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«Hay que crear una agencia del medio ambiente en Cataluña»

Entrevista a Antonio Cerrillo

Periodista especializado en medio ambiente. Trabaja en La Vanguardia. Ha publicado varios libros, entre ellos El periodismo ambiental: análisis de un cambio cultural en España, Emergencia climática y El mapa de la crisis ambiental en España. Ahora sale en las librerías Jordi Sargatal. L’home que seguia els ocells (Icaria Editorial).

Jordi Sargatal. L’home que seguia els ocells . ¿Un titular poético para un contenido pragmático?

Este libro es, en realidad, varios libros. Por un lado, están los datos fundamentales de la biografía del ornitólogo y naturalista Jordi Sargatal. También un cierto ensayo que reconstruye algunos los episodios importantes del movimiento ecologista en Cataluña. Pero también, y sobre todo, es una explicación de lo que han sido estos 50 años de protección de la naturaleza, de la mano de una persona. Sobre todo, porque él está presente en muchos de estos acontecimientos. Es un libro que, sobre todo en la primera parte, es muy unilateral. Es su explicación. No compongo todo un puzzle completo de todas las visiones. Es, si se me permite la expresión, una biografía oficial, porque quiero utilizar a una persona como hilo conductor para explicar algunas de las cosas que están pasando.

Situándonos en la cronología, ¿cómo es el Sargatal de 1976, a la edad de 19 años?

De esta historia siempre me ha interesado que una persona tan joven, con una intuición y un deseo de protección de la naturaleza tan arraigado, fue capaz de situarse al frente de manifestaciones en contra de un proyecto para urbanizar los humedales de L’Empordà. Hay que tener en cuenta que entonces, después de unos años de desarrollo en Cataluña, hay gente que se empieza a cansar de esta conversión del territorio en un simple lugar de explotación comercial, de un urbanismo que transforma los espacios naturales. Una persona que, desde pequeño, con su abuelo, iba a ver las aves y su paisaje natural, se enteró del proyecto de urbanización, y a partir de ahí, muy escandalizado, el entonces estudiante de biología fue a ver a algunos profesores. Le dijeron que esto era así, que ya había habido otras urbanizaciones, que estaba totalmente bendecido por la legalidad urbanística. Se rebeló contra ello y consiguió reunir a un grupo de amigos y personas afines y plantarse delante de las máquinas. Una actitud valiente, de riesgo, pero que fue capaz de encontrar los secretos legales para revertir el proyecto. Coincide con un momento de ebullición política, y encontró apoyo entre los que luchaban por la democracia.

Un momento en el que todavía no parecía que existiera una sensibilidad especial por las cuestiones medioambientales…

Quizá afloraba una cierta conciencia. Empezaba a hablarse de un libro blanco de protección de la naturaleza… Se iba creando una idea de que una ocupación urbanística del territorio desprotegería espacios de gran valor natural. Eso fue creciendo, poco a poco. Su esencia se encuentra en biólogos, naturalistas, jóvenes observadores…, también sin una gran conciencia política. Emergen dos corrientes que aún no se han llegado a encontrar del todo: una que pone el acento, sobre todo, en la protección de la naturaleza, y otro digamos más urbano, más sensible a un desarrollo desaforado. La génesis es la misma. También aparece el movimiento antinuclear, muy potente y activo. En el año 80 se abre la central nuclear de Ascó, con mucho impacto en Tarragona y en Barcelona. En Girona, no obstante, había más preocupación por el urbanismo que destruía los espacios naturales.

¿Qué se puede decir de los pájaros, de la especial estima por los pájaros de Sargatal?

Él describe un paisaje infantil, donde descubre los pájaros a través, sobre todo, de los programas de Rodríguez de la Fuente, y de sus fascículos de fauna, que le causan un gran impacto. Sargatal es capaz de recitar de memoria alguno de sus pasajes. Los pájaros, que al descubrir los humedales del Empordà forman parte de su propio panorama de niño. Siempre ha estado vinculado a los pájaros. Cuando le propusieron llevar el Departamento de Transición Ecológica de la Generalitat, estaba siguiendo pájaros. Es el editor de un libro de las aves del mundo, una enciclopedia de gran alcance e interés. Pero, para mí, su aportación fundamental es el concepto de seducción ambiental. Una vez que se asienta la idea de la protección de los humedales su gran convicción es que se deben formar naturalistas jóvenes. Su figura también destaca porque ha sido el mediador en muchos conflictos ambientales en Cataluña, donde siempre ha habido una gran polarización. De tres horas, decía, una sirve para pelearse, otra para llegar a acuerdos y la tercera para hacer amigos.

