Mi abuelo era ferroviario y, por ADN familiar, siempre he sentido devoción por este medio de transporte, sinónimo de racionalidad, colectivismo y progreso. Como catalán, también luzco el orgullo que la primera línea de tren de la península Ibérica fuera la que une Barcelona con Mataró, inaugurada en 1848.
Viví con tristeza e indignación la degradación y la decadencia del ferrocarril, a partir de la década de los 70 del siglo pasado, ante la fulgurante expansión del automóvil privado y de todo aquello que ha comportado: autopistas, peajes, atascos exasperantes, trágicos accidentes, caravanas de camiones, calles convertidas en aparcamientos, contaminación…
En el libro El combat ecologista a Catalunya, que escribí en 1979 con los compañeros Santiago Vilanova y Xavier Garcia, ya hacíamos una encendida reivindicación del ferrocarril como el medio de transporte de viajeros y de mercancías más inteligente y sostenible. Y he aquí que, 44 años después, la Generalitat del presidente Salvador Illa piensa exactamente el mismo, cosa de la cual me alegro profundamente.
El consejo ejecutivo ha aprobado la Estrategia Ferroviaria de Cataluña (EFC), en el horizonte del 2050. Se trata de una apuesta total por convertir el tren en el vector básico de comunicación, con un total de 63 medidas que buscan cambiar el concepto de la movilidad, haciéndola salir del alquitrán de las carreteras y llevándola a las vías.
Entre la multitud de proyectos que habrá que ejecutar está la nueva Línea Orbital Ferroviaria, que prevé enlazar Vilanova i la Geltrú con Mataró, pasando por la corona metropolitana. También destaca el futuro Eje Transversal Ferroviario, que unirá Lleida con Girona, a través de Igualada, Manresa y Vic. Según el anuncio de la consejera Sílvia Paneque habrá tres nuevas estaciones del AVE, en Vilafranca del Penedès y en los aeropuertos de Tarragona y Girona.
Son inversiones colosales que habrá que proyectar, planificar y financiar. Esto, más la anunciada nueva línea directa del AVE Barcelona-Lleida y la imperiosa modernización de las líneas de Regionales que conectan Reus-Riba-roja d’Ebre, Reus-Lleida, Sant Vicenç de Calders-Lleida, Lleida-Manresa y La Garriga-Vic-Puigcerdá, que necesitan un aggiornamento a fondo.
El tiempo pasa volando y la magnitud de estas obras no admite demoras. Ayuda que, por ahora, hay un fuerte alineamiento político y operativo entre el Gobierno central y la Generalitat y entre Adif-Renfe y FGC. Esperemos, por el bien del tren, que continúe y dure.
Dos obras «malditas» que se han eternizado durante años -el Corredor Mediterráneo y la estación de la Sagrera- ya ven el final del túnel. Es un motivo para el optimismo y la esperanza para quienes creemos que el futuro de Europa circula sobre vías.
La EFC aprobada nos dibuja una nueva Cataluña. Yo no sé si en 2050 estaré aquí para verlo. En todo caso, sí que sé que mi abuelo –y yo, también– estaremos muy contentos por la victoria del tren.
