¿De qué son síntomas los adioses de Valdés y del Miniestadi?

Víctor Valdés
Víctor Valdés

Las atrocidades que se pueden llegar a cometer en el fútbol base del FC Barcelona, que probablemente es la reserva espiritual del club -y el garante de esta esencia que es el juego como medio y no la victoria como único fin-, no tienen límite cuando la directiva ha perdido el rumbo y, sobre todo, la perspectiva.

El fichaje y el despido de Víctor Valdés como un ejemplo de gestión desorientada, errática y oportunista, no ha sido el único. Cuando el exportero azulgrana apareció en el horizonte del plantel parece que sólo el staff directivo no percibió el enorme riesgo de acoger a un exfutbolista que, más allá de su profesionalidad y aptitudes para defender la portería del Barça, nunca fue un ejemplo de los valores del club ni de disciplina. Más bien al contrario.

Por eso su aterrizaje en Sant Joan Despí, apartando del Juvenil A a un entrenador que ya tenía trabajo y acreditaba una formación impecable, estaba condenado al desastre como así ha sido apenas unos meses después, dejando a su paso un rastro de desorden, autoritarismo, fracaso deportivo y un pésimo ejemplo de confianza hacia esta élite de exfutbolistes ganadores, admirados y legendarios, pero incapaces de entender que como entrenadores tienen que empezar de cero, ser humildes y contribuir con su experiencia a reforzar una cadena de formación de éxito que conviene mantener y no romper por capricho de un mal carácter y una pésima actitud.

Aun así, Valdés sólo es relativamente responsable de lo que ha ocurrido. La cúpula técnica no se opuso a su llegada, peligrosa e inaceptable, designada desde una directiva que, para despedir al Miniestadi en un acto institucional grabó un vídeo en el que los protagonistas eran cuatro directivos –Josep Maria Bartomeu, Jordi Moix, Xavier Vilajoana y Maria Tejedor-, tres técnicos en nómina del club –Guillermo Amor, Juan Carlos Perez Rojo y Francisco Javier Garcia Pimienta– y dos jugadores –Ferran Sarsanedas, del Barça B, y Vicky Losada, del equipo femenino-.

En conjunto, un grupo muy poco representativo, especialmente por el exceso y el abuso de directivos, de los 37 años de la historia del recinto. La inminente demolición del Miniestadi puede ser que no sólo un acto más del proceso del Espai Barça. Para los barcelonistas con más historia empieza a parecer un síntoma de decadencia.

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