La vergonzosa imagen del Camp Nou invadido impunemente con miles de seguidores del Eintracht Frankfurt no se repetirá este martes, sobre todo porque la UEFA no se lo volvería a perdonar, como hizo hace tres años, en aquella vejatoria noche para miles de socios del Barça que, con permiso y la colaboración necesaria de Laporta, fueron insultados, empujados, golpeados y vilipendiados en su propia casa.
La junta de Laporta reaccionó con tibieza y de la peor forma posible, señalando y acusando a los propios socios como responsables de haber puesto en circulación miles de abonos, desviando así la atención del verdadero origen de aquel desastre, la permisibilidad y sospechosa complicidad de la directiva bajando la guardia desde el minuto cero de aquel partido.
Los grandes beneficiados fueron, directa y generosa y exclusivamente, las agencias oficiales del FC Barcelona -controladas por amiguetes del presidente y de la directiva- que pudieron obtener en un beneficio mínimo del doble del precio facial de cada entrada de las más de 35.000 canalizadas impunemente hasta el bolsillo de los aficionados alemanes.
Esta vez, si dependiera solamente de la voluntad de la junta, se habría repetido la misma estrategia, una tenebrosa maniobra de reventa que sólo un socio, Josep Maria Minguella, sigue denunciando, preguntándose a dónde (a quién) fueron a parar las enormes ganancias de aquel gran fraude.
La diferencia radica en que la UEFA ha advertido seriamente a Laporta de que si los hechos se repiten sancionará al Barça y no disimulará como la otra vez cuando tuvo motivos de sobra y la más que justificada oportunidad de cerrar el estadio por la vulneración directa, masiva e íntegra de todas las medidas de seguridad exigidas.
En el fondo, sin embargo, el instinto perverso y malintencionado del laportismo siempre deja entrever de un modo u otro su ambiciosa y desmedida avaricia, en este caso en forma de trampa a los socios para que, si hay reventa e incidencias, sean ellos y no la junta directiva los que anticipadamente carguen con las culpas.
Porque hay truco dentro de ese amplio despliegue de medidas antifraude anunciadas por la directiva, como que las entradas sólo se han puesto a la venta a los socios y que estos no las recibirán en su aplicación -restringida y exclusiva- hasta poco antes del partido. No acaban de encajar en el tiempo ni en la forma ni en el fondo los elementos puestos en juego, el principal que ese primer anuncio de restringir la venta a socios del FC Barcelona se realizó después de que las taquillas estuvieran funcionando y en modo abierto desde días atrás.
En paralelo, desde el mismo jueves día 4 de diciembre del anuncio de esa limitación a través de la web oficial, miles de ofertas de entradas se pusieron a disposición de cualquier aficionado con capacidad económica para adquirirlas en las plataformas habituales como Viagogo y las más importantes fuera del radar de la junta, o no.
Curiosamente, 24 horas más tarde, el viernes día 5 de diciembre, la web del Barça ampliaba las severas condiciones de venta amenazando a los socios -teóricamente los únicos potenciales compradores- con actuaciones aún más extremas: sólo se distribuirán entradas electrónicas -no en PDF-, no se podrán transferir como en otros partidos, se realizará un seguimiento diario de las ventas con el fin de identificar posibles patrones de venta fraudulenta y, en caso de que la trazabilidad apunte a un socio, su nombre, junto a una acusación con pruebas, se elevará a la Comisión de Disciplina ya que, por estatutos, desde hace años está prohibida y castigada la cesión onerosa del abono.
¿Por qué, además, se han anunciado controles visuales y de identificación el mismo día del partido en los accesos y en las propias gradas si sólo pueden acceder socios con la entrada en la App exclusiva, en formato digital y no son transferibles? Debería bastar con esos ajustes si no fuera porque hay gato encerrado.
Igual de confusa, y extraña, ha sonado la noticia difundida por los canales periodísticos más fieles y obedientes a la junta del sábado por la tarde-noche en el sentido que, gracias a ese denodado esfuerzo de la lucha contra la reventa ilegal, ya se habían identificado 323 casos sospechosos de socios y de siete abonados con indicios de venta fraudulenta. Noticia que no recogió el club en su web oficial, sólo divulgada a través de filtraciones a una serie de medios seleccionados.
Realmente, eficaz, puede que demasiado incluso, esta ofensiva y ansia de la junta de depurar responsabilidades tres días antes del partido si es cierto que la entrada electrónica aún no había sido enviada a los socios, ni en digital ni en PDF, al menos según la propia información del club. ¿Por qué arte de adivinación el club sabía que 330 socios planeaban revender su asiento antes de saber cuál iba a ser y no se sabe cómo, si desde la App es imposible? O vía esotérica o, si es verdad que se ha dado caza a los malhechores, porque ya circulaban entradas misteriosamente. De lo contrario es que la noticia, sospechosamente no oficial ni reconocida, formaba parte de un relato más de cara a la galería que otra cosa.
El caso es que, igualmente, viernes, sábado y domingo han seguido apareciendo cientos de entradas para el Barça-Eintracht (en diferentes secciones de la grada, a elegir) en los canales de venta de eventos que, sólo pueden corresponder o bien a las que se reparten por contrato a los turoperadores, las de cortesía, las de la UEFA o las procedentes de los socios que, teóricamente, aún no disponen de ellas.
El club, de un modo oficial, había asegurado el jueves pasado que “destinará todas las localidades disponibles exclusivamente a socios y socias”, aunque sin precisar si mantenía, por ejemplo, el cupo de sus agencias de confianza. Cuesta creer que, para este partido, con la limitación de no aceptar tarjetas de fuera del territorio, la junta se las haya negado.
Si, además se las ha dejado al mismo precio que a los socios los beneficios de esta reventa ‘oficial’ pueden batir récords, pues las más económicas a 59 euros ya estaban ayer domingo en precios estratosféricos a partir de 519 euros y hasta los 1.939 euros, según la zona. Una plusvalía que no redundará, en ningún caso, en beneficio de la tesorería del Barça y sí en quienes siguen aprovechándose de los muchos chanchullos y opacidad de la circulación secreta de las entradas.
Desde luego, la junta se refirió a destinar todas las entradas “disponibles”, término ambiguo que debe interpretarse como la cantidad de las localidades que, a criterio de la junta, o sea de Laporta, pueden liberarse una vez restadas las del Eintracht (2.000), las del cupo de la UEFA, intocables, y esa cifra indeterminada y no hecha pública ni explicada en manos de los turoperadores oficiales.
Cifra tan imprecisa que si al final a los socios sin abono les han llegado 1.000 o 15.000 asientos tampoco nadie lo sabe. Ni lo sabrá. Sólo ha trascendido que, avispadamente, se han identificado a 330 socios ‘malos’.
Por encima de los subterfugios e intrigas a propósito de la (re)venta para este partido, el aparato laportista ha puesto en marcha un relato propagandístico y manipulado, hasta un poco exagerado, para alejarlo de su directa implicación en el escándalo ignominioso de aquel Barça-Eintracht del que nunca se sabrá la verdad.
Como ocurrirá este martes. La historia de siempre.

