«La esencialización cultural extrema es casi racismo biológico»

Entrevista a Laia Narciso
Laia Narciso
Laia Narciso

Antropóloga, especialista en desigualdad social y educativa. Profesora asociada del departamento de Antropología de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), miembro del grupo de investigación EMIGRA y del CER-M. Es también educadora social y promueve “Europa Sense Murs”, una asociación de reciente creación.

¿Racismo exnovo con los inmigrantes internacionales, o subyacente y anterior a ellos?

Claro. El racismo no es algo que ha nacido ahora. Es estructural y muy ligado a la creación de los Estados-nación, al proyecto europeo-occidental. Para definirnos y situarnos en esta escala de superioridad, se crea un “otros” y se justifican los procesos de “minorización”, explotación, etc. Se piensa que el racismo es una cuestión moral, pero va mucho más allá, forma parte del Sistema, es orgánico y establece una escala de poder para situarse por encima, en un nivel de superioridad.

¿Desborda, entonces, el racismo lo que se interpretó como algo propio de la biología?

En la época colonial, las primeras manifestaciones del racismo eran de carácter biológico, pero sobre todo después de la II Guerra mundial, esa forma de racismo empezó a ser muy mal visto (en buena medida, por haber estado asociado al nazismo y también por los avances científicos) y resultó insostenible, porque somos una única humanidad. Así, se empezó a substituir el concepto de raza por el de etnia y aparecieron substitutivos como el “fundamentalismo cultural”. Pero el que hayamos dejado de utilizar el término “raza” no quiere decir que no existan los procesos de “racialización”. Es decir, que elementos culturales se “esencialicen” de tal forma que acaban convirtiéndose casi en un sentido de raza biológica.

¿El racismo que, inicialmente, parecía superar las fronteras, acaba encontrando acomodo natural en la nación?

Todo esto tiene que ver con los proyectos identitarios. Para construir esta escala de jerarquía social del racismo pueden utilizarse distintos marcadores. Así, cada racismo, dependiendo de la historia de contacto que ha tenido con los grupos, construye imaginarios, en los que los discursos e ideologías que se generan utilizan determinados marcadores. En algunos casos, como en EE.UU., el color y en España otros, como la lengua, la religión…

¿En el caso catalán es quizá la lengua el cemento identitario más significativo?

No soy especialista en este campo, pero sí que la lengua parece ser un elemento significativo de la construcción identitaria en Cataluña. Y también, por ejemplo, la pertenencia europea. Pero, estos y otros elementos culturales se han “esencializado tanto”, como decía antes, que acaban convirtiéndose en raza. De tal modo, que se difuminan las fronteras entre racismo biológico y racismo cultural. Hoy en día, los discursos mezclan ambas cosas, sobre todo con algunas poblaciones, como la población negra en Cataluña. Yo he llegado a oír a alguna maestra decir, refiriéndose a hijos de inmigrantes africanos, “estos niños estaban saltando por los árboles y ahora están aquí con el I-Pad”.

¿Este racismo explícito hacia los emigrantes internacionales se asemeja al que pudo existir o existe frente a las personas migrantes a Cataluña, desde otros lugares de España?

Creo que es el mismo sistema, que en cada momento se manifiesta de forma específica. Igual que no tiene la misma expresión en Francia, EE.UU. o Sudáfrica que en Cataluña. Los marcadores de diferencia son inter-seccionales. No están integrados por un único elemento, como puede ser la lengua, sino que se combinan con otros, como el género, la clase social (sobre todo), etc. Así, el discurso que se hace sobre una persona de clase trabajadora y hombre puede ser criminalizador, mientras que para una mujer negra de clase obrera se hace un discurso paternalista. En cambio, se puede hacer un discurso para alguien al que se considera charnego, en base a clasificarlo como de una clase social distinta, aunque luego puede no serlo tanto.

¿Qué se puede decir del miedo en el discurso racista?

