La cobertura de TV3 sobre el caos de las entradas del partido Barça-Alavés fue la mínima posible y con poca relevancia en sus informativos. Apenas mencionó lo sucedido en sus espacios deportivos, cubriendo la noticia como una más sin apenas extensión ni tratamiento especial a pesar de lo excepcional y grave del episodio. En cambio, fue cubierto con detalle, rigor y profesionalidad por Movistar+ en El Día Después, mostrando el maltrato a miles de socios del FC Barcelona por parte de la junta de Joan Laporta, cuya figura salió muy mal parada en los comentarios y reacciones de los afectados, algo bastante lógico, comprensible y legítimo, por otra parte, dadas las circunstancias.
Para TV3 y el resto de los medios más oficialistas, el caos y la gravedad de los hechos, de una magnitud desconocida e insólita en el ámbito del fútbol europeo, fue relegada a un tercer plano informativo y minimizada en los debates con la única finalidad de taparle las vergüenzas a Laporta. Otra chapuza de época que, casualidad o no, coincidió con el primer partido en el Spotify con una demanda bastante inferior a la oferta en los días previos.
El fenómeno fue la consecuencia de los precios, excesivos y elevados, propuestos por el área de ticketing, provocando que los turoperadores y las agencias, oficiales y piratas, iniciaron una progresiva rebaja de las tarifas, incluido el propio club en su web apelando al Black Friday con descuentos directos del 25% para el Alavés y del 20% para el Atlético de Madrid.
Sin embargo, finalmente, como demostraron las imágenes de la retransmisión en directo y de los diferentes reportajes y otros testimonios sobre el terreno, lo que relevaron los hechos fue la sombra de un overbooking tras la drástica y desesperada decisión de urgencia por parte de la directiva de abrir puertas para evitar que el motín ante la oficina de atención al barcelonista (OAB) acabase en una manifestación en tribuna o ante el mismísimo palco presidencial. Rápidamente, las escaleras de acceso a las localidades se llenaron de socios que, a falta de una ubicación exacta, buscaban huecos en las gradas que a la hora de la verdad no existían, una situación que a muchos socios y expertos los ha llevado a sospechar que el teórico fallo pudo ser provocado para evitar que dos espectadores pudieran acabar con la misma localidad en sus respectivas entradas, algo que ya había pasado con Laporta puntualmente y a mucha menor escala.
Tanto o más peregrinas resultaron las explicaciones del director general del FC Barcelona, Manel del Río, junto a otros responsables del club, el miércoles pasado -cuatro días después y sin demasiada precisión todavía- apelando a un problema de «estrés en el sistema» por la alta demanda simultánea, y que esto coincidió con la migración progresiva a una plataforma digital para luchar contra la reventa fraudulenta de entradas. Según esta versión, esta estrategia de digitalización no había enfrentado un volumen tan alto de entradas hasta ese partido, y por ello se produjo esta incidencia.
Curioso que hasta ese día contra el Alavés la junta de Laporta no hubiera aplicado un sistema extra contra la reventa si, precisamente, la asignación electrónica por la app específica para los socios debía ser la fórmula y el remedio infalible contra el fraude.
Si es cierto que ese día, y no otro, se implementaba un refuerzo especialmente diseñado para evitar la circulación fraudulenta de entradas, los responsables, desde el primero hasta el último, deben presentar su dimisión por dos motivos: por el desastroso resultado de su aplicación y por no haber previsto un plan de contingencia o de reacción ante cualquier disfunción. Y en todo caso, si queda en el club alguna autoridad competente, ejecutiva o directiva, es quien debe dimitir o, en su defecto, cortar cabezas (despidos) de los culpables en el caso de que se identifiquen dentro de la administración del club. O bien proceder a una demanda contra los proveedores responsables de tal desaguisado exigiendo una generosa reposición por los daños y perjuicios materiales causados a los socios y a la imagen y reputación del club. De lo contrario, como ha ocurrido, aparecen como los verdaderos cómplices y malhechores.
Aún más cómica, delirante y autoacusadora resulta la explicación del director general Manel del Río en el sentido de que una de las causas principales es que las descargas y el uso de los resortes digitales para la recepción y uso de las entradas electrónicas se acumularan en un margen de tiempo corto antes del partido. O sea, como ocurre, ha ocurrido y ocurrirá en todos los partidos en casa, sea en el antiguo Camp Nou, en Montjuic o en el Johan Cruyff. ¿Tomadura de pelo? Sí.
La otra versión que circula por la web oscura azulgrana, complicada de confirmar, pero al mismo tiempo tan creíble como cualquier otra, incluso más que las justificaciones oficiales, sitúa el origen del conflicto en diferencias económicas con una de las tecnológicas que prestan servicios en los sistemas de asignación de entradas y que las tensiones habían provocado un escenario de crisis y un colapso colateral. Una versión no muy alejada de la causa que provocó en su día el enorme ridículo del fallo en el streaming de la pretemporada, por cierto, aún pendiente de resolución.

