La plataforma electoral Som un Clam de Joan Camprubí ha denunciado, literalmente, que Joan Laporta utiliza los recursos del club -o sea, de los socios- para fines electoralistas. Concretamente, que lo hace mediante llamadas telefónicas a los propios socios en las que, hábilmente, se les inducen ideas y pensamientos favorables a una visión idílica de la gestión de la directiva y, al mismo tiempo, a modo de encuesta, para conocer aquellas inquietudes o necesidades con las que definir acertadamente el programa electoral de la candidatura continuista. Como no podía ser de otra forma, la directiva replicó a las pocas horas esta denuncia con un comunicado negándolo: «El FC Barcelona desmiente de forma clara y rotunda que el Club utilice recursos propios para hacer campaña electoral o para influir en el voto de los socios y socias. El FC Barcelona informa que no está realizando ninguna encuesta de opinión entre este colectivo del Club, ni de forma interna ni externa».
La credibilidad de una y otra parte, de cara a la opinión pública, es la variable del asunto. Si alguien es sospechoso de manipular, y mentir descabellada y malintencionadamente al barcelonismo, y bien capaz de recurrir a cualquier truco, falsedad o engaño para conquistar popularidad y el favor de la afición, esa es, sin duda, la junta directiva actual. Esa es la esencia del laportismo, su credo en estado puro y la más genuina expresión de su verdadera naturaleza.
Y así ha sido desde el principio de sus tiempos, de cuando Laporta clamó en campaña que a Messi lo renovaba con un asado, o cuando acompañó la lona del Bernabéu de otro desafortunado comentario: «Conmigo, el Madrid no ha ganado Champions», una afirmación ahogada con dos Copa de Europa blancas, hasta ahora, por ninguna de su Barça. Un presidente que, al cabo de cinco años de mandato, ha abocado el patrimonio neto del Barça a una cifra récord e irrecuperable de 187,7 millones negativos y presume de la «recuperación económica» del Barça, desde luego, es un timador de primera.
El redactado del propio desmentido oficial ya insinúa y reconoce su propia estulticia cuando emplea el significado del «FC Barcelona» para negar que el «Club» esté embaucando a los socios. ¿Acaso FC Barcelona y club no son la misma cosa? Claro que sí. Pero es el truco de siempre: enmascarar la realidad y situar el verdadero contexto del asunto, en este caso la denuncia Som un Clam, en el sentido de que la directiva (no el club ni el FC Barcelona) se gasta el dinero de los socios en su particular precampaña, fuera de la óptica y percepción de la opinión pública.
Igualmente, esa estrategia de la directiva es algo evidente, ventajista y demostrable con cuatro llamadas a los socios que llevan años siendo contactados en nombre del club con esa doble finalidad de afinar el programa y depositar un sustrato y predisposición laportista, como si fuera un chip susceptible de ser activado en remoto cuando toque ir a votar.
Propósito discutible por parte de la junta de Laporta que, sobre todo, cuenta con la explícita, ciega e impagable (o no), asistencia técnica de los pilares de la prensa tradicional como son Mundo Deportivo y Sport, que recogieron el episodio con idéntico titular: «El Barça responde (a las acusaciones) de Som un Clam», en ningún caso concediendo a la acusación de la plataforma la menor certeza ni la tentación de intentar verificar, o desmentir si fuera el caso, ese abuso que, en el caso de Mundo Deportivo al menos, sí ha sido identificado por el periodista Xavi Bosch en alguna ocasión.
Sport, por su parte, sí que es capaz de dejarse arrastrar demasiadas veces por una especie de laportismo enfermizo y más que preocupante, como en el paradigmático tratamiento de la reciente entrevista de Iñaki Urdangarin a RTVE, en la que aludió a la reacción del Barça a su proceso penal y posterior pena de cárcel. El titular de la información firmada por el presunto periodista Xavi Espinosa transmitió una idea muy precisa: «Iñaki Urdangarin, agradecido al Barça en su primera entrevista: «Laporta decidió dejar mi camiseta colgada en el Palau»». El caso, sin embargo, es que la transcripción literal de las palabras de Urdangarin en el estreno del programa de Jordi Basté Pla seqüència se parece bien poco, nada, a esa manipulada cabecera: «Solo tengo que agradecer -dijo Iñaki en realidad- tanto al presidente Bartomeu, que le tocó me parece la parte más fuerte, como a Jan Laporta, que sobre todo este debate ellos tenían muy claro que el reconocimiento que implica la camiseta colgada es un reconocimiento deportivo de una persona que ha estado en del Dream Team del balonmano y que esto no se lo podemos quitar, aunque le podamos quitar todo lo demás. Y esta defensa me hizo muy feliz y estoy muy agradecido».
Si la dirección del diario tolera o fomenta este tipo de fraude al lector y a la más elemental praxis periodística, y no toma medidas ejemplares, quizá es porque esa pauta de laportismo fanatizado ha sido cultivada en la redacción a lo largo de los años. ¿Debería intervenir el propio Colegio de Periodistas? Para mayor ridículo y prueba de la pésima formación del autor, de una pieza de reproducción y copia de otro medio, es que, además de firmarla, incluso con foto, no cita la fuente. El barcelonismo sí tiene quien lo engañe. Una lista demasiado larga por desgracia.











