«El único objetivo de los instigadores del ‘procés’ era escriturar la finca»

Entrevista a Ricard Cayuela
Ricard Cayuela
Ricard Cayuela

Psicólogo social. Articulista. Empresario. Ha sido profesor en diferentes universidades y vicedecano del Colegio Oficial de Piscología de Cataluña. Es miembro de Federalistes d’Esquerres, y milita para superar el sistema neoliberal que tenemos, “que está obsoleto”.

¿Pude interpretarse el procés como un trastorno obsesivo-compulsivo?

Estudiando la piscología de las masas, se puede ver que en algunas ocasiones se ha dado, sobre a todo a través de un instigador, de alguien que plantea la idea, como la gente deja de pensar por sí misma, se acoge a la idea del líder carismático y, a partir de ahí, es capaz de hacer las mayores barbaridades que uno se pueda imaginar. Por ejemplo, en Guayana, hace ya bastantes años, hubo un personaje que indujo a que se envenenaran un millar de personas. Aquí es otra cosa, pero hay cerca de dos millones de personas que padecen un trastorno obsesivo-compulsivo, al que, mediante una estrategia bien estudiada, se le da de comer como a las palomas. Y las palomas siguen comiendo. Sufren una primera decepción, pero la superan.

En cualquier caso, este trastorno no es privativo de Cataluña y cuenta con bastantes precedentes históricos…

Por poner algo más cercano. La película Jocker, estrenada mientras Barcelona estaba en llamas, narra la historia de un tipo que, cuando se siente inquieto, le sale una risa absolutamente compulsiva, que le impide parar. Los que tiene delante le consideran un loco. Y cuando se erige en líder que, además mata, resulta que la gente se rebela contra el sistema impuesto, y empieza a quemar la ciudad. Hay un paralelismo con lo que estamos viviendo aquí. También tenemos un Jocker, que está en Waterloo o por ahí…

Pero como la historia no se repite más que en forma de miserable farsa, en palabras de Marx ¿Estamos, pues, ante una comedia?

Antes de que los nazis acabaran quemando gente, había un movimiento popular. Seguramente nadie pensaba al principio que aquello acabaría como acabó. Ahí es donde estamos. Es a partir de las formas que van adquiriendo los acontecimientos cuando realmente tenemos motivos para inquietarnos. Sin olvidar que aquí hay casi un 60% por ciento de ciudadanos que yo llamo del “silencio de los corderos”. Somos gente boquiabierta, que vemos lo que pasa, pero que no estamos organizados, ni tenemos dinero, ni religión política. Los otros van tirando porque, entre otras cosas, manejan un dinero que es nuestro, mucho dinero…

Narra magistralmente Jonathan Littell, en Las benévolas, como la buena gente puede acabar convirtiéndose en verdugo, al calor de las circunstancias. El “Procés” farda de ser cosa de la gente buena ¿Es eso garantía de algo?

Los catalanes tenemos tres características acusadas: somos o queremos ser diferentes, somos únicos y somos unas víctimas. En este terreno, sale un instigador, tira una semilla y aparecen dos millones de personas que se tiran al monte. También se dice que desde hace cuarenta años hay un adoctrinamiento en las escuelas que, quizá no con la magnitud con que se dice, pero sí que ha existido. La prueba está en que, en la Cataluña profunda, el movimiento resulta especialmente aplastante. No deja de sorprenderme este fenómeno sociológico de masas en el año 2019, que incluso ahora está derivando en una violencia que no parece estar inspirada por la buena gente. Seguro que hay muchos de estos que están empezando a sorprenderse, a dudar, pero hay un mecanismo de defensa, que viene a decir que nosotros no somos responsables de lo que ocurre. Los malos son los otros, el Estado. Se echa la culpa a infiltrados, anti-sistemas… Se están defendiendo de algo que hacen ellos mismos.

¿Qué papel juegan los sentimientos, las emociones, en este estado de cosas?

