¿Por qué ya se puede ser ‘fanático’ del Barça?

Jordi Cardoner
Jordi Cardoner

Ahora ya se puede ser fanático de Barça, así como suena, porque los tiempos cambian y porque ya no hay límites por el marketing ni para el ejército comercial de un club que, definitivamente, ha caído en manos de tecnócratas sin sentido de la historia y ajenos a la sensibilidad del barcelonismo. La reflexión viene al pelo porque hace aproximadamente nueve años, cuando el FC Barcelona aprobó en asamblea la creación de una grada de animación, la práctica totalidad de los sectores opositores a la junta de Sandro Rosell, especialmente el periodismo más retrógrado, emprendieron una batalla mediática en contra.

Sobre todo porque la reagrupación de las peñas de animación y grupos activos de apoyo incondicional al equipo decidieron denominarse a sí mismos Fanatics después de subscribir un documento de unidad y de alineamiento con la deportividad y con el rechazo absoluto a cualquier forma de violencia o de falta de respeto hacia los rivales. Contra este posicionamiento rotundo, inequívoco y sólidamente comprometido de miles de barcelonistas incondicionales, la poderosa fuerza mediática -que no social- consiguió que los Mossos d'Esquadra impidieran que el proyecto avanzara.

Fanatics aceptó las reglas de juego: sólo se aceptaban socios inscritos previamente en un registro que la policía tenía que validar, además de someterlos a un control biométrico de acceso, es decir mediante la identificación de la huella dactilar. Se los trató como una amenaza real, violenta y delictiva hasta que, después de un año, la Liga de Fútbol Profesional (LFP) obligó literalmente a los clubes, a todos, a generar su grada de animación en idénticas condiciones, o incluso más laxas, que las pactadas con Fanatics. De golpe, los mismos socios que unos meses antes no eran admisibles, pasaron a integrar la Grada de Animación en otra de estas paradojas de la dinámica social azulgrana.

En aquel momento, el término Fanatics se satanizó incluso dentro del propio club. El vicepresidente primero Jordi Cardoner, promotor del movimiento, se desentendió primero de Fanatics y, más tarde, de la Grada de Animación impuesta por la LFP.

Hoy, en cambio, el club tiene un contrato firmado con Chiliz, una sociedad especializada en explotar los millones de fans del Barça por todo el mundo mediante una aplicación, socios.com, que trata por igual a los fans de PSG, Juventus, Roma o Atlético de Madrid. "Socios.com es la nueva aplicación para fanáticos del fútbol, donde adquieres derechos de voto para influir en los clubes que aprecias", dice la publicidad, indudablemente confusa, puesto que los ofrece la posibilidad de participar en las decisiones del club como, en el caso de Barça, votar la nueva decoración de vestuario del primer equipo. ¿Fanáticos? Todo vale y todo se devalúa.

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