Entrevista a Francesc Trillas

Economista y vicepresidente de Federalistes d'Esquerres
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Economista y profesor de Economía Aplicada en la UAB. Vicepresidente de Federalistes d’Esquerres. Acaba de publicar «Pan y fútbol» (El deporte rey, espejo de la economía global). También ha escrito «¿Qué es el federalismo?», con Joan Botella y Victoria Camps, y sobre economía del federalismo. Co-productor del documental «Federal», de Albert Solé.

¿Qué esto del federalismo?

Federalismo es la democracia multinivel, organizarnos de una forma en la que los problemas se solucionen en su escala óptima. Hay problemas económicos, sociales…, que tienen una escala global, local o intermedia. No se puede pretender solucionar un problema estrictamente local desde arriba de todo, ni tampoco uno de carácter global desde abajo. Vivimos en un mundo en que hay que reconocer, levantar acta, de que nadie puede monopolizar la soberanía. Hay que compartir soberanía, porque de lo contrario no seremos soberanos. Se trata de esa idea tan simple y a la vez, por supuesto, tan complicada de llevar a cabo. Desde el punto de vista económico, es gestionar la intervención del Estado en la economía en su escala óptima.

El federalismo es tan común y universal que casi no hay, digamos, una causa federalista…

El federalismo es, como el andar, tan natural que casi no necesita defensores. Pero si no anduviéramos ni iríamos a ninguna parte. La realidad tiene un sesgo federal. Ir contra eso, supone, digamos, hacerlo contra las leyes de la física. No hay, claro ningún movimiento, en defensa de la ley de la gravedad, pero si habría que combatir a los que van contra ella, porque dificultan mucho las cosas. Efectivamente, es difícil organizar un movimiento que vibre por el federalismo, pero lo hemos conseguido un poco. Y algo parecido también ocurre en otros lugares, como Canadá, Bélgica, Italia… Y la propia UE no es solo resultado de unas élites, sino de personas que lucharon por el federalismo. Por ejemplo, muchos comunistas italianos, con Spinelli, crearon un movimiento federalista europeo, que sigue muy vivo y es el gran baluarte de defensa contra el populismo italiano.

¿Más allá de la política, el federalismo conlleva cuestiones técnicas relevantes?

En el federalismo ya está todo bastante dicho. Constitucionalistas, hacendistas, juristas, politólogos…, han generado un consenso bastante alto en las técnicas del federalismo. Lo que más falta es el impulso político y también cultural. Las narrativas federalistas, las recetas, están ahí. Existen pequeñísimas discrepancias que, a veces, los propios académicos exageran. Queda pendiente la batalla del relato y de la denuncia de los que intentan poner la bandera del nacionalismo, sea el que sea.

¿Es entonces el nacionalismo la antítesis del federalismo?

El centralismo, que podría parecer lo más opuesto al federalismo, es una manifestación del nacionalismo. Se manifiesta en ensalzar el Estado-nación desde el Estado, o pretender tener un Estado-nación, cuando se carece de Estado. En el fondo, es lo mismo: creer en el monopolio de la soberanía. Y hay que optar: o eso o federalismo. No hay una tercera vía. Es una sola vía frente al nacionalismo, que tiene diferentes cabezas, pero que se remite a un himno, una bandera, una forma de ser, donde no caben los que son distintos. No veo muchas diferencias sicológicas y culturales entre los que critican a los que no cantan «El segadors» y los que intentan imponer el himno de Marta Sánchez.

¿Hay coincidencia en considerar el Estado de las autonomías como una forma de Estado federal?

España tiene muchas características de Estado federal, y de los que se trata es de mejorarlo. Y lo mismo en Europa, que tiene una moneda y un parlamento federal, pero nos faltan instancias federales. El federalismo no es algo de si o no, blanco o negro. Es una evolución, y el mundo actual, donde los problemas se van interconectando, se mueve en esa dirección. Por eso nuestra obligación es, no como federalistas, sino como seres humanos, intentar que esta evolución sea en interés de todos. Que tenga en cuenta a los más vulnerables, y entronque con valores progresistas. Todo ello, denominándose federal, porque las palabras son útiles e importantes. Nos pone en contacto con los que así se reclaman; Spinelli, canadienses, alemanes, norteamericanos, australianos, indios…

¿El problema en España está, como algunos sostienen, en la contradicción entre un alto nivel de descentralización de competencias y unas finanzas centralizadas?

