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La indiferencia ante la extrema derecha: un deporte de alto riesgo

En las últimas elecciones francesas, Kylian Mbappé, actual jugador del Real Madrid, pidió a la ciudadanía de su país que participara en aquellos comicios con el fin de evitar un triunfo de la extrema derecha. «Hago un llamamiento a todos los jóvenes a votar, para que se den cuenta de la importancia de la situación. (…) Espero que mi voz tenga el mayor peso posible porque necesitamos identificarnos con nuestros valores, que son valores de diversidad, tolerancia y respeto», remarcó.

Susana Alonso

Las declaraciones del futbolista salieron en los medios de comunicación y adquirieron un fuerte impacto social y mediático por dos motivos. El primero es que la mayoría de deportistas de élite no suelen opinar sobre cuestiones políticas -como si su labor profesional fuera totalmente ajena a la esfera pública- y la segunda es por el hecho de que un jugador conocido en todo el mundo hiciera unas declaraciones tan contundentes contra el avance de formaciones ultraconservadoras. No suele ser habitual, aunque otros compañeros suyos se han pronunciado en una línea similar.

Quiero pensar que el mensaje del jugador francés tuvo algún tipo de efecto positivo sobre los jóvenes de su país. En un momento en el que varias encuestas coinciden en que un número bastante elevado de europeos de entre 18 y 25 años, principalmente hombres, simpatizan con los postulados de partidos de extrema derecha, es importante que haya voces como las del delantero del Real Madrid para amplificar la relevancia de preservar los valores democráticos y de convivencia entre personas que piensan diferente. Para bien o para mal, sus palabras tienen mucha más credibilidad entre determinados segmentos sociales que lo que pueda decir un político.

Sin embargo, este debate va mucho más allá de la figura de Mbappé. Por un lado, muestra que los profesionales del deporte y, especialmente los de primer nivel, tienen una responsabilidad social elevada con el devenir de su comunidad dada su fuerte dimensión pública. Muchos niños, por ejemplo, han tenido o tienen como referentes a jugadores/as como Leo Messi, Lamine Yamal o Aitana Bonmatí. Para muchos/as son sus referentes e, incluso, algunos/as esperan algún día ser como ellos/as.

Lo mismo sucede en el ámbito musical o artístico. A modo de ejemplo: las declaraciones que hicieron cantantes como Taylor Swift o Katy Perry contra Donald Trump tuvieron un impacto infinitamente mayor que lo que pudiera afirmar un dirigente demócrata.

Sin embargo, la realidad es que la mayor parte de los deportistas de élite no acostumbran a mojarse mucho sobre la realidad social o política de su entorno. Y yo, en este sentido, soy de los que piensa que en situaciones de elevada polarización y donde prácticamente cada elección que se celebra en países de nuestro entorno es una pugna entre democracia y autoritarismo, los profesionales del mundo del deporte -conocidos, reconocidos y admirados ampliamente por su talento- que creen en los valores cívicos y democráticos no pueden desentenderse de las consecuencias de esos comicios. Es evidente que la exigencia social de una mayor participación en el debate público comportará también que surjan voces reaccionarias, pero estoy convencido de que habrá muchas que propugnarán la preservación de nuestro paradigma de convivencia democrática.

Por el contrario, hay quien defiende que los deportistas deben dedicarse únicamente a entrenar y a jugar los partidos que les corresponden. A mi entender, este ha sido el error que nos ha llevado hasta la situación en la que nos encontramos ahora y que no es otra que la percepción de que algunos profesionales de este ámbito no tienen ningún tipo de compromiso cívico hacia la población de su ciudad o de su país.

Por otra parte, quien tiene también un rol relevante en toda esta cuestión son los medios de comunicación y, especialmente, aquellos que creen en la necesidad de combatir los discursos de odio. En este sentido, es importante que difundan (muchos ya lo hacen) a través de sus redes sociales los potenciales mensajes que puedan manifestar ‘famosos’, y más teniendo en cuenta que la última encuesta juvenil del Parlamento Europeo señala que, para el 42% de jóvenes de entre 16 y 30 años, estas son su principal fuente de información sobre temas de actualidad.

En todo caso, los hechos evidencian que es necesario un cambio de paradigma en todo este ámbito. Es una necesidad cívica y democrática, pero también una exigencia colectiva.

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