El miedo es también algo construido que, en las circunstancias actuales, podría asentarse en una competencia de recursos entre pobres. Hay que entender que en la base de todo esto subyace gente olvidada por las políticas públicas, cada vez menos amparadas por el Estado de bienestar. Así prende el discurso del choque de culturas, del nos roban, de la criminalidad… proyectado contra los iguales y no, por ejemplo, contra los ricos, como pudo ocurrir en otros tiempos. Basta con ver las imágenes en la tele sobre emigrantes, procedentes por ejemplo de África Occidental: una masa informe, despersonalizada, negra…, que parece a punto de saltar la valla e invadirnos… No tiene cara, ni nombre, ni historia. Es un ente frente al cual se afirma el discurso hegemónico del choque de civilizaciones, de la necesidad de reforzar las fronteras, vigilar las calles… A eso hay que añadir las noticias que nos dan a entender que los emigrantes realizan actividades criminales, ilegales, como el “top manta”, o mal vistas, como recoger chatarra. En lo que se refiere a las mujeres, mutilación genital, matrimonio forzado… Es decir, se criminaliza o se problematiza su cultura. Ese discurso genera una amenaza para quienes se consideran superiores por los “avances” de Europa. Sobre todo, a través de la ideología de género. Cuando el género emerge como frontera étnica. Fantasma que hasta puede ser compartido por gente progresista, temerosa de que puedan echarse atrás los logros conseguidos, por ejemplo, por el feminismo en Europa.

¿Cómo maneja el discurso identitario catalán, muy marcado por la vieja inmigración (versus charneguismo) la emigración internacional?

Uno de cada cuatro niños que nacen actualmente en Cataluña es hijo de una madre o un padre, procedentes de la inmigración extrajera. Y, claro, no se ven del mismo modo todos ellos. Por ejemplo, se criminaliza por una cuestión lingüística la emigración procedente de Latinoamérica, porque se considera que al usar el castellano “españolizan”. Y solo se les perdona si se asimilan. Con la inmigración africana negra no se recuerda haber vivido una historia de contacto muy violenta. Por tanto, hay una cierta tolerancia, un trato paternalista, que no se tiene con los marroquíes. Pero enseguida, a la que se percibe que se resisten a la asimilación, se activan todos los discursos contra la población negra. Y se “blanqueiza”; o sea, ganas “puntos de blancura”, si hablas catalán, si no manifiestas tu relación con el Islam… Con efectos perversos como, por ejemplo, eso de “que bien hablas catalán”, que viene a confirmar que no eres catalán, porque a alguien que así se le considera no se le dice tal cosa.

¿Qué decir sobre lo de “cada mochuelo a su olivo”, entendido como que lo mejor es vivir donde a cada cual le ha tocado nacer?

Se construye como si no estuviésemos mezclados. Desde hace ya un tiempo, en las escuelas se habla, por ejemplo, de diversidad, asociada a emigración, como si los de aquí fuéramos todos iguales. O sea, se magnifican algunos rasgos identitarios como el “ser”, el haber nacido en algún lugar, el origen, o la supuesta “pertenencia”, en la racialización. Sin embargo, otros muchos aspectos, como ser mujer, hombre, clase social, religión, ser madre o no… (que pueden generar vínculos), se ocultan. La gran narrativa nacionalista persigue precisamente esto: enaltecer el factor nacional.

¿Responden estos movimientos reaccionarios a determinados intereses económicos?

Disponer de mano de obra abundante y barata (Ejército de reserva, según Marx) siempre les interesa a las empresas. El “Freno a la emigración”, es otro fantasma, una falacia propagandística que no responde a la verdad. Los emigrantes van a seguir llegando, pero lo que les interesa es que lo hagan de la manera más precarizada posible, para así poder explotarlos al máximo posible. La propia globalización, tal como se vende, tiene mucho de espejismo. El mundo siempre ha sido global. El Islam existe en África desde la Edad Media. Son el Estado-nación y las fronteras los que nos hacen percibir la globalización como algo nuevo y hasta peligroso, porque cuestiona algunos de sus fundamentos.

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