Hay un problema económico-fiscal, como dicen, con matices, Montse Colldeforns o Antonio Zabalza, en el sentido de que hay mucha descentralización, pero menos poder autonómico. Hay poca calificación de las competencias y confusión en los criterios para distribuir el dinero autonómico. Pero no son estos los principales problemas. El tema de fondo, en Cataluña y en España, es la falta de reconocimiento de la diversidad, por ejemplo, en el plano lingüístico. En España tendría que aceptarse que el catalán es un idioma español, igual que el español es mexicano y, cada vez más, norteamericano. Tendría que haber en los aeropuertos un cartel que dijera «Bienvenidos a España», Benvinguts a España» y también en euskera y en gallego. Como ocurre en Canadá, Bélgica, Suiza… No hay que cambiar la Constitución para hacer esto, es barato, pero simbólicamente tiene un impacto mayor que otras cosas. Y lo mismo aceptar en Cataluña que el castellano es una lengua de Cataluña, por supuesto. Y que lo puedan ser otra como, por ejemplo, el urdu. Aceptar con normalidad que, en todo el mundo, vivimos en sociedades multiculturales y diversas. Esto es la realidad y no va hacer marcha atrás.

¿Qué lugar ocupa en todo esto el soberanismo?

La palabra soberanía es bonita, y queremos ser soberanos. Pero lo importante es que el individuo sea soberano, que sea libre y que, cada vez más, pueda decidir por sí mismo. A eso aspiramos la gente progresista y para eso hace falta igualdad. Si la soberanía es eso, me parece bien. Pero la única manera de ser soberano hoy en día es compartir soberanía con los demás, porque de lo contrario no influiremos en problemas que nos afectan y que no se deciden en la Plaza Sant Jaume ni en nuestro bloque de pisos. Se deciden en una escala más amplia, en la que tenemos que influir. Y si decidir en todo, se trata de hacer referéndums dicotómicos para todo, acabaremos con sociedades divididas, en las que impondrán su agenda los más poderosos. Donde la convivencia es importante, los referéndums dicotómicos no sirven, como vimos en el Brexit.

Íñigo Urkullu habla de federalizar el País Vasco ¿No atañe esto también a Cataluña, donde parecen existir unos desequilibrios manifiestos?

Resolver de una forma federal la organización territorial de Cataluña es algo pendiente. Ha tenido competencias para hacerlo y no las ha ejercido, del mismo modo que podría haber tenido una ley electoral o una televisión pública ejemplar, y no ha querido. El caso territorial es obvio ¿Cómo puede ser que en Cataluña haya provincias, comarcas, veguerías, ayuntamientos, distritos… Es imprescindible democratizar esto. En Barcelona, se llegó a una síntesis con la participación de los vecinos en los Consejos de distrito. Eso es una idea federal. Una forma de que el político local esté en contacto con la gente que tiene un problema. El pujolismo hizo un daño tremendo a Cataluña y el «Procés» es fruto de eso. Es la apropiación de las instituciones para provecho de un proyecto político.

¿La compra venta de favores políticos, característico del pujolismo, ha contribuido a pervertir el sistema autonómico en España?

Hay una falta de institucionalización de los intercambios entre el gobierno central y las autonomías. El federalismo es institucionalizar la cooperación, en lugar de llevarla a habitaciones oscuras, donde se hacen pactos bajo la mesa. El pujolismo sí que es la tercera vía, por excelencia e indeseable, entre el federalismo y la soberanía total. Es la que nos ha llevado donde estamos, la devaluación de las instituciones como algo colectivo.

¿Y el federalismo en el conjunto de España?

Pedro Sánchez acaba de formar el gobierno más federalista desde la I República, el más europeísta desde tiempos de Felipe González y el más feminista de la historia. Esto es una esperanza. La ministra de Administración consta que el federalista, al igual que el ministro de Asuntos exteriores, y el resto también. Estamos esperanzados. Y hay que decir también que en España hay muchos federalistas, algunos que ni siquiera lo saben y otros que no se atreven a decirlo. Hay mucha presión en su contra porque la derecha española ha asociado federalismo a caos ¿Dónde están los federalistas más allá del Ebro? En el Gobierno.

¿Se puede hablar ya de pasos hacia el federalismo?

Es una lástima que no se haya aprovechado el gobierno del PP para reformar la Constitución, porque es más difícil que se sume a ella desde la oposición. De todos modos, sigue totalmente vigente la idea de reformar la Constitución. Puede parecer que no hay intereses directamente enfrentados al federalismo, pero si indirectos como mantener las banderas bien izadas y el volumen de los himnos bien alto, para dividir a la izquierda por identidades y que se hable menos de propuestas sociales y distributivos.

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