El vertedero de Can Mata, en falso

La cota de clausura se estableció en 310 metros, pero la empresa explotadora está acumulando desechos por encima de este límite
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El macrovertedero de residuos urbanos que hay en el término municipal de Hostalets de Pierola (Anoia), donde se tiran los desechos de buena parte del área metropolitana de Barcelona, es uno de los disparates ecológicos y culturales más graves que hay en Cataluña. En primer lugar, porque el depósito de Can Mata está rodeado de viñas de la prestigiosa DO Penedès que, obviamente, reciben el impacto de las filtraciones que se producen. En segundo lugar, porque está construido en medio de un riquísimo yacimiento paleontológico del Mioceno donde se han encontrado valiosísimos hallazgos, como por ejemplo los restos de los primeros catalanes -Pau, Lluc y Laia-, que datan de hace unos 12 millones de años. Y en tercer lugar, porque provoca numerosas molestias (malos olores, altísima densidad de tránsito de camiones por la carretera local B-231…) a los vecinos de Esparreguera, Collbató, Masquefa y de las urbanizaciones de los alrededores.

La finca de Can Mata es propiedad de la familia Garriga Nogués, que tuvo una banca con estos apellidos, arruinada por la nefasta gestión de Javier de la Rosa. En esta zona de la comarca de la Anoia había existido, en la década de los años 70, un vertedero clandestino que el Ayuntamiento de Hostalets de Pierola acabó legalizando en 1985.

El cierre del gran vertedero del Garraf, culminado de manera escalonada entre los años 2000-2006, provocó la necesidad imperiosa de encontrar una alternativa donde abocar los desechos de la conurbación metropolitana de Barcelona. Ante esta urgencia, la finca de los Garriga Nogués se transformó en el principal depósito de residuos urbanos de Cataluña, gracias a la ampliación aprobada en 2002 por el entonces consejero de Medio Ambiente, el democristiano Ramon Maria Espadaler.

En la resolución por la cual se aprobaba el proyecto de ampliación de Can Mata presentado por la empresa CESPA (filial de Ferrovial), la Generalitat establecía una serie de condicionantes. En concreto, se especificaba: «La construcción del foso, así como su explotación, se irá tirando progresivamente en continuo utilizando un sistema de celdas siguiendo una secuencia que minimice las vistas extrínsecas. El foso está dividido en siete celdas dispuestas en el eje longitudinal del foso, que se ejecutarán por 10 subfases, con una duración de entre 9 y 11 años hasta lograr la cota de clausura a 310 metros«.

Es decir, la consejería de Medio Ambiente calculaba que la vida de este macrovertedero se extinguiría antes del año 2013 y, para no malograr el perfil del paisaje, se fijaba que la montaña de desechos no tenía que superar los 310 metros sobre el nivel del mar. Pero estamos en el año 2017 y cada día centenares de camiones continúan transitando por la peligrosa carretera B-231 para descargar toneladas y toneladas de desechos. ¿Qué ha pasado?

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