¿Hoy en día siguen reproduciéndose episodios de construcción, urbanizadores, similares a lo que desencadenó la protección de los humedales?

En 1985 se crea en Cataluña el Plan de Espacios de Interés Natural (PEIN), que supone una cierta barrera a los daños medioambientales en buena parte del territorio. Dentro de este plan están los espacios de una protección más especial. El problema es que muchas veces esta protección se queda sobre el papel. Hay disputas sobre los usos y sobre cómo compatibilizarlos con el desarrollo y la conservación, una ecuación que no siempre sale.

Desde esta perspectiva de la lucha de intereses por el territorio, ¿Cataluña es un espacio especialmente frágil, precario, teniendo en cuenta, por ejemplo, su desarrollo turístico?

Desde el momento en el que se crea el PEIN este riesgo del urbanismo es enorme. Todavía tenemos ejemplos vinculados a esto, como, por ejemplo, Collserola, donde hay una posibilidad de expansión urbanística muy grande. Pero muchas veces los grandes problemas ambientales en Cataluña son la contaminación de las aguas, del aire, el cambio climático o la asignación de residuos. Tenemos, sobre todo, carencias en la protección de la naturaleza… El libro tiene dos partes. Por un lado, las conversaciones que tuve con Sargatal en los años 2008-2009 y, por otro, las que he tenido ahora. Esto permite ver cómo ha sido su evolución. Hay cosas en las que coincide antes y después: en su momento él creía que era posible la ampliación del aeropuerto de Barcelona, y lo sigue pensando ahora. También creía y cree que es posible el desarrollo de la energía eólica marina. Hay un problema que recorre todo el libro, y tiene que ver con el modelo agrícola. Su expresión más reciente es la aparición en Cataluña de Revolta Pagesa, que es un movimiento integrista, por decirlo de alguna manera, que ha bloqueado algunas iniciativas que se estaban intentando promover, como la reintroducción del lince, o el freno a la utilización de venenos. Algo que ya generó problemas con los intentos de reintroducción de la nutria, la cigüeña, y ahora, el ibis y el lobo. Esta cuestión de la reintroducción de la fauna también es muy importante.

¿Cuáles son las tendencias en este ámbito de la protección de la naturaleza? ¿Progresamos? ¿Puede llegar a revertirse lo que se ha conseguido?

La protección de los espacios naturales es una necesidad. Pero también sabemos que no tiene ningún sentido proteger unos espacios naturales cuando el resto del territorio no recibe un tratamiento similar. Por eso, creo que esta protección debe extenderse fuera de los espacios naturales. No podemos convertir la naturaleza en simples reductos protegidos. Esto también tiene que ver con nuestros modelos de consumo: un consumo desaforado, un desarrollo desproporcionado, tienen efectos ambientales sobre todo el territorio. El movimiento ambientalista necesita cada vez más este fondo ideológico, que le permita tener un discurso más amplio.

¿No es también especialmente chocante el decalaje entre los tiempos políticos y el de las realidades, como es el caso de las relacionadas con el medio ambiente o el territorio?

Eso es muy importante. En el libro hablamos de la necesidad de promover en Cataluña una agencia de la naturaleza, para integrar la gestión del territorio. Este proyecto aparece en los programas del PSC desde hace muchos años, que el Parlament aprueba en el año 2020, pero la resistencia es tanta que no hemos conseguido tener esta visión integradora y que se desarrolle en el tiempo. Y lo que pasa es que, cuando hay una resistencia, los proyectos se retiran en lugar de fomentar el diálogo y llegar a consensos. El cortoplazismo es temeroso antes que nada e impide hacer las cosas. Cataluña se ve sometida a conflictos, con plataformas que rechazan la energía eólica o la producción de bioenergía. Aquí la figura de la mediación es importante. Necesitamos espacios de diálogo. También una cultura más medioambientalista en el sector agrícola.

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