Hace pocos días, la Najat El Hachmi dijo: «Soy partidaria de prohibir el velo islámico en las escuelas. El islam hace trampas cuando dice que el velo es una pieza religiosa cuando no se dice en ningún sitio dentro del Corán. No podemos aceptar que los islamistas impongan el velo».
Por su parte, la líder de la extrema derecha catalana, Sílvia Orriols, en una intervención en el Parlament, dijo: «En vez de hacer leyes para castigarme a mí de cara a la pared, legislen para que el velo islámico, misógino y fundamentalista, no pueda sentarse dentro de esta cámara».
Así pues, dos mujeres, totalmente opuestas en origen y en ideología, están de acuerdo en «salvar» a las chicas y mujeres musulmanas de la «imposición del velo». Es evidente, sin embargo, que detrás de estas declaraciones hay intenciones y objetivos totalmente diferentes.
A la derecha y extrema derecha, que ha hecho bandera de su propaganda antiinmigración, ¿le importan las mujeres musulmanas, o las utiliza para justificar su islamofobia?
Yo no tengo claro que se tenga que prohibir el velo, más bien lo contrario, pero de lo que sí estoy segura es que es una gran contradicción estar en contra de la inmigración, especialmente la musulmana y luego querer «defender» a las mujeres de las imposiciones de su cultura, religión y/o familia. Y es que la sensación que tengo es que lo que les molesta no es que las mujeres musulmanas tengan que llevar «obligatoriamente» el pañuelo o la hiyab, sino que les molesta el propio pañuelo (tanto si lo llevan voluntariamente como si lo llevan obligadas), porque este pañuelo es un símbolo claro de que pertenecen a «otra cultura». despreciada constantemente por todos estos sectores. En definitiva, el velo como excusa.
También es curioso, que los sectores de la derecha que dicen «defender» a las mujeres musulmanas de la «imposición» que supone el velo, son los mismos sectores que defienden a Israel y su genocidio sobre Palestina. O sea, les preocupa que a las mujeres musulmanas les impongan un velo pero no parece que les preocupe nada que en Palestina las asesinen por miles, a ellas y a sus hijos e hijas.
Hay que denunciar todas estas contradicciones y es necesario también buscar una estrategia educativa que evite que la población en general y los más jóvenes en particular absorban esta cultura y se instale el racismo y la islamofobia entre nosotros.
Por otro lado, sobre las declaraciones que hace Najat El Hachmi, desde la izquierda y el feminismo, tengo muchas dudas sobre si realmente prohibir el velo en las escuelas es la mejor estrategia para ayudar a las chicas musulmanas. Creo que prohibir el velo en la escuela dejaría a las chicas entre dos prohibiciones, la de la familia (si es que es esta que la ha impuesto) y la de la escuela. Dos prohibiciones contradictorias y en las que la chica, o la mujer, no ha tenido nada que decir.
Por otro lado, la prohibición siempre conlleva un juicio moral, se prohíbe lo que está mal. Y, en este caso, ¿qué es lo que «está mal», que una chica o una mujer lleve un pañuelo en la cabeza, o que a una chica o una mujer la obliguen a llevarlo? Es evidente que yo estoy en contra de cualquier imposición a cualquier mujer, pero la prohibición no ayuda a cambiar la situación, sino que la puede complicar más. A la chica se le plantea un dilema muy cruel: hacer caso a lo que le «impone» la escuela, con el peligro de ser marginada por la familia o la comunidad, o hacer caso a la familia y tener que dejar la escuela, si es que la prohibición se hace efectiva. En el fondo, dejamos a la chica aún más marginada y estigmatizada.
No sabemos tampoco, exactamente, cómo viven las chicas y mujeres esta cuestión. Puede ser que para unas sea una grave obligación y quieran cambiar la situación, y en este caso las tendremos que ayudar, pero también puede ser que se sientan cómodas formando parte de una comunidad que las acoge frente a otra comunidad que las rechaza. Yo diría, que si lo que nos molesta de verdad es la imposición, tendremos que buscar fórmulas para ayudarlas, y la escuela y las feministas podemos hacer este papel sin tener que prohibir nada.
A mí el velo, en sí, no me molesta más que muchas otras cosas que, si pudiera, cambiaría, como la discriminación que sufren muchas niñas y jóvenes de familias inmigrantes al acceder a las actividades de ocio, a la sociabilidad, o a seguir estudiando, lo que vulnera sus derechos fundamentales (tal y como varias voces han denunciado en la presentación de la Asociación «Per elles»). Justamente todo eso es lo que no preocupa nada a la derecha que sólo está preocupada por el velo.
Quizás sería mejor empoderar a las chicas y a las mujeres musulmanas y darles herramientas para luchar por su emancipación, en lugar de intentar «liberarlas» desde fuera. Así es como las mujeres de mi generación conseguimos muchos derechos que nuestras abuelas y madres no tenían.
