El auge de la extrema derecha de Aliança Catalana ha provocado un terremoto político que sacude a todo el país. Y Sant Cugat, uno de los últimos bastiones de los posconvergentes, es un ejemplo claro. Mientras el mapa electoral tambalea, Junts está probando una estrategia arriesgada para evitar la pérdida de simpatizantes, militantes y votos que se van al partido de Sílvia Orriols: acercarse cada vez más a los posicionamientos de la derecha y la ultraderecha.
En Sant Cugat, esta deriva no es una sensación sino un hecho constatable. En el pleno del pasado mes de noviembre, Junts asumió sin rubor las tesis de Vox y del PP en cuestiones tan sensibles como la seguridad, la vivienda o los derechos sociales. Paradójicamente, todas estas áreas son gestionadas por ERC dentro del gobierno municipal de coalición, presidido por Josep Maria Vallès, que comparten.
Las mociones aprobadas con este nuevo tripartito de Junts, PP y Vox representan un giro político claro. Es un bloque cada vez más frecuente en Sant Cugat, que consolida un rumbo reaccionario evidente. Y, mientras tanto, ¿qué hace ERC? Los republicanos, socios de gobierno de Junts, optan por mirar hacia otro lado. Hay distanciamiento, pero no osan romper.
