La droga campa por los alrededores de la sala de venopunción Baluarte de Barcelona

Los vecinos empiezan a organizar patrullas ciudadanas para disuadir los drogadictos de pincharse por las calles
Drogadictos pinchandose en la calle

A las 9 de la mañana ya hay una cuarentena de personas haciendo cola para acceder a la sala de venopunción Baluard, situada en la plaza de Blanquerna a tocar del Museo Marítimo de Barcelona. Muchos de ellos han dormido en el edificio de la Seguridad Social que se encuentra a escasos metros. La cola de la heroína como la conocen los vecinos sorprende a primera vista pero desgraciadamente forma parte del paisaje cotidiano, como nos explica Patricia, vecina de la calle Pere Camps, "los vecinos hace años que reivindicamos que la sala de venopunción no funciona. De hecho nos dijeron que era provisional y ya han pasado veinte años. El triángulo entre las calles Pere Camps, Drassanes y Arc del Teatre, es terrorífico. Cada vez hay más drogadictos, y de rebote más traficantes que les venden la droga. Es como un pez que se muerde la cola y vienen de toda Barcelona y toda Europa para pincharse y drogarse en el Raval". Según una carta presentada por los vecinos al consistorio barcelonés, han cifrado el aumento de los drogadictos en las calles de los alrededores de la Baluard, en un 200% con un incremento exponencial de la inseguridad ciudadana y aseguran que la mayoría son extranjeros sin vinculación familiar en el barrio que rechazan entrar en ningún programa de desintoxicación.

Las imágenes facilitadas por los vecinos no dejan lugar a dudas, jeringuillas por el suelo e impunidad a la hora de pincharse a plena luz del día, estigmatizan, todavía más las calles del Raval, "como que a muchos no les dejan entrar en la sala, porque han provocado altercados, se les dan el kit y se pinchan en las calles adyacentes", explica Patricia. El kit al que hace referencia es el que suministra la sala de venopunción, y está compuesto por una jeringuilla desechable, toallita desinfectante, un par de viales de suero y una cucharilla.

Los vecinos se han quejado repetidamente al ayuntamiento al cual acusan de desidia en el problema, pero el consistorio se escuda en los buenos resultados de la sala de venopunción Baluard, para seguir con el proyecto e incluso plantear una ampliación, como explica la regidora de Salud Pública, Gemma Tarafa, "los programas de reducción de daños del CAS Baluard atendieron el año pasado una media de 800 personas al mes, de las cuales una media de 500 hacen uso de las salas de consumo supervisado. Diariamente se atienden una media de 240 personas en el CAS y más o menos la mitad de las personas usuarias diarias hacen uso de las salas de consumo". Tarafa asegura que no hay más drogadictos en la calle, sino que por las medidas impuestas durante la Covid-19, no pueden entrar tanto volumen de usuarios en el centre Baluard, "ha habido que regular los accesos al centro, reduciendo el número de personas que pueden entrar para minimizar el riesgo de contagio. Esto en ningún caso ha supuesto reducir o limitar la atención de las personas, pero sí que ha podido generar más presencia en el espacio público".

Las explicaciones del consistorio no convencen, pero, a los vecinos de la zona que se quejan de un aumento de la conflictividad, "esto es can pistolas", afirma Patricia, "es imposible salir a la calle. Yo, ya no llevo ni pendientes ni siquiera la alianza de casada, que me han intentado robar en un par de ocasiones". Una visión que comparte Òscar, otro de los vecinos del barrio, "desde el ayuntamiento nos dicen que funciona muy bien y que es un éxito, pero no es verdad, ni la recogida de jeringuillas funciona ni las decenas de personas que se pinchan por las calles están controladas".

Òscar asegura que en una conversación de los vecinos con la técnica de Salud Pública, Glòria Torres, pusieron sobre la mesa la poca presencia de Guardia Urbana en las calles más conflictivas, y que a pesar de que la técnica aseguró que pediría más intervención policial todo se quedó en promesas sin efecto, "yo le comenté", afirma Òscar, "que cómo era posible que hubiera tres guardias urbanos en la puerta de la Baluard mientras en el lateral había cuatro personas pinchándose y dos vendiendo, y la respuesta fue que no se podían mover de la puerta". Tanto Patricia como Òscar aseguran que el vecindario se está movilizando formando grupos con silbatos y palos de hockey, para disuadir a los drogadictos y narcos, "el ayuntamiento está consiguiendo que las drogas se enquisten en el Raval, y no lo permitiremos. No vivimos en una realidad paralela como nos quieren hacer creer, que vengan aquí y vean diariamente la gente en las colas de la heroína que después se pinchan en las calles".

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