momento el capitalismo empieza a enfocar parte de sus negocios hacia el Estado de bienestar ¿Sanidad pública? ¿Educación pública? ¿Servicios a las personas públicos? A partir de aquí, empieza el asedio al Estado de bienestar y la izquierda no sabe responder. Con más o menos intensidad, la Europa hasta ahora social, que no pagaba salarios muy altos, pero lo compensaba con servicios que a los trabajadores les iban bien, se convierte en una nueva oportunidad para el capitalismo.

¿Entró también en esta espiral de crisis la izquierda comunista?

Hay un ejemplo que es el PSUC e Iniciativa. De acuerdo que es un país pequeño, como Cataluña, y su importancia es relativa. Pero el PSUC se situó en el Eurocomunismo porque era una posición normal y correcta, si se habrían los ojos a lo que estaba pasando en la Rusia comunista, que no era el paraíso de los trabajadores. Fue una reflexión muy dura en Italia, en España también. Pero, tras los terribles 80, llegamos a Iniciativa, mediante el eco-socialismo Sin dejar el proyecto socialista de cambio, transformación, no socialdemócrata, introdujimos un elemento nuevo, vital, que es la ecología, vista desde una perspectiva económica, de transformación energética… Pero esto se va diluyendo, es una vanguardia…

¿Por qué se va diluyendo?

Como el Guadiana, se sumerge y desaparece de la superficie. Existe, no cabe duda, pero de otro modo. Esta izquierda está quizá en entidades sociales, en formaciones nuevas…, en gente que aún trabaja desde estos parámetros, y que está llamada a resurgir. Y toda fuerza que quiera representar a una izquierda radical y no se denomine eco-socialista está perdida. La lucha de clases está vigente y mientras haya capitalismo lo seguirá estando.

¿No ha perdido la izquierda algo de la curiosidad, del interés por lo nuevo, que siempre la connotó?

Para analizar la izquierda hay que hacerlo también con la gente, con los ciudadanos ¿Qué es lo que quieren verdaderamente los ciudadanos? ¿Qué les ilusiona e interesa? El 15M tuvo su importancia, pero fue un suflé que enseguida se desinfló, porque estaba en basado en el «no nos representan». Fue un signo de malestar que no se le podía achacar a la política y a los políticos. La culpa es del capitalismo y de las fuerzas que lo controlan. No puedes meter a todos en el mismo saco. Cuando se cercó el Parlament, no se tuvo en cuenta que había diputados que, por ejemplo, iban a enfrentarse con quien había presentado unos presupuestos completamente antisociales. Mi partido era la voz de aquélla gente y no nos entendían. «No nos representan», pero les votáis ¿En qué quedamos? La gente necesitaba algo, pero no sabía qué.

¿De ahí se derivó hacia el impulso de ganar elecciones, incluso más allá del proyecto?

El error más claro es este. El enemigo es el capitalismo y las fuerzas que lo sustentan, no solo políticas. Este es el foco de la izquierda para transformar. No puedes cuestionar, por ejemplo, la generación del 78, la Constitución…, como si ese fuera el problema. Si empiezas negando a quienes hicieron un esfuerzo increíble, que aguantaron las tensiones del posfranquismo… Si niegas esto ¿Por dónde empiezas

¿Podríamos estar hablando de una izquierda despistada?

Si, y no solo políticamente. También ideológica y culturalmente. No estará de más leer a Laclau, pero hay que seguir prestando atención a Marx, hoy más que nunca. La ley del péndulo siempre ha funcionado. La crisis puede atenuarse, pero no se sabe cómo ni cuándo. Porque una cosa son las cifras macroeconómicas y otra la gente. Hay problemas que tienden a agravarse. El petróleo se acaba y eso va a generar nuevas crisis. No hay respuesta. El cambio climático sigue. Y no se trata con responder con un «ya veremos, a ver qué pasa…» No se oye hablar de estas cuestiones. No un día. Cuando hablamos de economía, hablamos de energía…, y de medio ambiente. En este momento, no se puede hacer un discurso de izquierdas transformador sino se pone el medio ambiente, la lucha contra el cambio climático, en primer término. Vinculado, claro, al feminismo y otras causas.