Esto de ser diferentes, únicos y víctimas hace que la gente se crea que siendo independientes podemos tener un país muchísimo mejor, que seremos felices y todo irá bien. Nadie tiene presente que lo que no puede ser es que no tengas en cuenta a los otros. El independentismo es excluyente. El independentismo es algo que hay que tener en cuenta, pero como una variable del debate político, no en plan totalitario. Es una incoherencia psicológica pedir paz y democracia y no ser capaces de ver que la libertad y la democracia ya la tenemos y, además, ellos te la quitan. Trabajo en comportamiento no verbal en la Facultad y me he fijado en las caras de odio que aparecían en quienes increpaban a Josep Bou, en el escrache contra los premios Princesa de Gerona. Una señora, que no le conoce de nada, y le grita y escupe. Superar esto implica una autocrítica, sobre todo en lo que hace referencia al supremacismo, que es quizá el peor mal de los nacionalismos.

¿Subyace en estas actitudes un sentido religioso?

No sé hasta qué punto este fenómeno sectario puede tener que ver con la salvación, que proclaman las religiones y, en nuestro caso concreto, con el catolicismo, pero desde luego, sí que está asociado a la identidad del grupo, que tiene una fuerza que puede arrasar. 

¿Está derivando el “Procés” hacia un discurso identitario, en franca contradicción con el pragmatismo del que hacía gala en un principio?

Sí, esto es algo muy propio de los nacionalismos. En ocasiones, generalmente cuando se sienten más fuertes, enmascaran su yo profundo con valores, ideas, planteamientos, digamos, socialmente aceptados. Pero, a la larga, acaban cayendo en la identidad, casi como su única razón de ser. Y en esa deriva recurren a los mitos, a la lectura histórica interesada, a los hechos diferenciales… A lo que haga falta para justificar lo de un “solo pueblo”. Cataluña es, desde sus orígenes, un paradigma de diversidad. El mestizaje es su propia razón de ser, y carece absolutamente de sentido que el vecino sea un tipo a abatir, sino es de tu cuerda. Esto produce terror. Y es tremendo constatar que los adictos al movimiento han llegado a un extremo del cual es difícil echar marcha atrás. Reconocer que se han equivocado supondría caer en una profunda melancolía. Es una huida hacia no se sabe dónde.

Llegados a este punto ¿Dónde está la válvula que podría contribuir a bajar la presión?

En psicología de masas, una fórmula de modular es que desaparezca el instigador. En el momento en que los instigadores que están dando de comer a las palomas desaparezcan, cambiarán las cosas. Muerto el perro se acabó la rabia.

Resulta muy desagradable vivir en sociedades escindidas, como la que en estos momentos se perfila en Cataluña ¿Más allá de la política, que hay que hacer para poder volver a convivir con normalidad entre diferentes?

Yo tengo familiares valones en Bélgica, que han llegado a aprender flamenco para poder circular por el país. En el momento en que el amigo se resiste a aceptar a los otros, porque cree que su personalidad puede verse seriamente perjudicada, poco se puede hacer. Pero, si desparece el instigador y volvemos a tener una democracia en Cataluña, a los mejor podríamos intentar aproximarnos. 

¿Qué responsabilidad tienen los medios de comunicación a la hora de atizar la hoguera independentista?

Todos los del establishment catalán que ha puesto la independencia al cargo de instituciones, asociaciones…, cada vez son más cortos. No son brillantes. Los consejeros de antes parecía que sabían lo que decían. El nivel ha caído, y ahora la filología es la que acapara los puestos. Si pones a un director de tu cuerda en TV3 o en la radio y le pagas un sueldazo ya tienes la explicación de lo que está pasando. Esta es una de las salvajadas antidemocráticas más llamativas. En el referéndum del 2 de octubre, nadie hablaba del no. Las televisiones solo hacían propaganda de lo que les interesaba para obtener el resultado ya previsto. Pero, en cualquier consulta, sacar más del 89% a favor de una opción se considera pura y simplemente producto de una dictadura. No fueron capaces ni de guardar las formas.

¿Estamos quizá ante una ocurrencia propia de Pepe Gotera y Otilio, chapuzas a domicilio?

Hemos visto, por ejemplo, a un juez independentista diciendo que los presupuestos estaban disimulados. O sea, que sí es una chapuza, pero también hay una máquina operando. Hay cosas que la bona gent no hace. Y hay dinero. Cuando la gente se dé cuenta que el único objetivo de los instigadores del “Procés” era escriturar la finca, esperemos que la cosa remita. Los que siguen dirigiendo esto son los nacionalistas del “Junts pel sí”, que durante 25 años han estado en lo de “pal de paller”. Y también da cada vez más miedo ver a personajes como la Forcadell abrazados a Otegui o a Carles Sastre. 

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