Entrevista a Ana S. Cardenal

Profesora de ciencia política en la UOC y miembro de Federalistes d'Esquerres
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Profesora de ciencia política en la Universidad Oberta de Catalunya. Periodista. Consultora para el Banco Interamericano de Desarrollo. Residió en Guatemala, desde donde participó en proyectos para Centroamérica. Forma parte de Federalistes d’Esquerres y se identifica con Comunes Federalistas.

¿Desde su perspectiva, dónde se puede situar el arranque del «Procés»?

Es verdad que, a mí, observadora quizás un poco ingenua, me cayó bastante por sorpresa la reacción al Tribunal Constitucional. Aquél editorial conjunto publicado por los medios catalanes. Ahí pensé que algo estaba pasando y luego, como politóloga, he ido siguiendo cómo se ha ido gestando este movimiento. Aunque nos podemos remontar a mucho antes, se puede ver que el primer crecimiento del independentismo se produce con la mayoría absoluta de Aznar y se hace visible con los resultados de Izquierda Republicana en 2003. Entonces, se pone en marcha la operación «Estatut», que pretende mayores garantías para el autogobierno en Cataluña y, por parte del PSOE, digamos, cerrar el problema. El alma federalista del PSC ve la oportunidad de blindar las competencias. Pero todo eso no llega a cuajar.

¿Se puede decir algo sobre sus investigaciones sobre la fragmentación el entorno mediático y la situación en Cataluña y más allá?

Hay que empezar por preguntarse si con la ampliación de la oferta informativa mejora el paisaje comunicacional y cómo. Porque está mayor abundancia de información lo que está provocando no es sino más fragmentación en las audiencias. Antes, disponíamos de un entorno mucho más limitado, con lo cual los medios tradicionales acababan convergiendo. Y en Cataluña lo que estamos viendo son la aparición de auténticas burbujas (Filter bubble), que hace que la gente viva en un entorno en el que las mismas ideas se retroalimentan, se rebotan entre uno y otros. Algo de esto ocurre, por ejemplo, con las grandes magnitudes sociales en Cataluña, que viven mundos separados. Lo que ocurre es que la Cataluña que se ve es la que habla en catalán y defiende el proyecto hegemónico, que es el independentismo ¿Por qué? Porque es la Cataluña que ha gobernado desde el año 80 y que tiene un monopolio absoluto sobre las instituciones de autogobierno y que, por supuesto, controla los medios, la Enseñanza, la Sanidad, la Administración… Todos los resortes de poder y las agencias e instituciones públicas.

¿El bosque mediático nos está impidiendo ver entonces los árboles de la información?

Ante tanta información, las personas necesitaríamos unos atajos cognitivos para seleccionar, procesar y elaborar esta información. Uno de estos atajos pasa por identificar la fuente ideológica y su proximidad con la de cada uno. También se maneja la credibilidad de la fuente. Ahora utilizamos mucho twitter y seguimos a gente que consideramos autoridades en temas de los cuales nos filtra información. Pero, claro, cuanta más información, más atajos. En un entorno informativo tan complejo, se requieren, cada vez más, recursos cognitivos, preparación para poder hacer una buena selección. Sino, puede pasar todo lo contrario, que acabas siendo una persona mucho más desinformada, con muchos más problemas para orientarte en la realidad.

¿El bombardeo informativo a que estamos sometidos tiende a generar a generar malestar e irritación creciente en los receptores?

Cada uno de nosotros puede hacer el experimento de exponerse a un nivel creciente de noticias y constatar que, a más abundancia de información, más aumenta el nivel de ansiedad. Respecto a la televisión, se puede constatar una pérdida de poder e influencia. Según un estudio que estamos haciendo, los hábitos de consumo de noticias de los jóvenes han cambiado radicalmente. No ven la televisión. Los índices de audiencia constatan que, por ejemplo, la Sexta, que es la televisión que más se ve en Cataluña, solo tiene un 6% de audiencia, y TVE un 13%. Antes, el 80% se sentaba todas las noches ante la tele para ver los informativos.

¿La querencia de algunas figuras por la televisión, que se ha interpretado como un sesgo posmoderno de entender la política, no es quizá producto de la influencia del medio en su formación temprana?

La televisión sigue siendo un medio potentísimo. Hay algo de cierto en que Pablo Iglesias, por ejemplo, tiene la relevancia que tiene gracias a la televisión. ¿Verdad, que casi no se ha sabido nada del Partido Pirata? Pero el efecto de las redes sociales hace que no sea necesario que todos estemos viendo la tele. En cuanto aparece un mensaje en una determinada plataforma se empieza a extender como un virus por las redes. No son incompatibles la televisión y las redes sociales.