¿Y la relación de la izquierda con el nacionalismo, en Cataluña?

Izquierda y nacionalismo es un oxímoron. El nacionalismo es cerrarse en sí mismo, es individualista, no tiene ningún sentido. La izquierda es solidaria, abierta, colaboradora, habla de lo común… No se puede ser de izquierdas y nacionalista, aunque algunos quieran hacer la revolución a partir de la derecha catalana. Desde el primer momento, habría que haber dicho que no. No fotos con esos movimientos. Creo que el Estatuto es bueno, nos daba unas competencias muy fuertes, más que en toda Europa. Lo recortaron, pero nos permitía hacer política a tope. Aunque esa fue la excusa para lanzar el «procesismo». El nacionalismo es todo lo contrario a la razón. Es religión, fe, un espejismo… ¿Qué vamos a crear a partir de esto? En todo caso, se perpetúa lo existente ¿Qué existía aquí? Una derecha fuerte, controladora, con el apoyo de Esquerra Republicana, de los infantilismos de la CUP. La verdad, lo coherente, los que nosotros palpábamos, lo que la gente sufría era el capitalismo y los recortes sociales. Lo otro era ilusión.

¿Y cómo se explica la apropiación de cuestiones propias de la izquierda por parte del nacionalismo?

Cuando una parte de la izquierda apoya el 9N comete un error tremendo. Aquello era una cuestión de los nacionalistas, donde la izquierda no pintaba nada. Y así se fue pasando a que «votar es democracia», etc. Votar es un instrumento de la democracia. y no votar puede ser tan democrático como votar. Y aquí no hay una posición clara. Lo que había era miedo de que te pusieran al otro lado… Siempre hemos estado al otro lado. Al otro lado del capitalismo, de las injusticias. Y aquéllo que se estaba haciendo era una injusticia porque una minoría imponía unas cuestiones terribles ¿Cómo cargarte el Estatuto? ¿Cómo cargarte la Constitución? ¿Alguien en su sano juicio puede estar de acuerdo con esto?

¿Dónde está el internacionalismo de la izquierda?

En Europa tenemos una gran oportunidad de ejercerlo y no lo hacemos. Europa tiene mucho de bueno. Lo que pasa es que está sometida a las políticas de derechas. Ha explosionado la izquierda en toda Europa. La socialdemocracia no existe. Pacta con quien sea, de la manera que sea, sin ningún problema.

¿Estamos inmersos en un relato de ficción?

Vivimos una situación muy difícil, porque el nacionalismo tiene unos aparatos de comunicación brutales, aquí en Cataluña. Todos los medios de comunicación públicos están al servicio del nacionalismo y buena parte de los privados subvencionados. Así, el discurso nacionalista entra cada día, cada hora, sentados en el sofá, con gente que le gusta que le hablan de estas cuestiones. De este modo, se está formando un mundo paralelo, irreal, basado en la ilusión del nacionalismo. Esto es terrible y no se va a arreglar, aunque se encauce políticamente. Y lo digo desde Girona, que no es Barcelona y su área metropolitana. Girona es una asfixia total. Una ciudad ictérica. El otro día, en medio de un concierto en el Auditorio subió alguien al escenario y dijo que mantuviéramos un minuto de silencio por los presos. Todo el mundo se levantó, aunque seguro que había alguien que no estaba de acuerdo.

Otra cuestión, esta de la alienación, que la izquierda ha dejado un poco de lado…

El poder de influir en la mente de las personas es hoy en día inmenso, a través de los medios de comunicación y las redes sociales. Ya empezamos a ser adictos, pero Habermas dice, por ejemplo, que ya se están creando subredes, que pueden contribuir a la transformación de esta sociedad. En todo caso, es bueno debatir, enterarse. Leer «Patria» es empezar a entender otras cosas que no sabíamos del País Vasco. Porque aquí también hay cosas en los pueblos y las ciudades pequeñas de Cataluña que empiezan a parecerse a lo que cuenta Aramburu.

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