El copríncipe de Andorra también encubrió la trama de pederastia

Tres cardenales y dos exobispos auxiliares de Barcelona fueron conocedores directos de estos abusos
El arzobispo de la Seu d'Urgell, Joan-Enric Vives.
El arzobispo de la Seu d'Urgell, Joan-Enric Vives.

Es uno de los secretos más horripilantes y más herméticamente guardados de la Iglesia católica catalana: la trama de pederastia que funcionó, en la década de los ochenta del siglo pasado, bajo la cobertura del seminario para adultos Casa de Santiago. Como ha explicado LA VALIRA, el periodista Pepe Rodríguez denunció estos hechos –que también involucran al actual arzobispo de Urgel y copríncipe de Andorra, Joan-Enric Vives, como encubridor de la trama- en dos libros, La vida sexual del clero (1995) y Pederastia en la Iglesia católica (2002). 

Ahora, quien fue fiscal de la archidiócesis de Barcelona, el sacerdote Jaume González-Agàpito, ha publicado un artículo en el blog del Grupo Aribau, una entidad de reflexión católica, donde aporta nuevos datos sobre este episodio criminal que se ha querido esconder bajo una espesa capa de censura. En este artículo, que lleva por título “La pederastia del clero, silenciada, encubierta y disimulada”, Jaume González Agàpito –que investigó oficialmente las actividades de esta trama de pederastas- desvela un hecho no conocido hasta ahora: “Una de sus más tristes y trágicas víctimas se suicidó”, explica.

El silencio de tres cardenales 
La muerte inducida de una chica por los abusos sexuales de este grupo de curas y diáconos, que más de 25 años después, destapa el entonces fiscal de la archidiócesis de Barcelona, añade todavía más gravedad a unos hechos que, según el testigo directo de Jaume González-Agàpito, los cardenales Narcís Jubany, Ricard Maria Carles y Lluís Martínez Sistach conocieron de primera mano con todo tipo de detalles y nunca movieron un dedo para perseguir judicialmente a los culpables. 

El diario digital EL TRIANGLE ha explicado la involucración de estos tres cardenales en este escándalo de pederastia y los obstáculos que sufrió el entonces fiscal de la archidiócesis a la hora de hacer prosperar la investigación, que quedó finalmente archivada. 

Campaña de descrédito
No sólo esto. En su artículo publicado en el blog del Grupo Aribau, Jaume González-Agàpito denuncia que fue víctima de una virulenta campaña de descrédito personal por parte de destacados miembros de la curia de Barcelona –menciona a los exobispos auxiliares Jaume Traserra y Carles Soler- cuando propuso que estos crímenes sexuales se pusieran en conocimiento de los juzgados ordinarios, dada su gravedad. 

También revela que “extrañamente, el voluminoso expediente (sobre esta trama de predadores sexuales), que yo mismo con el cardenal Ricard Maria Carles habíamos cerrado, sellado con lacre y depositado en la sección especial del Archivo del Arzobispado de Barcelona había desaparecido. La copia, que con autorización de Carles yo conservaba la hice llegar, por petición del Nuncio, al actual arzobispo de Barcelona”, Joan-Josep Omella

Unas sesenta víctimas
Según explica el periodista Pepe Rodríguez en los dos libros de investigación sobre este caso, unos sesenta chicos y chicas de entre 12 y 17 años fueron víctimas de este grupo de predadores sexuales que actuaba bajo la cobertura del seminario Casa de Santiago, dirigido por el cura Paco Andreo. Ninguno de los sacerdotes y diáconos que estuvieron involucrados fueron expulsados del magisterio eclesial. Al contrario, a dos de los principales protagonistas de estos hechos execrables, los diáconos Albert Salvans y Pere Cané, se les facilitó desde el Arzobispado de Barcelona su ordenación sacerdotal y su traslado a parroquias del Reino Unido y de los Estados Unidos, respectivamente. 

En cuanto a la actuación del arzobispo de Urgel y copríncipe de Andorra, Joan-Enric Vives, escribe Pepe Rodríguez: “Joan-Enric Vives i Sicilia, actual obispo de la diócesis de Urgell, era, en la época que actuó la red clerical de corrupción de menores, el rector del Seminario Conciliar de Barcelona y conocía perfectamente a los seminaristas de la Casa de Santiago –la institución a la cual pertenecían algunos de los sacerdotes que organizaron la red corruptora- que, por otro lado, le informaban puntualmente de todas las actividades de Paco Andreo –sacerdote que pertenecía en la red-, sus diáconos y los miembros de Nuevos Caminos. El obispo Vives siempre se manifestó, privadamente, horrorizado por lo que estaba pasando y era contrario a la actividad de todo este grupo de corruptores, pero nunca movió un dedo para impedir unos abusos sexuales de los cuales tenía perfecto conocimiento”.

El arzobispo se hace el mártir
Ahora, el contundente artículo publicado por el exfiscal de la archidiócesis de Barcelona, Jaume González-Agàpito, ofrece nuevos datos sobre este escabroso episodio que, según explica, provocó el suicidio de una de las víctimas. El cardenal arzobispo de Barcelona, Joan-Josep Omella, tiene la obligación de abrir este dossier largamente enterrado y ponerlo en conocimiento de la opinión pública y de las autoridades judiciales para perseguir a los culpables, a pesar de los años que han transcurrido. 

También el arzobispo de Urgel y copríncipe de Andorra, Joan-Enric Vives, tiene que asumir, por la parte que le toca, su responsabilidad por haber mantenido un silencio cómplice con la actuación de estos depravados sexuales, que él conocía muy bien como rector del Seminario Conciliar de Barcelona. ¿Por qué continúa escondiéndose y haciéndose hipócritamente el mártir?

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