¿Volviendo al «Procés», cabe preguntarse por el detonante de semejante deriva, dado que las cosas no caen del cielo como el rocío en primavera?

Creo que está bastante claro que lo que permite a este movimiento llegar a capas tan amplias de la sociedad catalana es la crisis económica, porque el relato de las garantías, el de la sentencia del Tribunal Constitucional, es algo que está dirigido y entienden las élites. Pero lo que si entiende la gente es de lo «España nos roba», y que si somos independientes 16.000 millones de euros van a llegar a Cataluña, y 2.000 al bolsillo de cada uno de los catalanes. Además, con el agravante de que la única alternativa visible a la crisis era la independencia. No había una propuesta federalista, ni de reforma.

El Pujolismo tampoco ha sido nada puntual, ni pasajero… ¿Ha establecido pautas, hasta instituirse en un régimen con perfil propio?

Ha establecido pautas, por desgracia, nada saludables para nuestra democracia. Los independentistas hablan mucho de la calidad de la democracia española, pero en el último mes ha dado algunas lecciones de capacidad de renovarse y de cambio. Aquí, en cambio, vivimos la hipertrofia de hiper-liderazgos, de apropiación de las instituciones, de lo público, por un grupo hegemónico. Aquí no se mueve un papel sin consultar a Berlín o a Estremera. A los de la parroquia no se les da cuenta porque no se necesita hacerlo, pero para al resto de la ciudadanía de Cataluña es de una falta de transparencia, de una opacidad y unos procedimientos en absoluto democráticos.

¿Todo esto de Cataluña no tiene algo en común con fenómenos que se están produciendo en Europa y en el Mundo?

En Cataluña, objetivamente, los sectores que hoy están por la independencia son los ganadores con la globalización. Son las clases medias altas. El gran poder económico y los trabajadores de origen inmigrante no se identifican con el soberanismo. Lo que queda es una clase media, pilotada por los más privilegiados. En ella están los que viven de alguna manera de la Administración pública catalana. En esto, Jordi Pujol ha sido un maestro. Ha creado una Administración clientelar y con ella un entorno de intereses, que es beneficiario de las políticas que se han hecho en Cataluña. No todas negativas, como el sistema de ciencia, que nos distingue de otras comunidades autónomas. Pero así, nos encontramos con un porcentaje muy alto de científicos beneficiadores de los programas de excelencia creados en Cataluña, que son independentistas.

¿Y se vislumbra alguna luz a la salida del túnel?

Aquí se han roto dos pactos, el pacto federal (que según Pérez Royo se rompió con la sentencia del Tribunal Constitucional), que reclama garantías para el autogobierno, más allá de las mayorías políticas a escala del Estado. El Gobierno central ejerce su poder con un amplio margen de discrecionalidad con respecto a las Comunidades Autónomas. Y en esto hay una motivación muy legítima por parte del soberanismo catalán. Esto hay que arreglarlo, hay que recuperar el Estatuto, blindar las competencias… También se ha roto el pacto implícito que existía en Cataluña, mediante el cual los no nacionalistas delegaban el poder a los nacionalistas a cambio de mantenerse en España. Esta parte de Cataluña se siente muy traicionada. Porque la pertenencia a España garantiza los derechos. Y ahora estamos más lejos que nunca de un consenso en Cataluña, como pone de manifiesto el nacimiento de Ciudadanos, que es respuesta a la ruptura de este pacto. Es verdad que la ley de inmersión lingüística en Cataluña fue hecha por consenso. Grandes mayorías la votaron en el Parlament.

Todo esto reclama, en definitiva, pactos, nuevos encajes…

El problema está en que se ha roto la confianza. Entonces ¿Vas a dar poderes? ¿Dar la posibilidad de que Cataluña recaude todos los impuestos en la Comunidad, cuando lo que estás dando es a gente que lo va a utilizar para irse? Aquí, el problema de las lealtades es básico. Pero también hay que contar con la participación de otros elementos, como Europa. Y sobre todo lo que hay que aprender la cultura del pacto, de la cual España ha sido bastante deficitaria, sobre todo por parte de la derecha. Y también de hacer las cosas de manera más horizontal. De hacer las cosas desde un poder red, resolviendo los problemas en su nivel más adecuado.

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